La Iglesia española pedirá al Vaticano que conceda "más responsabilidad" a las mujeres en lo que se refiere a la dirección de la institución. Así consta en el documento que la Conferencia Episcopal presentará en la cumbre de obispos de 2023. Algunas diócesis, como la de Barcelona, reclaman que se explore la posibilidad de 'mujeres-sacerdote', pero la síntesis final no va tan lejos. Se limita a mencionar la "presencia de las mujeres en los órganos de responsabilidad".
Desde el pasado octubre hasta hoy, las comunidades cristianas de todo el mundo vienen recogiendo, a petición del Papa Francisco, miles de propuestas con el objetivo de renovar la Iglesia. En España, el funcionamiento ha sido el siguiente: cada una de las setenta diócesis [más de 215.000 personas] envió un catálogo de opciones a la Conferencia Episcopal. Ahora, este órgano de representación nacional acaba de dar a conocer el documento que sintetiza todas ellas.
Estaba por ver si el cardenal Omella iba a aceptar la inclusión de las propuestas más revolucionarias, que curiosamente partían de la diócesis de la que él mismo es arzobispo: Barcelona. Lo ha hecho, aunque especificando que han sido "minoritarias" y que han partido de "grupos reducidos".
Se trata del "celibato opcional" y los curas casados. El documento español insta al Vaticano a "dialogar" al respecto tras reconocer que es un debate en la boca de miles de ciudadanos, tanto en quienes forman parte de la Iglesia como de quienes no lo hacen.
Pero no hay rastro del sacerdocio femenino. Este punto, al aparecer en las reivindicaciones de Barcelona, soliviantó a algunos obispos, como el de Córdoba, Demetrio Fernández, que da el debate por cerrado. Habla de "propuestas disonantes con la moral católica" y rechaza que la Iglesia "se ponga al día al socaire del feminismo reinante".
Los altos cargos eclesiásticos en contra del sacerdocio femenino se agarran a unas palabras de Juan Pablo II, recogidas en una carta apostólica de 1994: "Declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres".
Paradójicamente, la Iglesia, en el documento, reconoce que son muchas más mujeres que hombres quienes participan en el funcionamiento diario de las parroquias y en procesos de participación como este.
Consciente de la polémica suscitada, el cardenal Omella intervino esta semana en el debate para decir que las propuestas no conforman "una nota doctrinal" y que ahorman "un documento generado por todos los bautizados".
Otras de las conclusiones más llamativas tiene que ver con "una mayor acogida" a divorciados y al colectivo LGTBI o la "necesidad de perdón" por los abusos sexuales a niños.
El documento, consultado por este diario, llama la atención por su autocrítica y sinceridad: a ratos, la Iglesia se reconoce como "reaccionaria y poco participativa". Se menciona "la fractura entre Iglesia y sociedad". Incluso algunos defectos como el "clericalismo autoritario".
De ahí que una de las propuestas de más recorrido sea la mayor implicación de los "laicos" en el funcionamiento de la Iglesia. Esto ya ha empezado a ocurrir, sobre todo desde que Jorge Bergoglio fue elegido Papa.
El "sínodo" [así se llama este proceso de escucha] tiene como objetivo combatir la "secularización de los bautizados", la "liturgia fría y monótona" y, en definitiva, "el cansancio del pueblo de Dios". Una expresión con la que se encapsula el progresivo vaciamiento de las parroquias.