Hay dos normas prácticas sobre las coaliciones que suelen cumplirse: deben romperse antes de las elecciones para que cada socio tenga perfil propio en las urnas y casi siempre debilita al elemento más pequeño del acuerdo.
Se suele decir, además, que para esa ruptura necesitan una “causa justa”, es decir, un asunto que lo motive y que beneficie las aspiraciones electorales de los socios de coalición. Algo así como una ruptura programada.
Con estas dos premisas, dirigentes del PSOE y de Unidas Podemos empiezan a reflexionar y a preguntarse cuándo sería el mejor momento para romper la coalición, pensando en las elecciones generales de 2023 y teniendo en cuenta los resultados adversos en las sucesivas citas electorales en comunidades autónomas.
Especialmente en Andalucía, donde el PP ha logrado mayoría absoluta y la izquierda se ha hundido claramente.
No se trata de que pidan esa ruptura de forma inmediata, entre otras cosas, porque la coalición funciona bien y hay aún muchos asuntos pendientes, según varios ministros, y porque aún es precipitado. Pero sí empiezan a echar cálculos sobre lo que les aporta y les resta el acuerdo, según diferentes fuentes consultadas.
Y esa es la novedad en la izquierda política, a la espera de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, haga algún gesto que muestre que ha recibido el mensaje de las urnas de Andalucía, porque el argumentario de que no se puede extrapolar datos de autonómicas a generales tiene las horas contadas.
A esa situación, hay que sumar la inquietud de barones regionales socialistas que temen ser arrastrados por el cambio de ciclo y el desgaste del Gobierno en las autonómicas de 2023. De ese entorno llega también el sonido discreto de las dudas sobre la evolución de la coalición.
Nervios en los ministerios
También hay ministros inquietos y deseosos de tener presencia pública, ante los rumores de cambios en el Gobierno tras el fracaso electoral. El discurso oficial de Moncloa insiste en que no es explicable que tengan tan malas perspectivas electorales con la cantidad de medidas y leyes aprobadas.
Sánchez tiene ahora un calendario difícil porque debe centrarse en asuntos de exteriores. Estará esta semana varios días en Bruselas y la próxima semana tiene atención exclusiva en la cumbre de la OTAN en Madrid.
Previsiblemente, celebrará en el Congreso el debate sobre el estado de la Nación los días 13, 14 y 15 de julio.
En otoño tendrá que abordar unos difíciles Presupuestos Generales del Estado para los que ha previsto un aumento del gasto militar difícil de asumir por los socios parlamentarios y por Unidas Podemos.
En el partido que lidera Ione Belarra empieza a cundir la idea de que se ha desdibujado su mensaje y, por eso, no movilizan al electorado de la izquierda. Hay pesimismo en el entorno de Yolanda Díaz sobre su proyecto y detectan desmoralización del electorado que preferiría ser más crítico con algunos asuntos.
Estos dirigentes cuentan en privado que sus electores siguen sin entender lo de la cumbre de la OTAN, el gasto militar, la dureza con los migrantes, la monarquía o los beneficios de las eléctricas. Sin esa movilización de su electorado consideran que no tienen futuro posible.
Estos dirigentes explican que no tienen fácil ni desean romper la coalición, pero buscarán marcar un perfil más claro, oponiéndose a medidas y posiciones concretas de Moncloa. Que, en todo caso sean expulsados del Gobierno para no cargar con la responsabilidad de una eventual ruptura.
Temen, además, que Sánchez reaccione a los desastres electorales con “giros al centro” y la moderación que les deje fuera del tablero.