Pedro Sánchez consiguió lo que quería. Un Comité Federal que fue "como la seda". Todo aplausos, sonrisas, fotos de grupo y felicidad socialista... claro, faltaban los decapitados. Ni Adriana Lastra ni Héctor Gómez acudieron a Ferraz. La primera, oficialmente dimitida; el segundo, entregado en sacrificio para que ella no fuera la única perdedora de la guerra interna en el PSOE.
Pero decíamos que el secretario general, protagonista de la reunión del máximo órgano entre congresos, salía satisfecho de Ferraz este sábado por la tarde. Sus más fieles cerraron filas con él. "No ha habido una sola crítica, ni un comentario que haya puesto en duda las decisiones del jefe", explicaba a este periódico uno de sus más cercanos, en el partido, en el Gobierno, en el día a día desde hace años.
Las únicas críticas se hicieron (antes y después) en privado, por WhatsApp o por teléfono. Pero si en los días anteriores incluso algunos de sus fieles ya comenzaban a comentar que "el problema" del PSOE podría ser el líder "por sus rectificaciones constantes, sus medidas erráticas y por dejar pudrirse el partido en batallas de poder", esta vez todo fueron parabienes.
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"El Comité Federal está para refrendar las decisiones que toma la Ejecutiva, y la Ejecutiva está para refrendar las decisiones que toma el líder", explicaba otro miembro de la dirección socialista. "Si el secretario general ha detectado determinados problemas y ha cortado por lo sano, nuestra obligación es remar en su misma dirección".
De hecho, otro de los presentes recordaba un párrafo clave del discurso de Sánchez: "Gobernar significa remangarse. Nadie tiene la garantía del acierto, pero la inacción es errar seguro. Y ése es un error que no vamos a cometer, no nos pondremos de perfil ni nos cruzaremos de brazos. Nunca haremos lo que hicieron otros, siempre iremos de cara a aportar una solución".
Así es como, dicen los más sanchistas del PSOE, gobierna y dirige Sánchez: tomando decisiones. "Eso es lo que significa a por todas", añadía un ministro presente en Ferraz. "Si el presidente cree que hace falta marcar más el mensaje y cree que lo harán mejor María Jesús, Patxi y Pilar, pues lo que toca es ponerse detrás y ayudar". Y, y entonces, ¿los de antes no valían?
"No es eso, lo que ocurre es que hemos pasado una pandemia, un volcán, una tormenta de nieve, la calima, los incendios, la guerra, la inflación... todo lo hemos abordado con decisión y ahora toca salir a contarlo, a explicarlo, a rebelarnos", añade uno de los presentes. "No nos merecemos lo que se dice de nosotros en los medios, ni lo que dice la derecha, hacemos muchas cosas y en los meses que quedan para las elecciones hay que ponerlo todo para que se sepa".
"El PSOE no es un cortijo"
Sí, pero ¿el problema eran los cesados? ¿Qué hacían mal? ¿Acaso se sabe, dado que el secretario general no explicó nada ni antes, ni durante ni después?
Sánchez apenas les dedicó minuto y medio, al final de un discurso que más parecía un mitin de reelección. Ni consultó ni informó en la semana previa, mientras filtraba a un periódico y una radio los cambios; ni rindió cuentas ante el partido, haciendo acto de contricción por los errores y propósito de enmienda...
"Ha humillado al PSOE", diagnosticaba una histórica socialista. "Ya no hay banquillo. Y no habrá un Partido Socialista después de Sánchez, no al menos como el que siempre conocimos", concluía tras escuchar el discurso del líder.
"A ver, el partido es otra cosa. En el Gobierno, el presidente puede hacer lo que quiera, así lo marca la ley. Pero el PSOE no es su cortijo". Así se resumía el malestar de altos dirigentes del Partido Socialista con lo ocurrido este sábado (quizás, en realidad, con lo ocurrido esta semana), en que Pedro Sánchez ha pedido refrendo a sus decisiones, sin justificarlas "ni esforzarse en dar explicaciones".
Y sin que siquiera se las pidieran. "Que el 40º Congreso de Valencia es una mentira, ya se da tan por amortizado que ni siquiera se ha invertido un segundo en disimularlo".
¿Equipo definitivo?
El Comité Federal extraordinario del sábado 23 de julio ha cerrado una etapa y ha abierto otra, al menos, en teoría: al proclamar que "ahora, nuestra máxima prioridad es ganar las elecciones municipales y autonómicas de mayo", Sánchez ha establecido que este nuevo equipo que ha conformado -con un grupo de notables que deja a Ferraz supeditada a Moncloa- aguantará hasta entonces.
Nadie termina de creérselo o, en realidad, de darle importancia. Porque eso ya se hizo en Valencia, hace nueve meses. Se supuso entonces que "el congreso de la unidad" ya era el punto de inflexión, el eslabón perdido entre el PSOE de siempre y el de Sánchez: que cerraba las heridas con el pasado, reuniendo a la vieja guardia -hasta dejaron hablar a Felipe González- y abría una nueva "socialdemocracia feminista, ecologista y europeísta".
Pero socialdemocracia, puro PSOE a fin de cuentas.
Ahora, nadie apuesta a que esto vaya a ser definitivo, en realidad, porque lo único estable en el PSOE de Pedro Sánchez es él. Y aunque ya hay fieles sanchistas que empiezan a plantearse que "el problema" puede ser el presidente, lo cierto es que estando en Moncloa, evidentemente, nadie le va a discutir. "Si se dice algo, es en privado... no en un acto con tanta gente", apunta una persona muy cercana al líder.
"Él sabe lo que opinamos, y discutimos donde toca"... efectivamente, en ese grupo de notables que se ha creado para coordinar Ferraz y Moncloa. "En realidad, ese grupo ya existía; ahora sólo se le da oficialidad".
Del mismo modo que el presidente presumió legítimamente, este sábado en su intervención, de medidas de izquierdas -aunque eludió explicar que son las mismas calamidades que le ha tocado gestionar las que le han permitido financiar todos sus programas sociales-, algunos de los presentes callaron las cosas que sí le estarían discutiendo en caso de no tener al PSOE en el Gobierno.
Por ejemplo, la polarización política alentada por sus discursos, que "impide siquiera hablar con el PP"... aunque eso desgaste la democracia. O las alianzas con Podemos y los separatistas, que ponen en cuestión las bases constitucionales... y obligan a trabajar "con medio Gobierno en contra y unos socios parlamentarios poco fiables".
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Lo más parecido a eso, en alto, lo dijo Emiliano García-Page: "Me duele llamar socio a Bildu, para mí un socio es de quien te fías". Pero lo hizo antes de entrar a Ferraz y, luego calló dentro, alegando que no era el momento.
Gran líder y césar implacable
"Ni se esforzó el presidente en hacer un discurso ilusionante, ni se esforzó nadie por pedir la hoja de ruta de este, otra vez, nuevo PSOE", diagnosticaba un viejo sanchista, en conversación con EL ESPAÑOL.
Todo el pescado estaba "vendido" en la semana previa, en la que se fueron desgranando las noticias, día por día, en un afán de ocupar la agenda de titulares periodísticos; y en otro afán -quizá más preventivo- de que el Comité Federal fuera lo que fue: un mero refrendo 'a la búlgara' de lo decidido por Pedro Sánchez en su despacho de Moncloa.
"El secretario general no ha consultado con nadie", dicen todos. Y el empeño de unos es magnificar la figura del líder, mientras que el de los otros es denunciar su cesarismo implacable. Depende de si quien lo describe está entre los ganadores o los perdedores. Aunque alguno de los segundos, simplemente, calla y apaga su teléfono para no tener ni que rechazar preguntas.
Quizá sea eso lo más prudente, porque "los ciclos se van acelerando, ya no vale ni lo decidido en un congreso, el de Valencia, que fue ejemplar… o lo pareció", añade alguien que perdió el favor de Sánchez después de ser el que más peso acarreó entre sus sherpas.
Y otro, al principio crítico y hoy en las fotos sonriente, halla la explicación: "Es que los meses en el siglo XXI son como años del siglo XX. Desde Valencia han pasado nueve años... y nos queda década y media para remontar, antes de las generales".