El 30 de junio de 2003 cambió la vida de Rafael Simancas, también la historia de la Comunidad de Madrid e incluso la de la política española.
Ese día se produjo lo que se llamó el “tamayazo”, la traición de dos diputados socialistas de la Comunidad de Madrid que dejaron a Simancas fuera de la presidencia autonómica que tenía asegurada. Luego llegó la presidencia de Esperanza Aguirre, casos de corrupción del PP en Madrid y la hegemonía de los populares en la Comunidad.
Ahora, 19 años después, Simancas se ha convertido en una pieza esencial del engranaje del Gobierno de Pedro Sánchez para mantener sus apoyos parlamentarios, sacar adelante proyectos de ley y decretos en el Congreso y mantener casi a cero el casillero de votaciones perdidas, pese a tener una mayoría muy precaria.
“Vivimos con la Cafinitrina debajo de la lengua”, suele decir la ministra de Hacienda y ahora número dos del PSOE, María Jesús Montero, sobre la angustia en la que vive el Gobierno en muchas votaciones. Como médica de preparación se refiere al vasodilatador utilizado para enfermedades cardiacas.
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En ese trance de riesgo permanente de ataque cardiaco político, Simancas tiene siempre un papel destacado.
Es diputado del PSOE y discreto secretario de Estado de Relaciones con las Cortes desde hace algo más de un año. Antes fue número dos del Grupo Parlamentario Socialista.
Su papel es el de interlocutor directo de los socios parlamentarios del Gobierno, siempre fuera de los focos de los medios y a las órdenes de Félix Bolaños, ministro de Presidencia.
“Su función es dirigir el tráfico, es decir, si alguno de los socios tiene alguna inquietud o propuesta o quiere negociar algo se dirige a Simancas y él busca solucionarlo o le redirecciona hacia un ministro o alto cargo”, explican en la Moncloa.
Uno de los socios habituales del Gobierno utiliza otra metáfora para destacar el papel del secretario de Estado: “Es como Siri, le nombras y aparece para negociar”.
Por ejemplo, el pasado lunes los portavoces de los socios parlamentarios del Gobierno recibieron un WhatsApp de Simancas en el que les anunciaba que el Gobierno aceptaba que el decreto con medidas para reducir el consumo de energía se tramite como proyecto de ley, para facilitar la convalidación.
El miércoles, un día antes de la votación, les llegó el segundo mensaje de Simancas para iniciar las conversaciones. Ese mismo día, Moncloa ya supo que en esa votación no sería necesario el uso de Cafinitrina, porque el secretario de Estado había hecho su trabajo, que incluye el recuento permanente de votos.
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