El Ministerio de Asuntos Económicos todavía confía en que dará tiempo para que los ciudadanos sientan en sus bolsillos y vean el efecto de la recuperación económica. En todo caso, la vicepresidenta primera se agarra a una sola palabra, "prudencia": para no parecer una temeraria frente a las previsiones de todas las instituciones que la desautorizan —la última, el Fondo Monetario Internacional— y también, para no aparentar que su rechazo se basa en que está fuera de la realidad.
Nadia Calviño, este martes, se agarró a ese "futuro incierto" para no dar la razón ni contradecir al FMI. A pesar de que antes lo hiciera el Banco de España, luego el Banco Central Europeo y después la OCDE, y de que todos contradijeron su cuadro macroeconómico, la vicepresidenta se negó a asumir que —recién llegados al Congreso— los Presupuestos de 2023 hayan nacido desfasados.
Es más, ya ella en días anteriores y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, de manera insistente, afirman que el proyecto de ley de las cuentas públicas se ha hecho con "una enorme holgura" para que las previsiones no vayan a quedar desautorizadas ni en el peor de los escenarios.
El mismo Pedro Sánchez recurrió a esa misma idea en la rueda de prensa posterior a su cumbre con el Olaf Scholz, en La Coruña. Se cuidó de hacer comparaciones como en otras ocasiones, ya que la economía de Alemania ha empezado a contraerse y una gripe en Berlín contagiaría a toda Europa, y especialmente a España, pues es su segundo socio comercial, más que a los demás.
El presidente, entonces, rechazó las previsiones del Banco de España invocando las "mejores" que le otorgaban la UE... y el FMI, que ahora le da la espalda. No ha pasado una semana.
Elecciones y recesión
Y lo cierto es que ni Calviño, ni Montero, ni cualquier otro miembro del Gobierno Sánchez aporta datos concretos para sostener su cuadro económico.
Es más, a la vista del discurso que defienden, es su propia argumentación la que la pone en duda: "Todo dependerá, en gran medida, de cómo se desarrolle la guerra en Ucrania, cómo reaccionen los mercados energéticos y cómo evolucione la economía alemana", se defendía Calviño este martes, en declaraciones a la prensa desde Nueva York.
La número dos del Gobierno no lo confiesa, pero ese tiempo que tiene que darle a su trabajo para que las cuentas salgan se mide en las convocatorias electorales de 2023. Pero éste será, precisamente, el ejercicio más difícil —si es que es posible— de todos los que le han tocado a Pedro Sánchez desde que ganó las elecciones de noviembre de 2019.
Porque España, muy posiblemente, entrará en recesión durante el año: aunque acabe cerrando el año con crecimiento económico, que nos podamos encontrar con dos trimestres seguidos en negativo, ya no lo descarta ni la propia Calviño.
Y porque eso coincidirá con las fechas en que los españoles deban visitar las urnas por primera vez, en las municipales y autonómicas... que es "donde el Gobierno se la juega de verdad", tal como admiten fuentes de la dirección del PSOE.
Porque si el mapa político cambia del rojo al azul en los territorios, "la ola de derechas", insisten desde el entorno de Sánchez, "ya no habrá quien la pare, y lo que deberemos es medir el calibre de la derrota".
El PP, "catastrofista"
Más allá de que Calviño haya admitido en las últimas fechas que su discurso está siendo más "vehemente" contra la oposición, la vicepresidenta trata de no jugar en la liga electoral.
Su entorno se centra en admitir que la prolongación de la guerra en Ucrania —y su recrudecimiento en la última semana—, unida a "la materialización de los riesgos derivados de su impacto", es lo que ha llevado al FMI a una revisión a la baja de las previsiones para España "y para toda la economía mundial" en 2023. Pero que para este año el retoque es "al alza" y que, en todo caso, el FMI confirma la "fuerte recuperación de la economía española".
Y ella misma atribuye sus invectivas contra el Partido Popular, no ya tanto a la contienda por quién se alce con las victorias en las urnas, como a que "en una sucesión de crisis como las que estamos viviendo" los de Alberto Núñez Feijóo se centran en "el catastrofismo". Y esa actitud, sostiene, no hace ningún bien y sólo alimenta la caída.
El argumento del Gobierno es sencillo: las previsiones siempre son eso, previsiones. Y en una situación tan "volátil" como la actual, se quedan en meras guías que quedan desactualizadas en cuanto un acontecimiento sobrevenido tiene lugar.
Según Calviño, esto es lo que está ocurriendo y es cierto que, a la vista de —por ejemplo— la cuesta arriba de la inflación, las subidas más empinadas se advierten en los momentos más noticiosos: el inicio de la guerra en febrero, las amenazas al suministro de gas desde mayo...
Según el Ejecutivo, para hacerse una idea real de la situación económica, hay que fijarse en "las tendencias sostenidas" más que en los hechos puntuales. Y eso, argumentan las fuentes, se puede ver, por ejemplo, en los datos de empleo, en los de la industria turística y en la incidencia de la crisis energética. Los primeros son "históricos", los segundos "ya casi empatan la situación previa a la Covid" y la tercera es "claramente inferior a la de los países de nuestro entorno".
Por eso, el Gobierno Sánchez leía este martes la revisión a la baja del FMI, en realidad, como un espaldarazo.
Y destacaba que para 2022, la institución internacional ha hecho "una revisión al alza de la previsión de crecimiento hasta el 4,2%", situando a España "por encima de la media de la zona euro y de sus grandes economías". Y que para 2023, aunque recorte en medio punto, hasta el 1,6%, el optimista 2,1% de crecimiento previsto por Calviño, ese dato todavía "duplicaría el crecimiento de la media de la eurozona".
Alimentar (o no) expectativas
La número dos del Gobierno sostiene que su discurso es siempre "prudente" no sólo porque las previsiones son sólo guías —y además, desde la Covid, se han tornado "volátiles"—, sino porque en economía tan importante como los datos son las expectativas.
Es decir, que si no admite que habrá trimestres de crecimiento negativo es para no alimentarlos... del mismo modo que, según sostiene su entorno, los fondos europeos empezaron a hacer efecto antes incluso de que Bruselas empezara a entregarlos, "por la mera expectativa de la llegada de esas inversiones".
Pero tal como recuerdan las fuentes del PP, si "hay que fijarse en las tendencias", no es menos cierto que "España es la economía europea más rezagada" a la hora de recuperar el PIB previo a la pandemia. Y que esa frontera, la ha ido alejando el Gobierno cada vez más.
Y precisamente, cuando presentó el Plan de Recuperación, la vicepresidenta fijó ese punto de inflexión en mediados de este año; en la revisión del pasado abril, lo retrasó a su cierre; y ahora ya lo deja para mediados del que viene... si no llega antes la temida recesión.
El Gobierno, en definitiva, espera que el PIB de España cierre 2022 con una valoración de 1,2 billones de euros. De cumplirse los vaticinios diseñados en el cuadro macroeconómico de Calviño, la economía española sumaría 26.451 millones de euros más a esta cifra. En cambio, si la previsión que se cumple es la del FMI (la más pesimista), la cifra que se sumaría sería de 15.114 millones de euros, 11.337 millones menos.