Dentro de algo menos de un año, el 16 de octubre de 2023, el BOE debe publicar la convocatoria de elecciones generales para el 10 de diciembre, si es que el presidente del Gobierno mantiene su intención de apurar al máximo la legislatura y llegar al límite legal.
A esas alturas del 2023, ya se habrán resuelto las elecciones autonómicas y municipales que el PP quiere convertir en prueba y primer paso del cambio de ciclo y el PSOE las plantea como demostración de resistencia y fortaleza.
Para estos doce meses, salvo que haya cambios estratégicos que no se adivinan ahora, es previsible que PSOE y PP sigan avanzando como líneas paralelas, sin puntos en común y sin perspectivas de acuerdo alguno.
En esta fallida negociación sobre el CGPJ y el Tribunal Constitucional se ha quebrado notablemente algo esencial para llegar a acuerdos: la confianza. Y se ha quebrado porque no se fían entre ellos y porque, como queda dicho, las estrategias mutuas impiden los acuerdos.
Se han roto las instituciones y los puentes para repararlas e impedir que aumente su deterioro.
Félix Bolaños y Esteban González Pons han tenido una intensa relación en las últimas tres semanas, con media docena de largas reuniones e intercambio continuo de mensajes, pero han terminado acusándose implícitamente de mentirse a propósito del delito de sedición. Y es esencial que no haya recelos para llegar a acuerdos en una negociación.
Estratégicamente, los dos han optado por consolidar sus respectivos bloques e ir a las elecciones generales de dentro de un año, fortaleciendo y haciendo visibles esos dos polos. El PSOE busca beneficiarse del miedo a la derecha y el PP quiere ser impulsado por el rechazo al presidente del Gobierno y sus acuerdos con "independentistas y proetarras", según su terminología.
La polarización se acrecienta porque es buscada por ambos e impide acuerdos porque de un lado el PSOE es consciente de que sólo puede llegar a diciembre de 2023 con los que le acompañaron en la investidura y de otro lado el PP cree que sin enfrentamiento no hay cambio de ciclo. Lo creen sobre todo los que como Isabel Díaz Ayuso exigen más dureza a Feijóo para crecer en el "antisanchismo". Al Rajoy de la oposición le llevó una legislatura liberarse de la influencia de los miedos que ahora presionaban a Feijóo para que rompiera el pacto.
Será un año bipartidista, según la previsión de los dos, porque a ambos les va bien que el terreno de juego sea como el de los debates del Senado, en los que sólo confrontan ellos. Sánchez intentará desgastar a su oponente y, sobre todo, hacerle fijar posición sobre asuntos delicados como las pensiones y Feijóo intentará erigirse como único líder de la oposición, capaz de aglutinar todo el voto contra el presidente y sus pactos.
Si, según explica Moncloa, la estrategia les ha servido para frenar el ascenso de Feijóo y erosionar su imagen, para qué cambiarla.
Seguirán también en este año en precario instituciones clave como el Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial, que cumplirá entonces cinco años sin ser renovado, más de una legislatura. No tiene fácil Sánchez seguir la indicación de Unidas Podemos para cambiar las mayorías para renovar el CGPJ, porque Europa no lo permite.
Será un año que Gobierno y PP entienden a "cara de perro" y en un contexto difícil para la economía. A priori parece imposible que haya acuerdos, aunque estén pendientes algunos asuntos como el aumento de tropas estadounidenses en la base de Rota que hay que empezar a tramitar en el Gobierno y en el Parlamento en el primer semestre del próximo año. Esa decisión necesitará acuerdo entre los dos grandes partidos y se supone que lo habrá, aunque Feijóo siempre lamenta que el presidente del Gobierno ni siquiera le llamó para informarle de la cumbre de la OTAN, ejemplo claro de asunto de Estado.
En ese exiguo acuerdo, es posible que ni siquiera sea necesario un pacto expreso y podría bastar la mera coincidencia.
En este año, Sánchez pone a prueba la acogida de sus pactos con ERC y Bildu y, sobre todo, los efectos económicos de la guerra de Ucrania. Es decir, la sedición y la recesión si la hubiera como centro del debate y como polos de desgaste de Sánchez, según fuentes de Moncloa.
Y Feijóo pone a prueba su supuesta moderación, con referencia a dos comunidades: Andalucía y Castilla y León. La primera porque Juan Manuel Moreno gobierna con mayoría absoluta y, según fuentes próximas al presidente andaluz, no puede permitirse rodillos y radicalidades.
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Moreno ya tuvo la referencia del José María Aznar de 1996, que gobernó con moderación para ganar por mayoría absoluta en 2000. Y ahora tiene la del "segundo Aznar", el de la mayoría absoluta. "Sabemos que no podemos invadir Irak", asegura un colaborador muy cercano de Moreno para explicar que no pueden incurrir en actitudes como las que llevaron al primer presidente del Gobierno del PP a dilapidar todo aquel apoyo popular con gestos como el de la "foto de las Azores".
En Castilla y León se mirará para ver el resultado del Gobierno de coalición con Vox. Y es muy posible que Alfonso Fernández Mañueco expulse al partido de la extrema derecha de su Gobierno en los próximos meses, porque apenas los soporta ya.
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