Sola, sin frenos y en continua huida hacia delante. En su semana más crítica desde el inicio de legislatura, Irene Montero se encuentra más débil que nunca dentro del Consejo de Ministros, del grupo parlamentario e incluso de su propio partido.
Ante el aluvión de rebajas de penas a violadores, la ministra se ha atrincherado en negar la existencia de un problema en la ley del sólo sí es sí y culpa a la interpretación machista de los jueces. Su enroque, no obstante, ha levantado algunas ampollas dentro de Unidas Podemos, donde no todos comparten la estrategia.
El escándalo de la norma no podía llegar en peor momento para el grupo confederal, enfrascado en una guerra sin cuartel que enfrenta a la líder del espacio, Yolanda Díaz, con el núcleo duro de los morados, representado por Ione Belarra y la propia Montero. Recientemente, la ministra de Igualdad había emergido como posible alternativa a Díaz como candidata electoral si el divorcio llegaba a efectuarse.
Hace dos semanas, Podemos amenazó con que la vicepresidenta ya no era la líder de consenso –"cuando termine de organizarse ya la escucharemos"– y propulsó a Montero, que en aquel momento gozaba de aires renovados tras la conflictiva pero fructífera Universidad de Otoño. Para mayor fricción, la comunicación entre las dos es prácticamente nula.
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A pesar de todo, Montero mantuvo su discurso alejado de la polémica, no tanto así Pablo Iglesias, que protagonizó una intervención incendiaria contra la vicepresidenta segunda. La razón de todo es la fórmula con la que concurrir a las elecciones: Díaz quiere que Podemos se integre en su candidatura, Sumar, y Podemos quiere que ambos se presenten en coalición, como iguales.
Sobre todo porque entre los morados reina una certeza. Saben que el Ministerio de Igualdad es su principal bandera política y que Montero es la cara más conocida y respetada de sus filas. Así, las redes del partido la encumbraron en el centro de todo, presidenciable, para pelear un puesto destacado en las listas electorales y, llegado el caso, disputar las elecciones a Díaz. Pero la historia da muchas vueltas, y dos semanas pueden cambiarlo todo.
En el caso de la ministra de Igualdad, el viraje ha sido total. El fiasco de las rebajas de condena a abusadores sexuales por la ley del sólo sí es sí, sumado al discurso contra los jueces, alejan este horizonte y enturbian esa imagen presidenciable que apareció hace apenas dos semanas. Sólo el núcleo duro de Podemos, el que rodea a Montero y Belarra, está alineado con ellas.
El problema en este caso es que el resto del espacio político se ha desmarcado completamente de este atrincheramiento. La rebaja de condenas ha agrandado, sin ruido pero con gravedad, la distancia que los morados y sus socios llevan arrastrando desde la disputa interna por el CGPJ y, antes aún, desde las elecciones andaluzas.
Ni Izquierda Unida, ni el PCE, ni los Comunes han decidido traspasar la línea roja de atacar a la judicatura. El silencio calculado de las tres formaciones, sumado al de Yolanda Díaz, contrasta con la beligerancia de Podemos y hace que los morados se replanteen su posición con respecto a Montero. Si ni siquiera sus amigos la apoyan, ¿quién podría votarla?
Críticas internas
Tenga o no razón, es evidente que Irene Montero está siendo duramente señalada por las consecuencias inesperadas de su ley estrella. En Igualdad creen que la mejor defensa posible es poner la lupa en los autos, exculparse y rechazar cualquier tipo de retoque para corregir sus posibles lagunas, como sugieren las voces socialistas dentro del Consejo de Ministros. Básicamente, porque ya es tarde para evitar los beneficios a algunos agresores sexuales.
En Podemos algunos cerrado filas. Tanto la delegada del Gobierno contra la violencia de género, Victoria Rosell, como la secretaria de Estado Ángela Rodríguez Pam han asumido como propio el discurso contra los jueces. La ministra Ione Belarra también está de su lado, pero la baja por maternidad le impide implicarse tanto como las otras dos.
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Y, sin embargo, Montero se ha quedado sola. En Podemos hay dos figuras trascendentales que vienen de la judicatura. Una es Rosell, que trabaja en el Ministerio de Igualdad, y el otro Juan Pedro Yllanes, vicepresidente de Baleares, que se ha desmarcado completamente del ataque.
"Es temerario", ha dicho. "Creo que [el de Montero] ha sido un exceso verbal. No es cuestión de jueces machistas, sino de jueces profesionales aplicando la ley", ha insistido Yllanes, quien remarca que los jueces tienen la obligación de aplicar la ley penal más favorable para el reo. Eso sí, coincide con sus compañeros en que debería elevarse al Tribunal Supremo para que los magistrados unifiquen la doctrina.
A las críticas se ha unido incluso la candidata de Podemos a la Comunidad de Madrid, la jurista Alejandra Jacinto, que ha pedido mesura y esperar a ver qué dicen la Fiscalía y el Tribunal Supremo. A efectos prácticos, las que serán las caras visibles de la formación en las elecciones de mayo se desmarcan de la estrategia de Igualdad, ya sea por convicción o porque no les salpique la campaña negativa.
"Hay algunos jueces que lo están interpretando de una determinada manera igual que hay una mayoría de jueces que lo están interpretando conforme al Ministerio de Igualdad, al Gobierno y a todos los grupos que han participado en la tramitación de la ley", ha afirmado Jacinto este jueves.
El pulso entre Podemos y Yolanda Díaz de cara a las elecciones no va –todavía– de ideas, sino de formas, gestos y afinidades. Si una se pone de perfil ante la debilidad del otro, la suerte está echada para la izquierda.
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