La metáfora social que desarrolló William Golding en El señor de las moscas explicaba cómo Jack, un líder totalitario, utilizaba la figura (siempre ficticia) de La Bestia para justificar sus excesos. La amenaza de tan horrible ser apuntalaba el liderazgo personalista de Jack frente a un colectivo atemorizado y en peligro que, además, sentía la necesidad de defenderse, fuera cual fuera el precio.

Tomando prestada la alegoría, Pablo Iglesias, ahora reconvertido en "periodista crítico" según sus palabras—, se ha instalado en los últimos meses en una tónica en la que La Bestia son las "cloacas mediáticas" y los grupos de comunicación que actúan al dictado de presuntos poderes ocultos y del Ibex-35.

Ahí, Iglesias y los suyos son los atacados y los insultados, no aceptan la crítica y se arrogan el derecho si acaso, necesidad de devolver los ataques, aunque sea multimplicando su potencia. Son, a la vez, víctimas, jueces del criterio y verdugos de sus enemigos.

Por eso, cuando EL ESPAÑOL publica un artículo de opinión, firmado por su director Pedro J. Ramírez que critica en términos metafóricos que Pedro Sánchez no se atreve a "inhumar políticamente" a Irene Montero, Iglesias malinterpreta deliberadamente que se está hablando de "enterrar el cadáver" de la ministra de Igualdad. Y no duda en responder que los trabajadores de este diario "son un pedazo de estiércol" e iniciar una campaña en redes sociales contra ellos.

En cambio, no pasaba nada cuando el propio Pablo Iglesias habló irónicamente el pasado verano de un hipotético Gobierno con ERC y EH Bildu y anunció que "la primera medida que hemos acordado será trasladar los restos de Antonio García-Ferreras (La Sexta) a Mingorrubio para que descansen junto a los de Franco". 

Pablo Iglesias, el 'Señor de las Moscas'. Guillermo Serrano Amat

Qué piel tan fina la suya para las metáforas. Para las de otros. Porque a lo que dijo de García-Ferreras aplicaría lo mismo que dijo cuando se extendió el bulo de que instaba a tirar cócteles molotov a la Guardia Civil: "Cualquiera que se identificase con la caricatura que he representado no sólo sería un psicópata, sería un subnormal profundo".

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En los últimos meses, Iglesias ha incrementado sus ataques a periodistas tanto a izquierda como a derecha del espectro de las líneas editoriales. Lo hace desde las redes sociales y desde su pódcast, La Base. Al tiempo que busca financiación para crear una televisión propia llamada Canal Red para decir su verdad, porque el resto de medios son fruto de "la derecha mediática" y "dicen todos prácticamente lo mismo". De nuevo, según sus propias palabras.

A fin de cuentas, se trata de una persona que, en cuanto tocó un poco de poder, pidió el control de Televisión Española porque pensaba que "el periodismo es un arma que vale para disparar", dijo, citando al italiano Luca Casarini. También ha manifestado que "la existencia de medios de comunicación privados ataca la libertad de expresión". Esa teoría suya no sólo es contraria a la Constitución, sino que sólo sucede en los países que no hay democracia. 

Como ocurría con Jack en El señor de las moscas, ese mantra de la derecha mediática como aglutinante de todo lo malo les llevan, a él y su tribu, a decidir qué significan realmente las cosas y a deformar las críticas hasta convertirlas en un feroz ataque. Después, tiene la necesidad de defenderse, multiplicando los golpes, y señala al periodista que hizo la crítica para que sus fieles huestes vayan detrás.

Pablo Iglesias, en el vídeo de promoción de su nueva televisión, Canal Red. E.E.

Lo ha hecho siempre, pero antes necesitaba a algunos medios para que su mensaje político se difundiese. Ahora desde sus propios canales de comunicación, redobla la apuesta. "Estamos cansados de tirar piedras, queremos un tanque", dijo en el vídeo en el que pedía dinero para fundar Canal Red. Y ahí los periodistas se han convertido en su principal diana.

Normalizar el insulto

"El caso de Pablo es muy particular. Entra en juego su intento de tener el dominio sobre el mensaje político que hay en la izquierda. Además, al crear un medio, le interesa que la critica a la izquierda sea él y no lo que considera el fascismo, o el Ibex-35", asegura César González Antón, director de informativos de La Sexta, cadena contra la que Iglesias también ha focalizado últimamente sus campañas de agitación.

Cuando Pablo Iglesias dio el salto a la política nacional y, en 2016, se sentó en su escaño del Congreso, ya se intuyó cuál podía ser el camino que iba a seguir. Aquel año atacó personalmente al periodista Álvaro Carvajal (El Mundo) en una conferencia, poniendo en duda su trabajo y llegó a decir: "Les veo con cara de miedo, por primera vez, a los periodistas".

Eso fue en abril. Meses más tarde, en junio, se conoció que había hablado sobre la periodista Mariló Montero (entonces en TVE) de forma amenazante y machista. "La azotaría hasta que sangrase", dijo en un chat interno de Podemos que acabó filtrado a la prensa y que cuestionó su bandera feminista.

Al llegar al Gobierno, tras el pacto de coalición con el PSOE en 2020, el hecho de representar al Ejecutivo como vicepresidente no le llevó a moderar su discurso. Por el contrario, planteó en la propia sala de prensa de la Moncloa la conveniencia de "naturalizar el insulto" contra los periodistas. Lo dijo en alusión a Vicente Vallés (Antena 3) por su cobertura de la pieza Dina del caso Villarejo.

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Hay que "naturalizar" que "cualquiera que tenga presencia pública o cualquiera que tenga responsabilidades en una empresa de comunicación o en política" está sometido "tanto a la crítica como al insulto en las redes sociales", respondió Iglesias a las preguntas de por qué Unidas Podemos estaba llevando a cabo una campaña para señalar al presentador de informativos.

Esa actitud le conllevó una reprimenda por parte de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) que consideró "gravísimas" sus palabras. La federación reconoció que la prensa también puede ser criticada, pero cuestionó que Iglesias animara desde el Gobierno "al insulto con un objetivo muy claro: coaccionar e intimidar al periodista para impedir que ejerza libremente su profesión".

Pero por aquel entonces había una especie de respeto táctico por parte de Pablo Iglesias a los medios con líneas editoriales afines. Sin embargo, ahora que no necesita espacio en la prensa tradicional y dedica casi todo su tiempo a fabricar el discurso del partido, se ha implicado en una campaña contra todos aquellos que difundan informaciones (u opiniones) críticas con Podemos. Lo que lleva a muchos a sostener que Iglesias sigue dirigiendo el partido desde la sombra, a través de su embrionario grupo multimedia.

La izquierda es 'suya'

En las últimas semanas, el exvicepresidente del Gobierno ha arremetido contra Pedro Vallín (La Vanguardia) con quien mantenía una buena relación, incluso personal, debido a que el periodista sugirió que Iglesias mantiene desde su pódcast una posición próxima a las tesis prorrusas al informar sobre la guerra de Ucrania.

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También ha señalado al eldiario.es por su cobertura de la cascada de rebajas de penas a condenados por delitos sexuales al albur de la Ley del sólo sí es sí. Ha llamado a darse de baja de dicho medio, ha atacado a su director, Ignacio Escolar, y a otros periodistas del periódico como Esther Palomera, de la que dijo: "El fascismo avanza también gracias a hipócritas como usted".

El exvicepresidente del Gobierno llegó a dedicar parte de un programa de La Base a María Ramírez, subdirectora de eldiario.es, por decir que "Pablo Iglesias confunde la política y el periodismo". Iglesias respondió llamándola "caradura" y aseguró que la activista es ella por haber trabajado antes en El Mundo y en EL ESPAÑOL.

Dentro de esa estrategia, también se ha mostrado muy combativo con La Sexta, especialmente contra Antonio García-Ferreras y Ana Pastor, tras la difusión de los audios de varias conversaciones de Ferreras con el excomisario José Manuel Villarejo. Todo ello, a pesar de que Iglesias ha participado más de 120 veces en espacios de la cadena y ha acudido 35 veces al plató del programa Al Rojo Vivo. De hecho, su éxito político no se explica sin su presencia ante las cámaras.

"Es legítimo que quiera montar un medio de comunicación, aunque es un medio de propaganda de partido, y que quiera hacer una especie de fiscalización de los medios", añade César González Antón. "El problema está en que cuenta mentiras, hace análisis sesgados y ejerce la misma manipulación que denuncia, con un equipo de palmeros en el que no hay una voz discrepante", comenta.

Según su análisis, ya aplicó esa tónica de eliminar voces discrepantes en la política cualquiera que tuviera una opinión distinta a la suya, acababa purgado y expulsado de Podemos y la lleva ahora a sus relaciones con los periodistas. "Todos los periodistas que ha reconocido y alabado han sido eliminados para que sólo quede él", asegura González Antón.

Un ejemplo podría ser la propia Ana Pastor. De ella, Iglesias dijo que cualquiera que quisiera ser presidente del Gobierno tenía que ser entrevistado por Pastor. Ahora, la periodista de La Sexta ha sido víctima de su señalamiento. Después de que un usuario de Twitter recomendase a Pastor que se suicidara, Iglesias fue más lejos e incluso añadió: "Puedes meterte tu hipocresía por donde te quepa".

"Tiene un ejército norcoreano, que no son bots sino personas, que hace cazas en Twitter cuando él agita la bandera. Aunque hay varias periodistas de referencia que ya están diciendo: 'Basta ya de esta cacería', ha conseguido intimidar a algunos periodistas. Tanto que te está costando tener declaraciones para este artículo", subraya González Antón.

Ambiente irrespirable

En efecto. Este diario se ha puesto en contacto con varios de los periodistas a los que Iglesias ha dedicado sus ataques, tanto ahora como en el pasado, y la tónica imperante es el silencio. El presentador de El Hormiguero, Pablo Motos, prefiere no hablar: "No quiero entrar en ello porque ha sido muy intenso y muy desagradable y prefiero dejarlo pasar".

Lo dice después de que el Ministerio de Igualdad, que dirige Irene Montero, hiciera referencia al trato sexista que reciben algunas mujeres en su programa. Posteriormente, Iglesias le dedicó un capítulo de La Base que ya supera el millón de reproducciones, todo un hito para un pódcast.

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"No estoy para confrontar con políticos", dice Esther Palomera. "No voy a entrar en ello porque siempre he vivido ataques de la ultraderecha y no ha habido interés periodístico", añade. Vicente Vallés dice, por su parte, que no tiene interés "en responder a través de otros medios". "Si en algún momento tuviera que decir algo, lo haré", comenta. Todos los demás responden en una línea similar.

La periodista Lucía Méndez (El Mundo) le dedicó una columna el pasado mes de mayo en la que contaba que, anteriormente, trataba y respetaba a Iglesias, pero que los actos del exvicepresidente le han llevado a cambiar de opinión.

Dice que Iglesias no es un periodista porque tiene "ejército, fieles y escapularios", algo que los trabajadores de la comunicación no. "Escribiendo sobre él, nos exponemos a la ira de sus devotos. (...) Por eso muchos periodistas se autocensuran y no hablan de Pablo Iglesias. No quieren que les ponga a parir. Yo misma me he autocensurado. Hasta hoy", escribe.

En su libro LTI. La lengua del Tercer Reich, el lingüista Victor Klemperer decía que "el judío es el hombre más importante en el Estado de Hitler". "Es la cabeza de turco y el chivo expiatorio más popular, el adversario más popular, el común denominador más evidente, el paréntesis más sólido en torno a los factores más diversos", añadía.

Ese mismo afán aglutinador que justifica los excesos está en La Bestia de El señor de las moscas, obra publicada décadas después. Y sigue ahora en muchos de los discursos populistas. Todo está inventado ya, es cuestión de meter la pieza novedosa en el marco para que encaje. Ahora, para algunos, La Bestia es la "derecha mediática" contra la que arremete Pablo Iglesias.

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