Patricia Guasp (Palma de Mallorca, 1977) es la nueva líder de Ciudadanos. La también portavoz del partido en Baleares será ratificada en el cargo este fin de semana tras haber derrotado este jueves en elecciones primarias a Edmundo Bal. Sin embargo, la guerra sigue abierta en la organización, ya que ambos han dejado entrever que se presentarán al nuevo proceso interno que elegirá al candidato a las generales.
La victoria de Guasp es también, en el fondo, una victoria de Inés Arrimadas. La nueva líder fue elegida por la jerezana para disputar con Bal. Y ahora que esa vía ha prosperado, tal y como prometió en campaña, Guasp mantendrá a su antecesora como portavoz en el Congreso de los Diputados.
Guasp obtuvo un 53,25% de los votos frente al 39,34% cosechado por Bal. "La base del cambio", una candidatura minoritaria impulsada desde los municipios, alcanzó el 7,41%. La participación fue del 49,65%.
El primer obstáculo que va a encontrar la nueva líder es la división interna: la oposición a ella misma, y por ende a Arrimadas, es de casi el 47% –la suma de las dos propuestas alternativas–. Edmundo Bal, anoche, a las puertas de la sede, pese a apostar por la "unidad", insistió en la defensa de sus ideas. La campaña ha dejado el partido abierto en canal y se han generado heridas personales difíciles de sanar.
El segundo impedimento tiene que ver con la logística. Guasp compaginará su nuevo cargo con el liderazgo de la organización en Baleares. Va a vivir a caballo entre Palma de Mallorca y Madrid. Para más inri, su secretario general, Adrián Vázquez, también teletrabajará desde Bruselas.
Por último, el apoyo que ha recibido de Arrimadas podría ser también un inconveniente: el hecho de que la jerezana continúe siendo la líder naranja en el Congreso quitará foco a Guasp y hará más difícil que los medios la conozcan. "La líder del partido voy a ser yo a partir de ahora", dijo Guasp en su primera atención a medios tras conocer el resultado. Lo hizo consciente de la complejidad del desafío que afronta.
El futuro de Arrimadas
Arrimadas, que llegó a la presidencia de Ciudadanos en 2020 tras la debacle electoral de Albert Rivera, cederá el testigo en la Asamblea. Se despedirá de sus compañeros con un discurso, aunque se le podrá seguir escuchando en el Parlamento.
"Es lo que a Inés le gusta. Ella nunca quiso ser líder del partido. Es verdad que no lo ha hecho bien y que no ha sabido dar nueva vida a Ciudadanos. Está asumiendo su responsabilidad", cuentan a este diario dirigentes cercanos a Arrimadas.
Sin embargo, los partidarios de Bal, entre ellos la mayoría del grupo parlamentario en el Congreso, consideran que esa "asunción de responsabilidades" debe ir más allá: "Tiene que ceder la portavocía. Si no, la gente la seguirá viendo en la tele y no percibirá cambios".
Hay incluso quien especula con una vuelta de Arrimadas a la primera línea cuando lleguen las primarias para elegir el candidato a las generales. A nadie se le escapa que este ciclo electoral, según las encuestas, podría ser el último de la organización nacida en Cataluña hace ya casi dos décadas. Esa es la opinión de Bal, que llama a Guasp "testaferro" de la jerezana.
Arrimadas guarda silencio. Ha mostrado su apoyo a Patricia Guasp en campaña, pero de una manera comedida. Sin apenas declaraciones públicas. Sin entrevistas. Sin visitar agrupaciones de afiliados.
Se avecina una tesitura todavía más delicada para Ciudadanos. En el momento en que mayor exposición pública necesita el proyecto, se acaba de elegir a dos líderes apenas reconocibles. Al lado de Guasp estará como secretario general Adrián Vázquez, hoy líder de la delegación de eurodiputados naranjas en Bruselas.
El modelo organizativo elegido en este proceso es el de una bicefalia, similar al del PNV. Hay un portavoz político –Patricia Guasp– y un secretario general –Adrián Vázquez–. La primera, el trabajo de puertas hacia fuera. El segundo, la fontanería.
La propia Arrimadas, Begoña Villacís o Guillermo Díaz –los rostros más conocidos de Ciudadanos hoy– apoyarán al nuevo binomio. La jerezana, sin cargos ejecutivos en la organización.
Si no hay un giro radical de los acontecimientos, Edmundo Bal y quienes lo han apoyado continuarán en sus respectivos cargos. Es decir: él seguirá en el Congreso como diputado y, por ejemplo, Paco Igea, permanecerá al frente del partido en Castilla y León.
La nueva dirección instalará, como se ha mencionado con la bicefalia, cambios importantes en el modelo de organización interna, pero no habrá variaciones sustanciales en lo que se refiere a la ideología de Ciudadanos.
Bal proponía una relación más fluida con el gobierno de Pedro Sánchez y así se lo ha recriminado Guasp en campaña. El nuevo Ciudadanos, por tanto, adoptará una línea similar a la de Arrimadas. Defenderá la autonomía del proyecto –eso han prometido en campaña– y se conservarán los gobiernos formados con el PP, siendo el de la ciudad de Madrid el más importante. El equipo de la refundación sí ha trabajado en propuestas electorales "disruptivas" con las que se intentará llamar la atención en campaña.
Ya se han ido presentando los candidatos naranjas a las elecciones autonómicas y municipales. Dicho de otro modo: no hay una integración con el PP a la vista, pese a los continuos ofrecimientos de Alberto Núñez Feijóo.
De hecho, el futuro del partido, así lo conciben dentro, se dirimirá en los comicios locales de mayo. Si Ciudadanos desaparece de parlamentos autonómicos y ayuntamientos, su permanencia en el Congreso de los Diputados se antojará prácticamente imposible.
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