El Gobierno ha retirado del Ministerio de Justicia los retratos de quienes encarnaron esa cartera durante la dictadura. Sin embargo, en aplicación de la Ley de Memoria Democrática, también ha llevado al trastero el de Antonio Garrigues Díaz-Cañabate, que fue ministro ya muerto Franco, en el primer gobierno de la monarquía. También dirigió la SER hasta 1990, estando Prisa en el accionariado; y ostentó la presidencia de honor de la cadena desde aquel año hasta su muerte.
Su hijo, Antonio Garrigues Walker, ha conocido la noticia por una llamada de este periódico. Sin acritud, lleno de asombro, contesta: "Voy a llamar al Ministerio". Es importante la manera de decirlo: hay curiosidad y tristeza, pero no amenaza ni inquina. Efectivamente, llama, pero le contestan que se trata de "la ley".
Paralelamente, EL ESPAÑOL consulta con el propio Ministerio de Justicia, que responde catalogando a Garrigues Díaz-Cañabate –no en particular, sino a todos los ministros de ese primer gobierno monárquico– como "vestigio del franquismo". Sostienen, en un comunicado escrito, que el límite está en la legislatura constituyente, la de 1977.
En 1985, cuando el grupo PRISA se hizo con el mando de la Cadena Ser, Jesús Polanco pidió a Garrigues que continuara en la presidencia. Lo hizo hasta 1990, cuando ya muy mayor, dimitió y fue elogiado con la presidencia de honor.
En aquel momento, los medios de PRISA alabaron a Antonio Garrigues como el dirigente que, en la Transición, había "devuelto la radio a los accionistas después de haber sido intervenida por Franco".
Garrigues Walker, su hijo, reconoce a este diario que será muy difícil que el cuadro de su padre vuelva al Ministerio de Justicia: "Me dicen que es la ley y que hay que ajustarse a ella". Puede concluirse por tanto que, en virtud de la memoria instaurada por el Gobierno, incluso al presidente de un medio tradicionalmente afín al PSOE puede describírsele como "vestigio del franquismo".
"Mi padre dedicó muchísimo esfuerzo a luchar por la democracia, a intentar lograr la apertura de España al mundo. El Gobierno juega con datos incompletos. La retirada de ese cuadro supone una enmienda a la totalidad de lo que fue la misión más importante de su vida", remacha Garrigues Walker, que se ofrece a "conversar" con Moncloa para "aportar toda la información que sea necesaria".
En aquel gobierno presidido por Carlos Arias Navarro, el primero de la monarquía tras la muerte del dictador, también encabezaron carteras Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Manuel Fraga o José María de Areilza, todos ellos considerados después piezas imprescindibles de la Transición. Fraga, que era responsable de Gobernación, solía quejársele así a Garrigues, que dirigía Justicia: "¡Es que yo meto a la gente a la cárcel y tú la sacas!".
"Mi padre fue ministro de una monarquía, no de una dictadura. Es importante resaltar ese factor", concluye su hijo, que también dirigió el mítico despacho de abogados. Garrigues Díaz-Cañabate fue uno de esos monárquicos cercanos primero a don Juan y luego a Juan Carlos I que, desde dentro, intentó empujar al franquismo hacia la democracia.
"Don Juan Carlos sucede a Franco, pero no al franquismo", solía decir Garrigues Díaz-Cañabate en aquellos momentos turbulentos tras la muerte del dictador.
Una biografía
Conviene empezar, no obstante, por el principio. Antonio Garrigues Díaz-Cañabate nació en Madrid, año 1904. Cumplió lúcido los cien años. Falleció en 2004, también en la capital.
Estudió Derecho. En la universidad, comenzó a frecuentar ambientes intelectuales. Fue íntimo amigo de Fernando de los Ríos, José Bergamín o Sánchez Mejías. Todos testigos de su boda. Todos republicanos. Con Bergamín y otros tantos, precisamente, fundó la revista Cruz y Raya.
Él mismo también fue republicano. Creyó en el 14 de abril. De hecho, fue director general de los Registros y del Notariado con el nuevo régimen, pero pronto dejó su puesto para dedicarse a la empresa privada. Decepcionado con la incapacidad de la República para unir a los distintos, militó en el concepto orteguiano del "no es esto, no es esto".
Al comenzar la guerra, ya estaba casado con Helen Walker, una mujer norteamericana hija de un importante mandatario de la Telefónica. Al ser ella protestante, se casaron por boda mixta en la iglesia de Los Jerónimos.
Walker, emprendedora y dinámica, tenía muy buena relación con la embajada de su país. Por eso, mientras duró el conflicto, la casa de los Garrigues ostentó inmunidad diplomática y, en su suelo, durmieron decenas y decenas, quizá cientos, de perseguidos.
Antonio Garrigues participó en la Quinta Columna. Se dice que colaboraba en escaramuzas para liberar presos del bando nacional. Una noche, regresando de una de sus misiones, lo acompañaba Joe Kennedy, hermano del que sería presidente de los Estados Unidos.
Fueron sorprendidos por una patrulla de milicianos. Les salvó la nacionalidad americana de Kennedy. Muchos años después, cuando Garrigues fue nombrado embajador de España en Estados Unidos (1962), pudo contarle la anécdota al presidente. Se fraguó una complicidad inusual y Garrigues se convirtió en el único diplomático del mundo con acceso casi total a la Casa Blanca.
Era el de Exteriores el ministerio más aperturista de la dictadura. Lo dirigía Fernando Castiella. Ya en ese tiempo, Garrigues consideraba "retrógrado" el régimen de Franco y trabajaba para que el resto de países, en este caso Estados Unidos, cambiaran esa opinión e hicieran negocios con España.
Las revistas de los ochenta compararon hasta la infinidad a las dos familias, Garrigues y Kennedy. Por su atractivo personal, por su riqueza, por su influencia política y por su facilidad para hacer negocios. Hubo un tiempo, incluso, en que las dos familias se cruzaron. Antonio Garrigues Díaz-Cañabate compartió una "amistad amorosa" –son palabras de su hijo– con Jackie Kennedy, la viuda del presidente.
Hay unos versos –escribía poesía en sus ratos libres– que pueden resumir la visión de Garrigues Díaz-Cañabate, intelectual católico, sobre el conflicto fratricida y la dictadura: "Buscaba una paz, viniendo de una guerra, donde siendo vencido yo venciera. Y al buscar estas cosas, en el fondo, solamente, me buscaba a mí mismo, desesperadamente. Hasta que un día... ya recuerdas, Señor, lo que pasó ese día en que se hicieron una tu pasíón y la mía".
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