Los líderes de la Unión Europea han abierto la puerta a la construcción de verjas o zanjas en las fronteras exteriores de la Unión. Al final, el término elegido es el de "infraestructuras": suficientemente ambiguo para sortear la negativa de la Comisión a que la financiación comunitaria se utilice para amurallar a la UE, pero lo bastante explícito como para que Austria, Hungría o los bálticos desbloquearan la cumbre.
Dentro del documento de conclusiones del Consejo Europeo extraordinario celebrado este jueves en Bruselas, los jefes de Estado y de Gobierno piden a la Comisión que "movilice inmediatamente fondos y medios sustanciales de la UE para ayudar a los Estados miembros a reforzar las capacidades e infraestructuras de protección de fronteras, los medios de vigilancia, incluida la vigilancia aérea, y equipamientos".
Los líderes de los Veintisiete celebraban esta cumbre extraordinaria de febrero enfrentando un punto de inflexión clave. El Pacto de Migración y Asilo se lleva dilatando "legislatura tras legislatura", en palabras de Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo. "Le he pedido a los jefes de Estado y de Gobierno mayor compromiso y pasos decididos, y que cumplan sus obligaciones morales".
Después de un año en el que los países miembros han acogido, sin mayor polémica, a alrededor de siete millones de ucranianos huidos de la invasión rusa en su país, el foco de los gobiernos más nacionalistas ha vuelto a cambiar. Y es que todas las rutas de entrada han registrado enormes incrementos -salvo en las españolas-.
Concretamente, en la de los Balcanes se han llegado a duplicar los flujos migratorios de años anteriores.
Las cifras oficiales de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) registraron alrededor de 280.000 entradas irregulares hasta octubre de 2022, un 77% más que en 2021. Ésta es la cifra más alta desde la llamada crisis de refugiados en 2015 y 2016.
Así, el debate exacerbado durante aquella etapa por la oleada de solicitantes de asilo procedentes de las guerras en Siria o Afganistán -y calmado en los países del flanco este cuando, el año pasado, las llegadas comenzaron a ser de ucranianos- ha vuelto a la palestra.
De hecho, el canciller austriaco, Karl Nehammer, llegaba este jueves a Bruselas con la amenaza clara de paralizar la cumbre si el resto de líderes se negaba a abrir la puerta a la financiación de verjas en los bordes exteriores de Bulgaria, esencialmente con Turquía.
En su mismo bando se posicionaron las repúblicas bálticas -amenazadas por la entrada de rusos y bielorrusos por sus porosas fronteras cruzadas por el Corredor de Suwalki, que une Rusia con el enclave de Kaliningrado- y Hungría, esencialmente.
El ultranacionalista húngaro, Viktor Orbán, aterrizaba el jueves en la capital europea minutos después de que, desde Budapest, su ministro de Gobernación y mano derecha, Gergely Gulyás, amenazara al Consejo en estos términos: "Esperamos que la UE vuelva al sentido común, porque si no es capaz de defender sus fronteras externas, los países volveremos a proteger nuestras propias fronteras".
España, atrapada
Hungría levantó en 2015 verjas de protección en su frontera con Serbia, por lo que ha sido muy criticada. Así, parece rebrotar el proteccionismo migratorio similar al de aquella crisis de refugiados, que demostró la incapacidad de la Comisión para manejar el problema.
Y ante las últimas negociaciones del Pacto de Migración y Asilo, que debe cerrarse durante la presidencia española del segundo semestre de 2023, el Gobierno de Orbán se ha hecho fuerte: "Bruselas debería financiar la mitad del coste de las vallas, por lo que le debería más de 500 millones de euros a Hungría", advertía Gulyás.
La cumbre se alargó, precisamente por la discusión migratoria, hasta pasadas las 2.00 de la madrugada. Y a la vista de las conclusiones, las posiciones más duras se llevaron el triunfo buscado.
La posición española era ambigua. Pedro Sánchez también reclamaba a sus socios un mayor compromiso con "la dimensión exterior" del problema migratorio. Pero, como insistía durante la rueda de prensa que concedió en un edificio del Consejo ya casi vacío a los medios españoles, su enfoque pretendía ser más "positivo".
Es decir, que la UE debe "trabajar con los países de origen y tránsito, llegando a acuerdos de colaboración, intercambios de información y políticas conjuntas". Es decir, con incentivos en lugar de castigos, "como lleva haciendo nuestro país con éxito los últimos 15 años en Mauritania o Senegal", apuntaban fuentes de su entorno.
Ésa fue la oferta del presidente. Aunque eso sí, Sánchez hubo de admitir que su Ejecutivo no se opone, ni siquiera de inicio, a la financiación común de esas verjas. En todo caso, fuentes de la delegación de Moncloa confesaban sentirse más cómodas con el uso del concepto "infraestructuras".
Ideología o realidad
El presidente no entró en detalles ante los periodistas, y sólo una hora después de su comparecencia, fueron publicadas las conclusiones de la cumbre. Este documento es lo que, realmente, se negocia en las reuniones de representantes permanentes previas y, finalmente, durante el plenario.
Según estas fuentes españolas en la UE, el término "infraestructuras" es más amplio, y puede incluir también otro tipo de instalaciones "menos agresivas" que la idea de amurallar los bordes exteriores: como "mejoras en la seguridad y en la logística de los pasos fronterizos", o "puestos de vigilancia automatizados".
Pero lo cierto es que, aunque España es borde sur y eminentemente marítima de la Unión, no hay que olvidar que el nuestro es el único país con frontera terrestre en África. Y ambas ciudades autónomas, Ceuta y Melilla, cuentan con verjas dobles y triples, además de todo tipo de instalaciones para proteger los pasos.
En el fondo, estaba atrapado y cualquier postura fija de Sánchez habría sido incoherente: o por su posición "ideológica" -si apoyaba expresamente las verjas- o por la realista -rechazando lo que efectivamente hace España-.
De ahí que las fuentes del Gobierno español admitieran que España no se opondrá a la financiación del amurallamiento. Y de ahí el discurso ambiguo de Sánchez antes de irse de Bruselas.
"Siempre digo que no compartimos visión securitaria de otros países. El desafío de la inmigración irregular y de las mafias no se resuelve con vallas o muros más altos", remarcó el presidente. "Pero la Comisión será quien decida. Y aunque no es la política que más nos gusta, en aras del acuerdo, veremos cómo evoluciona", admitió, como se comprobaría después en el documento oficial de conclusiones de la cumbre.
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