El Gobierno de UCD se reúne por última vez: "Los políticos de hoy no tienen sentido de Estado"
EL ESPAÑOL convoca un Consejo de Ministros de UCD con motivo de los 40 años de la disolución del partido para analizar la situación política.
18 febrero, 2023 02:59Lo más importante de esta historia es lo que no se puede escribir. Bajan por la escalera los ministros de la UCD. Les espera una "mesa imperial". Así la llaman los camareros de la cripta del Café Gijón, que lo han puesto todo a punto para esta resurrección. En unos minutos, van a volver a reunirse los gobiernos de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo. Será, casi seguro, la última vez. No se puede escribir ese abrazo contenido pero emocionante; esos ojos que son un vidrio a punto de estallar. Sólo se puede mirar.
Se van quitando los sombreros. Van arrumbando las gabardinas en una mesa. Unas encima de otras. En eso siguen siendo jóvenes. Palmadas en la espalda, bromas, recuerdos. Se cogen por los hombros, se miran como si se confirmasen: "Jode, aquí estamos". Todo muy rápido. ¡Tienen tantas cosas que contarse! Todos pasan de los ochenta, algunos rozan los noventa. Miran las sillas vacías de alrededor. Evocan a los que ya no están.
"¡Marcelino! ¡José Manuel! ¡Hombre, Jaime! ¡Pero si ha venido Bustelo!". "¡Estamos vivos!", "¡venimos del más allá!", "oye, sí, vosotros, los de El Español, ¿cómo se os ocurre reunirnos en una cripta? ¡hay que tener mala leche!", "preparaos, que nos presentamos a las elecciones".
Si tomamos como referencia el segundo gobierno de Suárez –ya salido de las urnas y nutrido de la UCD–, fueron un total de 53 ministros entre 1977 y 1982. Han muerto 29. Sobreviven 23, de los cuales casi media docena sufre enfermedad cognitiva irreversible. Hemos hablado con esos 17 supervivientes. Esta mañana toman asiento 10. Mandarán saludos desde sus casas, por no poder trasladarse, todos los demás.
Toda esta historia empieza con un mensaje (SMS en algunos casos) que dice: "Querido ministro de la UCD". Y un cruce de llamadas y de agendas contra reloj. Acabará, probablemente, con un grupo de WhatsApp. "Danos los teléfonos a todos, ¡cuánto tiempo sin hablar!".
Hoy, 18 de febrero, se cumplen cuarenta años de la disolución de UCD. La muerte de aquel proyecto no tuvo nada que envidiar en términos sangrientos a las guerras de los partidos de hoy. "Bueno, con un matiz. Nosotros no nos insultábamos. Nos matábamos, pero sin insultar", bromea José Luis Leal (Economía), que no ha podido venir por tener una cita inaplazable con el médico.
Fue oscura, es cierto, la muerte de UCD. Pero resulta tan luminoso su legado que hemos decidido darle la vuelta al calcetín de la efeméride. Por decirlo con palabras de Suárez: "Conseguimos instaurar el arte de convivir, de colegislar, de favorecer la competencia y de invitar a la aventura de dibujar un futuro patrio sin modelo ni antecedentes; y no solo sin derramar una gota de sangre, sino sin imponer nada, haciendo normal lo normal. Normalizando la normalidad".
Vamos a analizar el presente a través de la memoria, la monarquía, los líderes de hoy, el mirlo del centro político o el auge del nacionalismo. Por fin se sientan. No podemos repetir lo del humo. La UCD fue también una gran nube de humo de tabaco. Quieren café y churros.
Hay que esperar, primero la foto del Consejo de Ministros. "Habréis traído varios decretos, ¿no? ¡Que venimos a trabajar!". Ignacio Camuñas (Relaciones con las Cortes) aporta incluso una cartera parecida a la ministerial. Marcelino Oreja (Exteriores) descubre un cartel enorme de la UCD.
Mientras los fotógrafos colocan a los presentes, una breve definición de la Unión del Centro Democrático. Fue la plataforma montada en torno a Suárez para que el ya presidente concurriera a las primeras elecciones, las de 1977. Ganaron entonces y volvieron a ganar en 1979. Se disolvieron en 1983 tras un estrepitoso batacazo en las urnas de 1982, cuando Felipe González logró su mayoría absoluta.
Dicen hoy estos ministros que UCD murió por haber cumplido el "objetivo social de la empresa". Estabilizado el sistema democrático, la marca ya no tenía razón de ser. Es verdad que llegó a constituirse como partido, pero en la práctica siempre fue una coalición. En ella recalaron formaciones de izquierdas, democristianas, liberales, conservadoras que querían dejar atrás el franquismo.
Emilio Attard, uno de sus inspiradores, describió la UCD como la "póliza de seguros de la tranquilidad en el cambio". Tuvieron una ventaja: cuando hubo que votar, su candidato ya venía siendo presidente del gobierno por designación del rey. Suárez aportó, entonces, el poder; y los partidos que lo arroparon... la legitimidad democrática. Así se lo dijo Attard: “Mira, Adolfo, tú has aportado el poder, pero los que estamos detrás de ti hemos aportado la legitimidad democrática de la que tú carecías”.
–¡Eh, eh, oigan! Que queremos hablar. ¡Disparen ya la foto!
–Si les parece, primero vamos a pasar lista.
–¡Esto va a parecer la mili! (...) Yo no voy a decir "presente", no vaya a ser que... [lo de "presente" lo decían mucho los falangistas]
"Marcelino Oreja, ministro de Asuntos Exteriores. Rodolfo Martín Villa, ministro de la Gobernación y vicepresidente del gobierno. Jaime Lamo de Espinosa, Agricultura y adjunto a la Presidencia. José Manuel Otero Novas, ministro de la Presidencia. Enrique Sánchez de León, Sanidad. Ignacio Camuñas, Relaciones con las Cortes. Carlos Bustelo, Industria. Rafael Arias-Salgado, Presidencia. Federico Mayor Zaragoza, Educación y Ciencia". Van asintiendo todos. Soledad Becerril, Cultura, va a llegar más tarde. Tenía que dar clase a sus alumnos, todos ellos exiliados políticos.
Nos manda saludos desde Málaga José Enrique Martínez Genique (Agricultura). Jesús Sancho Rof (Presidencia) hace lo propio desde Pontevedra y se ofrece a opinar por correo electrónico. Ignacio Bayón (Industria) se disculpa por estar a "mil kilómetros de distancia", pero se declara "moralmente presente". Igual que Santiago Rodríguez-Miranda (Trabajo) desde Mallorca. Matías Rodríguez Inciarte (Presidencia) es el más joven y todavía trabaja. No ha podido venir por coincidirle la cita con un Consejo de Administración. Manuel Núñez (Sanidad y Consumo) está hoy enfermo.
Los que no han podido atender el teléfono por "estar muy malos" son José Lladó (Comercio), Rafael Calvo (Trabajo), José Luis Álvarez (Transportes) y Félix Núñez Miyares (Trabajo). Luis Cosculluela (Administración Territorial) está en paradero desconocido.
¡Nos dejábamos a Juan Antonio Ortega y Díaz-Ambrona (Educación)! También está fuera, pero nos recomienda su libro Las transiciones de UCD (Galaxia Gutenberg, 2020). Leemos. Nos percatamos de lo difícil de la misión: "El quinquenio de UCD se desarrolló bajo la vigilante oposición del PSOE de González, el ojo crítico de Fraga y el avizor de nacionalistas vascos y catalanes, que iban ensayando su insistente bolero de Ravel. Todo ello aderezado con atentados terroristas, resistencia numantina de los ultras y riesgo de golpe militar".
Sentados a la mesa, reunido e iniciado el Consejo de Ministros, hablan de la Ley para la Reforma Política. De las discusiones de Fraga con Torcuato Fernández-Miranda. Es la Transición un mundo todavía por descubrir. Pese a todo lo escrito, parece que quedan hechos por conocer.
Sobre el presente, una amplia mayoría (con la excepción de Mayor Zaragoza) habla de la Ley de Memoria como "un disparate". Todos cierran filas con el rey Juan Carlos: les incomoda hablar de su evasión fiscal. Algunos cambiarían la ley electoral para laminar la "influencia de los nacionalistas"; otros no creen que sea factible.
Trazan esta reflexión para los jóvenes: hoy, ahora que resucitamos los gobiernos de la UCD, han pasado cuarenta años desde la Transición. Los mismos que habían pasado entonces desde la Segunda República.
Si un periodista hubiese tenido en 1978 una idea similar a esta –reunir a los ministros de la República–, habría encontrado "ausencias diferentes": "No habrían faltado, como en nuestro caso, por muerte natural. Sino por asesinato. Algunos en zona republicana, otros en el lado de Franco. Dejado a un lado a ETA, nosotros no hemos sufrido persecuciones. Vosotros, los jóvenes, tampoco. Ese es nuestro legado. Nuestro y de las demás fuerzas políticas emergentes de entonces".
Mientras se va hilvanando la tertulia, los vamos sacando uno a uno al plató que hemos improvisado en la esquina de la cripta. Todos responden a las mismas preguntas.
Rafael Arias-Salgado
Arias-Salgado (Madrid, 1942) conoce la psicología del poder y de los partidos, que no son lo mismo. Fue secretario general de UCD casi todo el tiempo. También ministro de la Presidencia de Adolfo Suárez, ministro de Administración Territorial de Calvo-Sotelo y hasta ministro de Fomento con Aznar. Se jubiló tras presidir la filial española de Carrefour.
Tiene algo Arias-Salgado que inspiró la confianza de los presidentes. Una manera de mirar, una cadencia al hablar. La credibilidad. Lo fue todo para Suárez, personaje que hoy nos ocupa. Fue uno de los primeros en conocer su discurso de dimisión. Y lo corrigió, como con tantos papeles del primer líder de la Democracia. Suárez era la intuición; Arias-Salgado, la idea.
¿Por qué todos los partidos políticos de centro en España acaban muriendo con rapidez y de forma cruenta?
El centro es muy difícil de definir en términos sociopolíticos. Tiene una característica singular: es absolutamente inflexible en todo lo que afecta a la democracia representativa y al Estado de Derecho. Cualquier ambigüedad en torno a esos dos grandes ejes sitúa al partido más a la derecha o más a la izquierda.
UCD tenía un grupo de líderes de primerísimo nivel, de gran altura política e intelectual. Se fundó una agrupación en virtud del modelo europeo de posguerra, inspirada en las democracias cristianas occidentales. Convivían dentro el liberalismo y la socialdemocracia. Con la suma de ese centro-derecha y ese centro-izquierda se logró la UCD, que cumplió el objetivo de estabilizar un sistema democrático.
¿Cuál es el proyecto político que mejor representa hoy el legado de la UCD?
Fundamentalmente, y en su actual evolución, el Partido Popular.
¿Cuáles son las diferencias entre los políticos de hoy y los de su generación?
Es muy difícil responder. Habría que hacer referencias individuales. Si me pide que le conteste como colectivo… Creo que nosotros teníamos un sentido de Estado mucho más pronunciado que el de los políticos de hoy, guiados por un partidismo estricto.
También es importante destacar que una gran parte de los dirigentes de UCD pertenecía a los altos cuadros del funcionariado español. Eso implicaba, casi a priori, una formación intelectual y un concepto de Estado que les hacía aptos para participar en la Transición.
Momento de más luz y momento de más oscuridad de la UCD.
El momento de más luz fue la victoria electoral de marzo de 1979, que reflejó el éxito del proceso constituyente. El de más oscuridad fue el 23-F. También la marcha de Adolfo Suárez de UCD.
¿Cambian su opinión sobre Juan Carlos I las informaciones conocidas acerca de su evasión fiscal?
No. Debemos a Juan Carlos I, como jefe del Estado, el impulso y la protección permanente de una Transición ejemplar. A mi juicio, eso es lo que quedará en la Historia. Cualquier consideración sobre su vida personal será siempre de menor importancia.
La Ley de Memoria incluye una comisión pactada con Bildu que habla de "investigar vulneraciones de derechos humanos hasta 1983". Eso engloba el periodo de los gobiernos de UCD. ¿Qué piensa?
Esa ley hay que derogarla. Es absolutamente inadmisible que, teniendo España un Estado de Derecho, se pretenda investigar algo así al margen de los tribunales de justicia.
¿Cambiaría la ley electoral para evitar la dependencia de partidos nacionalistas?
Es muy difícil. Nosotros constitucionalizamos la ley electoral: dos diputados fijos por provincia, sistema de representación predominantemente proporcional y la provincia como circunscripción. Para hacer eso, para cambiar todo eso, habría que reformar la Constitución. Me parece enormemente complicado.
José Manuel Otero Novas
“¡Este es el que más sabe!”, dicen sus compañeros al verlo bajar por las escaleras a la cripta del Café Gijón. Don José Manuel (Vigo, 1940) intentó una primera Transición en el gobierno de Arias Navarro, del que formó parte en el ministerio que dirigía Fraga. Luego controló la agenda del Consejo de Ministros de Adolfo Suárez. Por eso, tras las primeras elecciones, el presidente, legitimado democráticamente el cargo, hizo de don José Manuel su ministro de la Presidencia.
Allí conoció los secretos del primer presidente. Lo asesoró, le ayudó con sus textos, con sus discursos. Abogado de Estado, merodeó la ley para la reforma política. Luego fue, también con Suárez, ministro de Educación. El último con competencias sobre toda España. ¡Quién lo pillara! Pasó por el PP. Al retirarse, se vinculó al CEU y trabajó como abogado para las empresas más importantes del país. Mucho sentido del humor, gran gesticulación al hablar, casi un balanceo.
¿Por qué todos los partidos políticos de centro en España acaban muriendo con rapidez y de forma cruenta?
Mi posición seguramente no coincida con la de mis compañeros. Creo que el centrismo es sublime y que ha tenido papeles estelares en la Historia. Pero el centrismo sólo es útil en momentos en que hay que unir posiciones enfrentadas. Lo jugó, por ejemplo, Cánovas al término de la primera República.
Lo jugamos nosotros también. Pero nuestro momento era otro. La UCD desapareció porque había cumplido su objeto social. Tenía que desaparecer o convertirse en otra cosa.
¿Cuál es el proyecto político que mejor representa hoy el legado de la UCD?
Es muy difícil responder a eso. En función de lo que acabo de decir, ninguno. No estamos en un tiempo como el que alumbró la UCD.
¿Cuáles son las diferencias entre los políticos de hoy y los de su generación?
Hay una primera diferencia sociológica, marcada por cada momento de la Historia. Los políticos de la Transición no éramos políticos profesionales. Fuimos a la política con la idea de dejarla pronto. Hoy sucede todo lo contrario. No en exclusiva, pero sí en muchísimas cosas. Juventudes, concejales, parlamentarios autonómicos… Es una carrera.
Eso tiene algunas ventajas para la política: hacen ciertas cosas mejor que nosotros. Pero esa profesionalidad entraña dos cuestiones muy graves: el político profesional no tiene otra profesión y le falta un cierto conocimiento de la vida. No tienen cultura y con esto no me refiero a la intelectualidad, sino a la cultura de la vida.
El otro gran inconveniente es que el político profesional necesita llevarse bien con sus jefes de partido para ganar el pan de sus hijos. Eso crea una posición de subordinación que conforma un hándicap peligroso para el sistema democrático.
Momento de más luz y momento de más oscuridad de la UCD.
El momento más importante fue la aprobación de la ley para la reforma política. No existía la UCD, pero lo hicimos quienes luego constituimos el partido. Basta mirar a la Historia para darse cuenta de que ese suceso, en 1976, difícilmente se encuentra en otros periodos. Convencimos a los dirigentes del franquismo y a todas las fuerzas políticas emergentes.
Si no se hubiera convencido a los dirigentes del franquismo, habríamos vuelto a la ruptura. Eso habría significado el regreso a las tendencias políticas que había en la España de 1936. Cuando fui a votar la ley para la reforma política, se me saltaron las lágrimas.
La última semana de enero de 1977 fue, por ejemplo, muy dura. Dimos por hecho aquel fin de semana que iba a haber un golpe de Estado. Creí que íbamos a ser detenidos. Hubo varias ocasiones así. Otro momento muy duro fue el 23-F.
¿Cambian su opinión sobre Juan Carlos I las informaciones conocidas acerca de su evasión fiscal?
No he seguido esos asuntos muy de cerca. Pero, ¿qué quiere que le diga? Le contaré mi experiencia. En un determinado momento, don Juan Carlos recibió un yate de Arabia Saudí. Me lo contó Suárez y le dije: “Lo entregará al patrimonio nacional, ¿no?”. Suárez me contestó: “¿Se lo dices?”. Fui a ver al rey.
Don Juan Carlos no lo dudó ni un minuto. Así lo hizo. Luego he escuchado que recibió no sé qué cosas. Lo hecho así, si es que lo ha hecho, está mal. El rey hizo mucho a favor de la democracia. Yo nunca fui monárquico y se lo dije a él: “Le voy a ayudar porque creo que esta es la mejor solución para establecer un sistema democrático”.
Juan Carlos de Borbón merece más aplausos. Un dirigente comunista me dijo: “Hizo aquello porque no le quedaba más remedio para subsistir”. Tenía todos los poderes de Franco y renunció a ellos. Creo que los españoles no lo valoramos lo suficiente. ¿Tenía que hacerlo? ¡Claro! Pero renunció. Nosotros, los españoles de a pie, no renunciamos a nada. Al revés: ganamos y subimos varios escalones.
La Ley de Memoria incluye una comisión pactada con Bildu que habla de "investigar vulneraciones de derechos humanos hasta 1983". Eso engloba el periodo de los gobiernos de UCD. ¿Qué piensa?
No quiero ofender a nadie, pero me parece un sinsentido. No entiendo qué significa todo esto. ¿Por qué no investigan hasta 1995? ¡O más adelante! Deberían revelar las verdaderas razones que les inspiran.
¿Cambiaría la ley electoral para evitar la dependencia de partidos nacionalistas?
Es un tema muy recurrente en conversaciones políticas y periodísticas. Fui partidario del sistema proporcional actual a la muerte de Franco. Fraga quería un sistema mayoritario, venía de Reino Unido y le parecía que funcionaba muy bien. Hoy, esa postura se ha extendido mucho. Precisamente por aquello de solucionar la crisis territorial.
Lo he estudiado mucho y creo que es una equivocación. Un sistema mayoritario no solucionaría la crisis territorial. Se confunden elementos: una cosa es que veinte diputados catalanes manden en España como si fueran doscientos; y otra que con un sistema mayoritario no obtuvieran los veinte. Hicimos la prueba y sacarían lo mismo.
En mi opinión, lo que genera la tensión territorial y la deriva actual es la necesidad de los gobiernos de contar con los partidos periféricos en cinco momentos clave de cada legislatura: la votación de investidura y los cuatro presupuestos. Lo que hay que hacer es que no se necesite la mayoría absoluta en esas tesituras. Una alternativa: que el presidente sea elegido directamente por el pueblo, y no por el parlamento.
Ignacio Camuñas
Ignacio Camuñas (Madrid, 1940), ministro de Relaciones con las Cortes del primer gobierno de Suárez. Ministro soltero, cosa que no era frecuente. Eso le valió una negrita de Umbral, que lo llamaba “Nacho de noche”. Líder de una organización llamada Partido Demócrata Popular, pionera del liberalismo en España. Familia liberal de la UCD. Capitaneó esa corriente junto a Joaquín Garrigues Walker. Primer español en el Club Bilderberg. Hace unos años fundó Vox, pero tardó poco en desvincularse.
Los Camuñas y los Garrigues son de esas familias que, salvando las distancias, podríamos asemejar a los Kennedy norteamericanos. Este Camuñas, Ignacio, es irónico. Es narrador. Fue editor literario y se nota.
¿Por qué todos los partidos políticos de centro en España acaban muriendo con rapidez y de forma cruenta?
Los partidos de centro son, a mi juicio, instrumentales. Nacen al servicio de una operación política. Cuando esa operación concluye, tal partido deja de tener sentido en el tablero político.
¿Cuál es el proyecto político que mejor representa hoy el legado de la UCD?
Ninguno. Porque la UCD fue, en realidad, una coalición, a pesar de que se constituyó formalmente como partido político. No llegó a ser jamás un verdadero partido. Por eso tenía unas tensiones internas derivadas de las marcas que la conformaban. Me resulta muy difícil responder a su pregunta.
¿Cuáles son las diferencias entre los políticos de hoy y los de su generación?
Nosotros veníamos de ejercer nuestras respectivas actividades profesionales. Ante la llamada verdaderamente ilusionante de construir una nueva España, democrática y europea, abandonamos nuestros trabajos para incorporarnos a la política. Eso no sucede hoy y la diferencia es fundamental. Ahora, los políticos son profesionales de la política.
Momento de más luz y momento de más oscuridad de la UCD.
Hay dos momentos cruciales en la vida de UCD: las primeras elecciones generales, en 1977, con la formación de un gobierno que abre definitivamente el portón a la Democracia; y la aprobación de la Constitución. El momento más oscuro fue, para mí, cuando Adolfo Suárez se dio de baja de UCD para fundar el CDS. Eso supuso el descabello de la marca.
¿Cambian su opinión sobre Juan Carlos I las informaciones conocidas acerca de su evasión fiscal?
No soy una persona dada a enjuiciar las conductas de los demás. El legado político de Juan Carlos I es extraordinario. Muy relevante para la Historia de España.
La Ley de Memoria incluye una comisión pactada con Bildu que habla de "investigar vulneraciones de derechos humanos hasta 1983". Eso engloba el periodo de los gobiernos de UCD. ¿Qué piensa?
La Ley de Memoria es un disparate político, un atentado contra el conjunto de libertades que adornan todo sistema democrático. La libertad de pensamiento, la libertad de cátedra… Toda la ley me parece recusable.
¿Cambiaría la ley electoral para evitar la dependencia de partidos nacionalistas?
Sí. Para evitar esa dependencia y para evitar la extraordinaria fragmentación que ha alcanzado el Congreso de los Diputados. Todo esto no permite una labor constructiva en la vida política nacional. No se puede trabajar en un Parlamento con más de quince partidos. Conviene una racionalización y una reforma de la ley electoral.
Soledad Becerril
Llega pitando cuando algunos de sus compañeros ya se han marchado. No ha podido venir antes. Imparte clases de español, como voluntaria, a los exiliados del mundo. Puede sonar rimbombante, pero es así. Sus alumnos provienen de distintos países y todos ellos comparten el exilio como circunstancia.
Fue la primera mujer ministra de la democracia. Antes, sólo Federica Montseny había ocupado una cartera. Ocurrió durante la Guerra Civil, en el bando republicano. Doña Soledad (Madrid, 1944) se encargó de la Cultura. Después, ya con el PP, se convirtió en alcaldesa de Sevilla. “Ya sé que eso no fue con UCD pero, oiga, déjeme decirlo que estoy muy orgullosa de aquello”. Su último cargo fue el de Defensora del Pueblo. Cuando a uno le mira doña Soledad, con esos ojos azules y ese gesto seguro… uno se echa a temblar y se pone a tomar apuntes.
¿Por qué todos los partidos políticos de centro en España acaban muriendo con rapidez y de forma cruenta?
Los partidos de centro, a lo largo de las últimas décadas del siglo XIX y también durante la Segunda República, jugaron papeles muy importantes siendo pequeños. Siempre ha sido difícil configurar una formación de centro. Creo que sucede porque la izquierda y la derecha absorben parte de su ideología. Toman una parte del centro.
¿Cuál es el proyecto político que mejor representa hoy el legado de la UCD?
Hay una parte dentro del PSOE que es socialdemócrata y que se llevaría bien con la UCD. Y luego hay una gran parte del PP que se llevaría bien con la UCD. Pero es que el PSOE ha cambiado mucho…
¿Cuáles son las diferencias entre los políticos de hoy y los de su generación?
Cuando entré en política, allá por 1977, había gente con gran capacidad intelectual. Hoy echo en falta el buen trato y las buenas formas. Eran mucho mejores hace décadas que ahora. El trato entre adversarios era mejor. Hoy se escuchan unos adjetivos y unos calificativos que no se escuchaban en los tiempos de UCD.
Momento de más luz y momento de más oscuridad de la UCD.
El momento de más oscuridad, no sólo para la UCD, fue el intento de golpe de Estado de febrero de 1981. Afortunadamente, no prosperó. Juan Carlos I y Adolfo Suárez jugaron un papel muy importante. Luego hubo otros momentos muy dramáticos: todos los atentados terroristas.
¿Cambian su opinión sobre Juan Carlos I las informaciones conocidas acerca de su evasión fiscal?
Don Juan Carlos fue fundamental en la Transición. Dirigió el tránsito de la dictadura a la democracia. Cuando fue proclamado rey en las Cortes, ya habló de caminar hacia la democracia y de servir a todos los españoles. Estamos hablando de 1975. Lo respeto enormemente y admiro su trayectoria política. No me pronuncio sobre otras cuestiones.
La Ley de Memoria incluye una comisión pactada con Bildu que habla de "investigar vulneraciones de derechos humanos hasta 1983". Eso engloba el periodo de los gobiernos de UCD. ¿Qué piensa?
Es un disparate, una ley sectaria. La norma revive el franquismo y la Guerra Civil. No busca ni pretende la concordia. Apenas recuerda la amnistía de octubre de 1977, que fue fundamental para nuestra Historia.
La memoria nunca es total, siempre es parcial. Recordamos unas cosas y olvidamos otras. Esta ley sólo recuerda una parte de la Historia. Se denomina, le pongo comillas, “democrática”. Pero se olvida del terrorismo de ETA.
¿Cambiaría la ley electoral para evitar la dependencia de partidos nacionalistas?
Es muy complicado modificar la ley electoral. Porque ya la Constitución habla de un sistema proporcional. Esa reforma requeriría unas mayorías muy difíciles de alcanzar.
Una propina: déjeme preguntarle por cómo fue ser la primera mujer ministra en España.
En la legislatura constituyente de 1977, éramos once diputadas en una Cámara de 350 personas. Sólo había seis senadoras en una Cámara de 250. Eso mostraba la dificultad de la mujer para llegar a la vida pública. Han tenido que transcurrir muchos años, pero las cosas han cambiado. En las Cámaras hay casi un 50% de mujeres. La participación de la mujer es normal y habitual, aunque quedan otras cosas por hacer. En conciliación, en materia laboral…
Marcelino Oreja
Marcelino Oreja (Madrid, 1935) encarna con su biografía casi todo el siglo XX español. A su padre, líder conservador, lo asesinó un piquete en la revolución del 34. Entró en política para intentar cambiar desde dentro el Consejo Nacional del Movimiento. Asesoró al ministro de Exteriores del régimen, Fernando Castiella. Monárquico, amigo de Juan Carlos I desde chaval.
Fundó el grupo Tácito, aquellos jóvenes democristianos, muchos de ellos hijos de prohombres del régimen. Conspiraron contra la dictadura, hicieron ruido en los periódicos. Nombrado Suárez, se convirtió en el primer ministro de Exteriores de la democracia. Discutió con su presidente. Marcelino quería entrar en la OTAN y "Adolfo" no. Muerta UCD, se integró en el PP. Alcanzó la secretaría general del Consejo de Europa.
¿Por qué todos los partidos políticos de centro en España acaban muriendo con rapidez y de forma cruenta?
Resulta difícil definir qué es el centro político. Sobre todo a la hora de darle contenido y diferenciarlo de la derecha y la izquierda. Y debe tenerlo si quiere ejercer ese papel entre las mismas. El centro no dispone de un votante fiel. Por eso es más fácil que sus electores, según el momento que vivamos, se decanten por otras opciones.
¿Cuál es el proyecto político que mejor representa hoy el legado de la UCD?
El continuador de los valores que representó UCD es el Partido Popular. Me siento orgulloso de haber contribuido a ello con la refundación del PP que hicimos en 1989.
¿Cuáles son las diferencias entre los políticos de hoy y los de su generación?
En aquella época, los políticos mantuvimos un sentido de Estado a pesar de las diferencias ideológicas. Hoy se carece de eso. Además, la política actual se ha profesionalizado.
Momento de más luz y momento de más oscuridad de la UCD.
El mejor momento... el de su fundación, que fue muy ilusionante. Y el de más oscuridad fue su final, en el que surgieron discrepancias en el interior del partido y dejó de existir aquella emoción sentida en la creación.
¿Cambian su opinión sobre Juan Carlos I las informaciones conocidas acerca de su evasión fiscal?
En absoluto. El rey Juan Carlos I fue el eje central de la Transición. Además, como ministro de Exteriores, puedo dejar constancia de primera mano acerca de su papel fundamental en la potenciación de la presencia de España en el mundo.
La Ley de Memoria incluye una comisión pactada con Bildu que habla de "investigar vulneraciones de derechos humanos hasta 1983". Eso engloba el periodo de los gobiernos de UCD. ¿Qué piensa?
Pienso que no tiene sentido. Ahora que el espíritu de hostilidad estaba casi extinguido, ha nacido una obsesión por revisar la Historia. No lo comprendo.
¿Cambiaría la ley electoral para evitar la dependencia de partidos nacionalistas?
Cualquier reforma del sistema electoral requiere un consenso entre PSOE y PP. Dado que el actual gobierno de Pedro Sánchez se sustenta en el apoyo de los partidos nacionalistas e independentistas, ese consenso necesario me parece hoy día imposible.
Enrique Sánchez de León
Sánchez de León (Badajoz, 1934), primer ministro de Sanidad de la Democracia. Americana de tonos amarillos, corbata azul. Impecable. Como recién salido de La Moncloa a finales de aquellos setenta. Con la pandemia, se amuralló en casa. Y se ciscó, literalmente, en los políticos que dejaban morir a los ancianos. Fundó un despacho de abogados con su nombre que todavía funciona.
Don Enrique es todo corazón. Ha cambiado una cita con el cardiólogo para venir. Representó a las provincias en aquel gobierno de tantos madrileños. Estuvo fuera de las luchas intestinas que acabaron derribando la UCD. Tanto que Suárez, cuando lo nombró, visiblemente cansado, le dijo: “Enrique, contigo no hay problema, ¿no?”.
¿Por qué todos los partidos políticos de centro en España acaban muriendo con rapidez y de forma cruenta?
Es difícil explicarlo. La tesis más elemental es esta: cuando la derecha y la izquierda llegan al gobierno, se dan cuenta de que no pueden predicar sólo para su propia clientela. Empiezan a actuar para el conjunto de los ciudadanos. Acomodan sus dogmas y prejuicios a lo que entienden como de común aceptación.
Se convierten en formaciones de centro y eso quita el espacio a los partidos que podemos llamar de centro. Una vez la derecha y la izquierda se centran, ocupan valga la redundancia el espacio del centro. El centro deja de ser un núcleo atractivo porque todos son centristas. Esa es la historia de nuestra democracia.
¿Cuál es el proyecto político que mejor representa hoy el legado de la UCD?
Ninguno.
¿Cuáles son las diferencias entre los políticos de hoy y los de su generación?
Una diferencia muy clara y determinante: nosotros teníamos sentido de Estado, y no teníamos condicionantes partidistas. Porque no teníamos, precisamente, tradición de partido. No existían las viejas guardias ni los veteranos.
Hoy, ese sentido de la responsabilidad común se subordina al interés de los partidos. Es una perversión clarísima de la cosa pública. No quiero atribuirnos todo el mérito. Probablemente tuviera mucho que ver con el momento histórico que nos tocó.
Momento de más luz y momento de más oscuridad de la UCD.
La mayor luz fue haber protagonizado y posibilitado las primeras elecciones democráticas. Después, construimos una Constitución entre todos. Esos fueron los dos momentos más brillantes. Le dimos la vuelta totalmente al calcetín del Estado. Creo que fuimos audaces en esa misión. Algunos lo atribuyen al milagro, pero no fue así.
Lo pedía el pueblo y nosotros mostramos cierta habilidad política. Estamos orgullosos, por qué no decirlo. La Transición fue una obra prácticamente inédita. Sin ruptura, pero sin conservadurismos. Ahora voy con lo más triste, lo más oscuro: la desaparición de UCD. Se derrumbó en medio de unos egoísmos personales y unas tensiones que no tuvieron nada que ver con la fundación de la marca.
La UCD, dimitido Suárez, entró en una deriva hacia la derecha que fue palpada por el pueblo. Eso nos costó caro. La gente se dio cuenta de que ya no estábamos al frente los fundadores.
¿Cambian su opinión sobre Juan Carlos I las informaciones conocidas acerca de su evasión fiscal?
No, en absoluto. Una cosa son los comportamientos personales y otra los institucionales. Juan Carlos I fue un aval y un empuje. Teníamos la tranquilidad de que la jefatura del Estado inspiraba modos democráticos.
La Ley de Memoria incluye una comisión pactada con Bildu que habla de "investigar vulneraciones de derechos humanos hasta 1983". Eso engloba el periodo de los gobiernos de UCD. ¿Qué piensa?
La Ley de Memoria es un disparate vista desde cualquier perspectiva. Creo que toda persona honesta estuvo de acuerdo con corregir las consecuencias de aquella horrible guerra civil. Lo que no es de recibo es que eso se haga desde un sectarismo determinante. La Ley de memoria actual es una vendetta, y no una reconciliación.
¿Cambiaría la ley electoral para evitar la dependencia de partidos nacionalistas?
Sin duda alguna. No tiene sentido que esa tradición respetable de singularidad y autonomía de algunas regiones esté determinando la política en detrimento del principio de solidaridad nacional. Cualquier ley electoral debe posibilitar esa solidaridad y no permitir tratos de favor en uno u otro sentido.
Rodolfo Martín Villa
Martín Villa (León, 1934) hizo la Transición completa: de todos los presentes, es quien alcanzó cargos más altos tanto en el franquismo como en democracia. Ministro del Interior de Adolfo Suárez. Vicepresidente de Calvo-Sotelo. Gesto serio, voz rasgada. Tiene ganas de hablar.
Va a ser él mismo quien saque el asunto de la “querella argentina”. Compareció voluntariamente ante la justicia del otro lado del charco para negar “crímenes de lesa humanidad”. Le dieron la razón. Disuelta UCD, se integró en el PP. Presidió Endesa y Sogecable.
¿Por qué todos los partidos políticos de centro en España acaban muriendo con rapidez y de forma cruenta?
Espero que se me perdone la parcialidad al hablar de la UCD. Aunque formalmente se llegó a constituir como partido político, la UCD fue en realidad una empresa para hacer la Transición y lograr la reconciliación entre españoles. Cuando se consiguieron esos objetivos, la marca se extinguió. Habíamos cumplido y la sociedad lo interpretó así.
No me parece que tuviera que ver con ser o no de centro, sino con una extinción derivada del cumplimiento del objetivo. Es verdad que, en ese momento y para cumplir el objetivo, había que ser de centro.
¿Cuál es el proyecto político que mejor representa hoy el legado de la UCD?
En las encuestas sociológicas, la gente se suele situar cerca del centro. Por eso los partidos actuales intentan estar en el centro. Si la izquierda quiere ganar y además cumplir con su deber de gobernar para todos, tendrá que alejarse de su extremo, mirar a la derecha y viajar al centro. Si la derecha quiere hacer lo propio, tendrá que alejarse de su extremo, mirar a la izquierda y viajar también al centro.
¿Cuáles son las diferencias entre los políticos de hoy y los de su generación?
Creo que no conviene exagerar en esto y entonar aquello de qué guapos fuimos y qué bien lo hicimos. Tuvimos limitaciones, como todo el mundo. Pero de verdad creo que, en la Transición, todos jugamos a lo que era necesario.
La sociedad se democratizó antes de que lo hiciera la política. Nosotros respondimos a ese clamor. Las reformas, cuando están bien hechas, son muy superiores a las rupturas. Los partidarios de la reforma llegamos a los mismos objetivos que planteaban los rupturistas. Y ninguno estuvimos en el enfrentamiento, sino en la reconciliación.
Momento de más luz y momento de más oscuridad de la UCD.
Los momentos más brillantes fueron las dos victorias electorales, la de 1977 y la de 1979. El momento más oscuro fue el de la última semana de enero de 1977. Todavía no se había creado la UCD. Gobernaba Suárez, pero sin haber pasado por las urnas. Hubo atentados, secuestros… Todo se nos puso en contra. Al final, las cosas se resolvieron y el 11 de febrero se nos apareció la virgen de Lourdes. El país comenzó a circular con tranquilidad hacia las elecciones democráticas.
¿Cambian su opinión sobre Juan Carlos I las informaciones conocidas acerca de su evasión fiscal?
En absoluto. Tras las primeras elecciones, tuvimos una reunión con Torcuato Fernández-Miranda, que había cesado ya como presidente de las Cortes. Lo conocíamos de su época de rector de la Universidad de Oviedo. Fue una conversación de maestro a discípulos. Le preguntamos por la principal característica de la Transición.
Nos dijo: “La Transición ha tenido un empresario, el rey; un autor, yo; y un actor muy importante, Suárez”. Suárez, que fue muy relevante, se creyó tanto ese papel que lo hizo suyo.
La Ley de Memoria incluye una comisión pactada con Bildu que habla de "investigar vulneraciones de derechos humanos hasta 1983". Eso engloba el periodo de los gobiernos de UCD. ¿Qué piensa?
Es un tema que conozco muy bien porque me tocó encabezar el llamado ministerio de la Gobernación. He sido víctima de la conocida como “querella argentina”. Creo que soy el único ciudadano que declaró de manera voluntaria. Y me salió bien.
La música y la letra de esa querella eran parecidas a la Ley de Memoria. Según esta norma, no hubo Transición. Como si la dictadura no hubiese acabado el 20 de noviembre de 1975, pero tampoco con las elecciones de 1977, ni siquiera con la Constitución de 1978. Alargan esos crímenes de lesa humanidad incluso al primer gobierno de Felipe González. La filosofía de la ley pasa por acabar con lo que llaman el mito de la Transición. ¿Sabe por qué la Transición goza de buena salud? Porque no hay necesidad de repetirla.
¿Cambiaría la ley electoral para evitar la dependencia de partidos nacionalistas?
Los partidos nacionalistas tienen que estar en las Cámaras. También los que pretenden la independencia. Pero eso debe acotarse de algún modo para que no determinen la vida política nacional. No tiene sentido que los gobiernos estén pagándoles una factura tan grande para poder ejercer su labor.
Jaime Lamo de Espinosa
Siendo la de Agricultura una cartera tan poco sexy, Lamo de Espinosa (Madrid, 1941) fue un hombre de mucha confianza para Suárez primero y para Calvo-Sotelo después. Este último lo nombró ministro adjunto a la Presidencia del Gobierno. Tiene verbo fácil, Jaime. Le valió la portavocía del grupo parlamentario de UCD en los años más importantes de la Transición.
Traje clásico. Traje Transición, podríamos decir. Sobrino de Ernestina de Champourcín. Negoció la adhesión de España a la Comunidad Económica Europea. Lo de la Agricultura le viene de familia: se dice que su abuelo plantó los primeros pomelos en el país.
¿Por qué todos los partidos políticos de centro en España acaban muriendo con rapidez y de forma cruenta?
Por la división entre las personas que los integran. UCD fue una marca de aluvión, formada contra reloj para concurrir a las elecciones de 1977. Proveníamos de muchas tendencias distintas. Cuando Suárez lo dejó, aquello empezó a descomponerse.
En España, los partidos de derechas e izquierdas, hablo del PP y el PSOE, acaban logrando una defensa a muerte del objetivo común. Suelen actuar en una dirección concreta, con unidad de acción. No ocurre con el centro.
¿Cuál es el proyecto político que mejor representa hoy el legado de la UCD?
Diría que ninguno, pero hoy veo al centro más reflejado en el PP que en ningún otro partido.
¿Cuáles son las diferencias entre los políticos de hoy y los de su generación?
Hay dos diferencias importantes. La primera, en materia de formación: nosotros veníamos casi todos de cátedras, como era mi caso; de la judicatura, de la diplomacia… Entrábamos en política dispuestos a estar el tiempo que fuera preciso y normalmente perdiendo dinero. Todos estábamos preparados para dejar la política en cualquier momento y reintegrarnos a nuestras profesiones.
La segunda tiene que ver con algo que echo mucho de menos ahora: la generosidad. La Transición empezó con el harakiri de los procuradores franquistas, con un Carrillo que acepta la bandera y la Corona, con un Felipe González que renuncia al marxismo, con un Fraga y un Suárez que renuncian a muchas de las cosas que ocurrían en el franquismo… Esa capacidad de renuncia, pacto y consenso la echo mucho de menos.
Momento de más luz y momento de más oscuridad de la UCD.
Lo más deslumbrante fue la aprobación de la ley para la reforma política y la Constitución de 1978. Puede usted buscar un gesto: cuando se aprobó la ley para la reforma, que dio origen a las primeras elecciones, Adolfo Suárez respiró profundísimamente. Se pueden ver las imágenes.
Lo más angustioso fue el 23-F, que por fortuna se resolvió bien. También la marcha de Adolfo Suárez. La aparición del CDS conllevó la destrucción de la UCD. Así empezó la destrucción del centro político.
¿Cambian su opinión sobre Juan Carlos I las informaciones conocidas acerca de su evasión fiscal?
Tengo una opinión magnífica del rey emérito. Sin él, España no habría pasado de la dictadura a la democracia. Ese salto político se reconoce y se explica en las universidades del mundo entero. Ha cometido errores, pero creo que el reconocimiento político de lo que hizo en la Transición debe ser muy profundo.
La Ley de Memoria incluye una comisión pactada con Bildu que habla de "investigar vulneraciones de derechos humanos hasta 1983". Eso engloba el periodo de los gobiernos de UCD. ¿Qué piensa?
La Ley de Memoria está llena de afanes de venganza. Lo que hicimos hasta 1982 fue traer la democracia a España. Justo antes nos veníamos moviendo entre la reforma y la ruptura. Se eligió la reforma; la ruptura habría sido el caos.
En 1976, don Juan Carlos viajó a Estados Unidos y anunció ante las Cámaras el camino a una democracia. Regresó y cesó a Arias Navarro. ¿A eso le quieren llamar franquismo? Lo llaman “régimen del 78” para definirlo como una prolongación del régimen de Franco. Es puro sectarismo.
¿Cambiaría la ley electoral para evitar la dependencia de partidos nacionalistas?
Probablemente deba hacerse algún tipo de cambio. No sabría decirle cuál. Me parece un terreno peligroso. Pero debo reconocer que nos conviene ese cambio.
Federico Mayor Zaragoza
Don Federico (Barcelona, 1934) lleva sin envejecer veinte o treinta años. El pelo negro engominado milimétricamente hacia atrás. El traje, la corbata y un pin de la Universidad Autónoma de Madrid en la solapa. Es el más veterano de la velada.
Siempre la universidad, Federico. Estudió Farmacia, se hizo catedrático de Bioquímica. Rector de la Universidad de Granada. Luego consejero personal de Suárez, después director general de la Unesco. Calvo-Sotelo lo hizo ministro de Educación y Ciencia. Es el único de los presentes que viró a la izquierda tras la Transición. Zapatero lo tuvo cerca y apoyó públicamente a Rubalcaba.
¿Por qué todos los partidos políticos de centro en España acaban muriendo con rapidez y de forma cruenta?
Algunos mueren con rapidez, es verdad, pero no creo que de manera cruenta. En España debemos pensar con gratitud en la UCD. Después de una dictadura tan larga, el centro inspiró la democracia que disfrutamos ahora. No me parece cierto que, en España, la desaparición de los partidos de centro dé lugar a situaciones dramáticas.
¿Cuál es el proyecto político que mejor representa hoy el legado de la UCD?
La democracia en general. La extrema derecha y la extrema izquierda, desde luego que no. El socialismo representa muy bien lo que en aquel momento se pensaba en UCD. De hecho, el proyecto de UCD fue una transición hacia un gobierno socialista.
Quiero decir una cosa: la gobernanza actual del mundo, los llamados G-6 y G-7, es un sistema plutocrático y supremacista. Debemos virar a un modelo democrático. El multilateralismo democrático es la solución.
¿Cuáles son las diferencias entre los políticos de hoy y los de su generación?
No hay grandes diferencias, pero en aquel momento, desde luego, aprendimos la lección de lo que era gobernar cercanamente al pueblo. Ganamos mucho entonces y seguimos ganando muchísimo con el paso del tiempo.
Fíjese: cuando me nombró ministro, le hice ver a Calvo-Sotelo que no podíamos gobernar sin que hubiera una mujer en el gobierno. En pocos años, eso se ha corregido enormemente. Y no sólo en términos de discriminación de género, sino también de orientación sexual o religión.
Nos reconocemos iguales en dignidad. Hoy podemos expresarnos en libertad y movernos. En los años de la Transición, todavía había millones de personas que nacían, vivían y morían en cuarenta kilómetros a la redonda.
Momento de más luz y momento de más oscuridad de la UCD.
El momento de más luz fue cuando Adolfo Suárez, que había sido secretario general del Movimiento, aceptó presidir el Gobierno de España e impulsar una democracia. El momento más oscuro fue la desaparición. La UCD, habiendo cumplido su misión, dio paso a los partidos tradicionales.
¿Cambian su opinión sobre Juan Carlos I las informaciones conocidas acerca de su evasión fiscal?
No. Sin embargo, lamento eso que usted menciona: el rey se ha equivocado. Pero su labor en el paso de la dictadura a la democracia fue excelente. Cuando estuve trabajando en la autonomía de Cataluña, fui a verle. Su majestad estaba con Suárez. Yo sabía, como todos, que Suárez había sido líder del Movimiento. Dije: “Creo que mi propuesta es imposible”. Adolfo me contestó: “Profesor, la palabra ‘imposible’ ha dejado de existir en el diccionario español”.
La Ley de Memoria incluye una comisión pactada con Bildu que habla de "investigar vulneraciones de derechos humanos hasta 1983". Eso engloba el periodo de los gobiernos de UCD. ¿Qué piensa?
Hay que saber leer bien la Ley de Memoria. Si hubo algunas víctimas en ese periodo, es lógico que se intenten proteger. No entiendo esas reacciones que hay de “¡no, de ninguna manera!”. Cualquier víctima, en cualquier situación, merece ser reparada. Me parece muy bien la Ley de Memoria. No me parece apropiado todo lo que dice el texto de la norma, pero sí el deber de memoria que establece.
¿Cambiaría la ley electoral para evitar la dependencia de partidos nacionalistas?
No. Debemos tener una federación y ser capaces de aceptar cualquier singularidad en el idioma o cultural. Todos somos iguales en dignidad. Sin embargo, ahora que somos ocho mil millones de seres humanos en el mundo, me parece una locura que se hable de autodeterminaciones para territorios pequeños. Tengamos sentido común.
Carlos Bustelo
Carlos Bustelo (Lugo, 1936) es un genio. Ha lanzado lo que los jóvenes llamamos una bomba de humo. Escapa poco antes de tener que responder a las preguntas. Sigilosamente, ha subido la escalera del Gijón con la gabardina y la bufanda puestas. Cuentan en la familia Bustelo que suelen darse en su árbol genealógico varios especialistas en despedidas a la francesa.
Don Carlos fue ministro de Industria con Adolfo Suárez. Cuñado de Leopoldo Calvo-Sotelo. Tiene dos hermanos que fueron diputados socialistas en la legislatura constituyente. Él ha ido viajando a otros credos. Primero se acercó al PP y hoy forma parte de Vox. Número dos al Senado en 2019 por Madrid y actual asesor del think tank de Santiago Abascal. Le ponemos un sobresaliente en la disciplina de escapada sigilosa por escalera.