Como un fallo de Matrix, la realidad se cuela por las grietas del decorado que construyen los políticos para ocultarla. "¡Campeón, enhorabuena por ese inglés!", saluda afable al presidente uno de los jubilados con los que Pedro Sánchez ha pasado un rato "entrañable" jugando a la petanca, tras participar en la cumbre de Davos.
Los periodistas apenas tardan unas horas en descubrir que al menos cuatro de los "jubilados" con los que juega Sánchez en un parque de Coslada son en realidad dirigentes del PSOE de este municipio.
Pocas semanas después, Pedro Sánchez acude a tomar café a un modesto piso de Parla, donde una pareja de jóvenes le agradece la subida del SMI y la reforma laboral que les permite disfrutar por fin de un contrato "indefinido".
El joven que relata los apuros de un mileurista es el hermano del secretario general de las Juventudes Socialistas de Parla, Cristian González, que a su vez lleva más de un año trabajando como asesor en la Moncloa. La agrupación juvenil del PSOE ha silenciado su perfil en las redes sociales para evitar que se destape el engaño.
El aparato de propaganda de la Moncloa pone la dirección artística y el partido aporta los figurantes. Como ocurría con las aldeas Potemkin de Catalina la Grande, un mero decorado de cartón piedra que se trasladaba navegando por el río Dnieper para impresionar a los visitantes ilustres, tras la primera rusificación de Crimea.
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Puede ser una buena estrategia, pero resulta fallida en su ejecución, admite el profesor de Comunicación Política de la Universidad de Navarra Jordi Rodríguez Virgili.
La teatralización de la vida cotidiana, con unos diálogos guionizados que intentan resultar espontáneos, ayuda al Gobierno a lanzar sus mensajes (la subida de las pensiones, el incremento del SMI...) de una forma más novedosa, gráfica y atractiva para los medios, que buscan la foto que se sale de lo corriente.
"Si estos mensajes se lanzan desde la sala de prensa de Moncloa, pierden fuerza, quedan más diluidos", resultan demasiado previsibles, explica el profesor Rodríguez Virgili.
El problema, añade el doctor en Comunicación por la Universidad de Navarra, "es que queda demasiado artificioso. En el piso de Parla han tenido que quitar incluso la etiqueta de la botella de leche para que no salga publicidad. Sánchez y el alcalde Óscar Puente dan un paseo en bici... por una calle de Valladolid cortada por la Policía para ellos. Todo resulta tan sobreactuado y falso, que corres el riesgo de caer en el descrédito", apunta. Además, tiene un problema añadido: "Suena a electoralismo con dinero público".
El Gobierno recurrió a una triquiñuela similar el pasado mes de septiembre, cuando anunció que Pedro Sánchez iba a recibir en Moncloa a un grupo de 50 ciudadanos anónimos que le habían escrito cartas para exponerles sus problemas e inquietudes.
La visita guionizada incluyó un breve encuentro en el despacho del presidente, un paseo por los jardines de la Moncloa y la foto de familia ante la escalinata. Los 50 "ciudadanos anónimos" no tardaron mucho en salir del anonimato. Entre ellos, varios cargos del PSC del Ayuntamiento de Rubí, justo a dirigentes del PSOE de Madrid y de Castilla-La Mancha.
"Seguro que el PSOE tiene encuestas internas que indican que una parte de los ciudadanos no ven a Pedro Sánchez como una persona cercana, accesible… de ahí el esfuerzo por humanizarle", apunta Rodríguez Virgili.
Pero, añade, "la manipulación es tan burda y evidente que no hay que descartar que en Moncloa sean conscientes de ello, pero confíen que en medio del exceso de ruido vaya calando, como una lluvia fina, la imagen de un Pedro Sánchez guapo, cercano…"
En otras ocasiones, la Moncloa ha apostado por imágenes icónicas. El Gobierno difundió varias fotos de Sánchez jugando al ajedrez con la Gran Maestra Sara Khadem, que se vio obligada a huir de Irán tras participar sin velo en el último Campeonato del Mundo.
El presidente aprovechó para elogiar el papel de las "mujeres deportistas"... sin hacer un solo comentario sobre la persecución que sufren en Irán las mujeres que se niegan a someterse a las leyes religiosas integristas. Luego Pedro Sánchez apareció jugando al baloncesto en silla de ruedas, para impulsar el acuerdo que busca sustituir el término "minusválidos" por "personas con discapacidad" en la Constitución.
"Son imágenes con un gran valor simbólico, algo que ha sido una constante en esta legislatura: imágenes con vocación de permanencia para equiparar a Pedro Sánchez con Obama, Trudeau, Macron... Por no hablar de Kennedy", comenta el doctor en Comunicación Jordi Rodríguez Virgili.
En otros casos, como en la partida de petanca de Coslada, el choque entre el relato político y la realidad también puede resultar contraproducente. Así puede ocurrir, advierte, con la complacencia que muestra el Gobierno respecto a la buena evolución de indicadores económicos como PIB, la inflación o la tasa de paro.
"Para que el mensaje sea eficaz", expone el profesor de la Universidad de Navarra, "debe ser coherente con tres tipos de resonancia: la mediática (que los medios lo repliquen), la cultural (aquí entra en juego la segmentación de públicos, un mensaje puede calar en un cierto sector de electorado, pero suscitar una reacción adversa en otro) y la personal. Si el mensaje no encaja con la experiencia del ciudadano o con su realidad cotidiana, no cala".
Así puede ocurrir cuando la ministra Nadia Calviño asegura en el Congreso que ya ha notado que le sale mucho más barato hacer la compra. Pero también, apostilla Rodríguez Virgili, "cuando un político dice que la sanidad pública está fenomenal, pero luego voy al ambulatorio y no me pueden atender o encuentro mucha lista de espera".
A lo largo de los últimos cinco años, Pedro Sánchez ha experimentado sucesivas metamorfosis: desde el responsable opositor que se negaba a pactar con Podemos porque "los españoles no podrían dormir", al justiciero que lucha contra los poderosos.
Este último papel, dirigido a disputar a Podemos el voto situado más a la izquierda, le ha servido para justificar la creación de los nuevos impuestos a la banca y las eléctricas.
Pero, advierte el profesor Rodríguez Virgili, "no es creíble, esa victimización no va con el personaje, ni siquiera es coherente. Va de víctima frente a los conciliábulos de señores con puros... pero luego acude a Davos a codearse con los poderosos".
En su opinión, es mucho más eficaz el mensaje del "escudo social": "Es más claro y potente, muy gráfico. Casi como un superhéroe, el Capitán América poniendo el escudo para proteger a los trabajadores y las clases medias ante los efectos de la crisis. Eso sí cala en una mayoría de los ciudadanos, porque les habla directamente".
Luchas intestinas
En la recta final de la legislatura, PSOE y Podemos han entrado en una deriva de luchas intestinas. Tras la reforma de la ley del sólo sí es sí asoman otros conflictos y desacuerdos: desde el envío de armas a Ucrania a las medidas para abaratar la cesta de compra y contener el precio de los alquileres.
¿A cuál de los dos partidos de la coalición puede pasar más factura este enfrentamiento? "Al que más tiene que perder, que es el PSOE", responde Jordi Rodríguez-Virgili.
"Es un clásico", comenta, "era esperable que a medida que se acercan las elecciones los partidos de la coalición marquen distancias. A veces es algo pactado, porque tampoco te compensa que desaparezca tu socio, si lo vas a necesitar para gobernar de nuevo". Y lanza un diagnóstico: "A Podemos le va muy mal en las encuestas, también lo hemos visto en las autonómicas de Andalucía y Castilla y León. Así que tiene que moverse, por eso arriesga más".
Y la herida por la que se desangra el Gobierno es la ley del sólo sí es sí, que ya ha provocado la rebaja de penas a más de 500 agresores sexuales. Contra toda evidencia, Podemos insiste en culpar de esta situación a los jueces, que se limitan a aplicar la Ley de Irene Montero.
Las claves del populismo
Aunque parezca una estrategia suicida de comunicación, que sólo puede convencer a sus seguidores más incondicionales, Podemos busca con estos mensajes taponar la fuga de votantes.
"Es coherente con su relato", indica el experto de la Universidad de Navarra: "el Estado oscuro de poderes ocultos, la Justicia como institución no democrática que no ha sido elegida en las urnas… El problema es que eres parte del Gobierno, y eso choca de nuevo con el principio de realidad. Además, no hace falta ser juez para entender un principio básico como in dubio pro reo… Pero su electorado contestatario y antisistema compra ese discurso, es una forma de reforzar a sus feligreses".
Para ello, los predicadores de Podemos encabezados por Pablo Iglesias han realizado una labor de zapa durante cinco años, que busca convencer a sus seguidores de que no deben creer nada de lo que cuentan los medios de comunicación: sólo el partido puede mostrarles la verdad revelada.
Los ataques a los medios de comunicación son algo propio del populismo, como una forma de descrédito de las instituciones intermedias, al igual que el Rodea el Congreso con la que cuestiona su legitimidad para representar a los ciudadanos.
"La realidad es plural y heterogénea: somos distintos, votamos a partidos distintos…", indica el profesor de Comunicación Política, "Podemos intenta reducir esa realidad diversa a una dicotomía entre el pueblo y el antipueblo (los poderosos, los poderes ocultos...)".
También el "hiperliderazgo" es un rasgo propio del populismo, recuerda. "Cree sólo lo que te dice el líder, porque es quien realmente encarna al pueblo", es la consigna. "Y ahí tienes a Correa, a Hugo Chávez... a Pablo Iglesias diciendo que hay que cerrar todos los medios de comunicación, porque es alguien que no cree en la libertad de expresión. Pero ojo, que Vox cae a veces en lo mismo".
Con una cascada de citas electorales en mayo y diciembre, ¿nos espera un año muy tóxico de propaganda? "Sin duda", constata el profesor Rodríguez Virgili, "ya lo estamos viendo desde la Navidad, con una situación muy acelerada, mucha tensión y un escenario muy polarizado entre los dos bloques. Los extremos también van a moverse intentando radicalizar".
Pero los partidos deberían tener cuidado para que la situación no se les vaya de las manos: "Lo estamos viendo en las encuestas", comenta, " ante el exceso de ruido muchos electores acaban adoptando cierta desconexión, como un mecanismo de defensa, y eso hace que los mensajes resulten ineficaces".
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