Había, este miércoles por la mañana, una contagiosa sensación de nervios que recorría las filas del PSOE. Temían algunos que, encarando el 8-M con el ambiente tan caldeado, algo pudiera pasar.
No tenían ni idea de por dónde les podía salir la manifestación de Madrid y pusieron más mimo que de costumbre en el dispositivo de seguridad que rodeaba a las ministras socialistas de... "el Gobierno más feminista de la Democracia".
E hicieron bien. Faltó la chispa, pero mecha hubo de sobra.
La tensión se comenzó a palpar minutos antes del arranque de la marcha en el Paseo del Prado. A eso de las 18.50, unos jóvenes de Nuevas Generaciones del PP de Madrid desplegaron una pancarta con un mensaje cristalino. Representaba las siglas del PSOE en neón bajo una mujer semidesnuda -al puro estilo burdel de carretera- y con el lema "Que te vote Tito Berni".
Empezaban los cánticos de estos –"Corruptos, ladrones, libera violadores"– mientras iban tomando sus puestos María Jesús Montero, Nadia Calviño, Diana Morant, Raquel Sánchez, Carolina Darias, Reyes Maroto, Pilar Llop y pesos pesados del partido en Igualdad como Andrea Fernández o Laura Berja. Begoña Gómez, mujer de Pedro Sánchez, compensó la ausencia del presidente...
Ya había avisado Pablo Iglesias unos días antes cuando advirtió a los del PSOE "a ver qué se encuentran el 8-M". Pero lo que no entraba en las cuentas de nadie es que fuera precisamente una veintena de chavales con jerséis de pico y chaquetas Barbour quienes les salieran al paso.
Lo que parecía una broma, pronto fue escalando. La marcha avanzaba. Los de Nuevas Generaciones, no. Y eso retrasaba el paso de las ministras socialistas, que estaban a unos diez metros de distancia.
Ahí fue cuando entró en juego un comando improvisado de segundos espadas del PSOE: asesores de los ministerios, jefes de prensa, diputados rasos… Varios de ellos empezaron a rodear a los de NNGG, animados por algunos manifestantes, con el propósito de apartarlos a un lado y que pudiera pasar la pancarta socialista.
La maniobra de envolvimiento resultó exitosa, pero tras el paso de las ministras y la pancarta, los jóvenes del PP volvieron a irrumpir y partieron en dos la comitiva. Así que fue aumentando la tensión y empezaron los empujones. Era cuestión de que a uno se le fuera la mano y estallara la cosa.
Que se lo pregunten a Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, vicepresidente del Congreso de los Diputados. Intentando ayudar a sus compañeros, se vio envuelto entre los empujones y respondió por un instante con la misma medicina, hasta que alguien acudió a sacarle de la melé para ponerlo a buen recaudo. Justo a tiempo, porque inmediatamente llegaron los agentes de la UIP de la Policía Nacional y aquí nadie ha visto nada.
Resuelto el percance, volvió el buen ánimo a la manifestación. Las ministras rescataron cánticos como "se va a acabar la dictadura patriarcal", con una Nadia Calviño especialmente entregada, y "Gobierno socialista, futuro feminista". Duró sólo un rato.
Observando la fiesta por la margen derecha se encontraba el diputado José Francisco Duque. Desconocido aún para muchos, es el que ha llegado a Madrid para sustituir a Juan Bernardo Fuentes Curbelo, alias Tito Berni.
Como una especie de broma poética, cuando se colocó a la altura de la cabecera, apareció a su lado una marea de paraguas rojos que parecían de la marcha socialista pero que, en realidad, eran de una batucada de prostitutas.
Duque se disolvió entre la gente –nunca pertenecer al gallinero del Congreso ha sentado tan bien– y las prostitutas, bajo el lema Plataforma afectadas por la abolición quedaron enfrentadas a las ministras socialistas. Las primeras cantaban "es mi trabajo, es mi decisión" y blandían carteles en los que se leía "políticos puteros: doble moral". Las segundas, respondían a viva voz: "¡abolición de la prostitución!".
El tema de la prostitución fue el principal elemento fraccionador de la marcha del año pasado, con Unidas Podemos y PSOE enfrentados por ello. Mientras que los morados mantienen una postura algo abierta, los socialistas son abolicionistas sin matices. Pero este año las fracturas ya han sido tantas que la prostitución ha quedado como muesca en el garrote.
La escaramuza apenas duró lo que tardaron los relojes en marcar las 20.30. A esa hora las ministras desaparecieron, como cenicientas tras el baile en palacio, y otras pasaron a sujetar la pancarta. Ni un kilómetro avanzaron.
Superado el 8-M, ahora queda lo demás: ver qué pasa con la reforma del sólo sí es sí, ver qué pasa con el Ministerio de Igualdad e Irene Montero, ver qué pasa con la coalición y ver en qué estado se llega al 8-M de 2024.