Ramón Tamames languidecía en su escaño. Derramado en el butacón, asistía al mitin del presidente del Gobierno. Era un hombre políticamente muerto. Había protagonizado una intervención anodina, aburrida. Una lectura (poco) dramatizada de los 31 folios de discurso que se filtraron a la prensa. Pedro Sánchez, visiblemente cómodo, había hecho una fiesta de la moción de Vox. Ha sido entonces, en ese preciso instante, cuando el viejo profesor ha resucitado.
Leía Sánchez desde la tribuna un sinfín de folios previamente escritos por su gabinete. Suele ser costumbre en el presidente, pero en esta ocasión ha resultado más sangrante. Ya hace una semana que Moncloa supo lo que iba a decir Tamames. De ahí que Sánchez pudiera tener redactada la contestación al completo.
De pronto, Tamames ha levantado la mano. "¡Oiga, oiga!". Antes de que interviniera la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ha sido el propio Sánchez quien, sonrisa de oreja a oreja, ha hecho un parón. Quizá pensando que el viejo profesor necesitaba ir al baño o hacer un receso. Batet, en la misma línea, ha concedido la palabra al viejo profesor. No suele suceder en este tipo de formatos.
Tamames ha espetado a Sánchez: "¡Que usted venga con un tocho de folios!". Sánchez, rojo como un tomate. Batet ha cerrado inmediatamente el micrófono del profesor, que ha seguido cargando contra su adversario: "Lo que no es procedente es que traiga aquí un tocho de folios preparados para hablar de cosas que yo no he dicho".
Efectivamente, tal ha sido la prefabricación de Sánchez que ha contestado a afirmaciones que estuvieron en el borrador, pero que Tamames no ha pronunciado. Por olvido o por intención. Como por ejemplo que España sea una "autocracia". Eso escribió Tamames, pero no lo ha afirmado esta mañana. Sin importarle, Sánchez ha dedicado varios minutos (y un montón de folios) a criticar eso de la "autocracia".
La llegada
Tamames, a punto de cumplir los noventa años, ha llegado al Congreso con serias dificultades. De un brazo lo cogía Abascal; del otro, un ujier del Parlamento. Además, una muleta. Así ha alcanzado el escaño, desde donde ha intervenido sentado. Los fotógrafos, que suelen arrollar a los políticos, han guardado una amplísima distancia de seguridad con Tamames.
La queja del catedrático de Economía no ha surtido su efecto. Sánchez ha seguido leyendo sus folios uno tras otro. El profesor, incómodo, hacía aspavientos y levantaba las manos cada vez que parecía que Sánchez se disponía a acabar... y no acababa.
Cuando el contador de Sánchez rozaba las dos horas, a Tamames le entraba la risa. Paradójicamente, el tedio con el que el presidente ha rociado la Cámara ha sido lo que ha revivido al candidato de la moción de censura, que yacía desactivado.
Tamames apenas había incluido variaciones en la versión que ya se conocía antes de empezar. Una broma sobre el sueño de Sánchez y sus pactos con Podemos ("me alegro de que duerma usted bien") y el manido parafraseo de "cuándo se jodió España" que nace de la novela de Vargas Llosa.
El estado de postración de Tamames también tenía que ver con el cuerpo a cuerpo de Sánchez y Abascal, que ha durado otras dos horas. El candidato de la moción, en realidad, no ha podido hacer uso de la palabra hasta dos horas y media después del inicio.
Consumido el "tocho" de Sánchez, es como si Tamames, todavía sentado, se hubiese puesto en pie: "Permítanme que recuerde a la Cámara que el presidente acaba de terminar su primera intervención. Ha durado una hora y cuarenta minutos".
Acto seguido, ha ironizado: "En ese tiempo se escribió la historia de la república romana, pero también del imperio romano. Esto acaba siendo reiterativo... No nos pronunciamos sobre los temas que nos preguntamos".
Al contrario que el resto de diputados, Tamames no está acostumbrado a que las réplicas se traigan escritas desde casa. Sánchez resulta el máximo exponente de dicha técnica, pero los hay en todos los partidos.
Ojiplático, el viejo profesor había visto cómo se le criticaba por cuestiones que ni siquiera había mencionado. Por ejemplo, también se había olvidado de pedir la convocatoria de elecciones. Y Sánchez le ha contestado como si lo hubiese hecho.
La oración
Tamames, en su "oración" (la palabra es suya) había pedido al presidente que se posicionara sobre el uso de la lengua española en Cataluña, la sobrerrepresentación que otorga la ley electoral a los nacionalismos, la reforma de la sedición y la malversación o el cambio de postura sobre el Sáhara.
"No ha dicho usted nada de esto. Han aparecido lo que un amigo mío llama 'lecciones de cosas'. Venían en unos papeles preparados para el presidente. ¡Hay cosas que no se corresponden con lo que he dicho!", ha aseverado un incrédulo Tamames.
Ha sido entonces cuando ha suplicado a Batet un "cambio de reglamento": "Sería útil que pusieran tiempos. El presidente está dando lecciones que no hemos pedido". Las palabras de Tamames iban desatando las carcajadas de los diputados de Vox, pero también del resto de organizaciones.
El exdirigente del PCE, con la vista puesta en él, ha pedido a Sánchez que "no aproveche todos los papeles que le preparan": "Porque si no, nos morimos de los discursos que nos hacemos en esta Cámara".
Sánchez había elegido un arranque duro contra Tamames: "Lamento que usted contribuya a blanquear un partido que rechaza la igualdad entre hombres y mujeres, que niega el cambio climático, que criminaliza los inmigrantes, que quiere ilegalizar partidos... No creo que esta haya sido la mejor idea que ha tenido en su vida. Quienes impulsan su moción son los sucesores de Blas Piñar".
Tamames ha contestado recordándole a Sánchez quiénes son sus socios y, con una sonrisa, le ha dicho que lo de la sedición y la malversación "no ha ocurrido ni en Polonia ni en Hungría".
Luego ha añadido: "Usted sale a la calle, pregunta quién es Blas Piñar y no lo sabe ni un 0,01%. Ese nombre se lo habrá recordado una persona con muy mala idea. A Largo Caballero, mucho más conocido, le llamaban el Lenin español. Se lo creyó y tuvimos una guerra civil".
Tamames, cansado del debate, ha terminado su réplica dando las gracias a todo el mundo. Incluso a su mujer, Carmen, que lo veía desde la tribuna. "No querría extenderme más", se ha reído. "Esto hay que acotarlo, señora presidenta".