Los descendientes del Batallón Mackenzie-Papineau acaban de donar un millón de dólares a la Universidad de York (Toronto) para crear una cátedra permanente de Historia de España.
Los benefactores, constituidos en fundación, son hijos y nietos de aquellos brigadistas internacionales canadienses que combatieron frente a Franco y del lado de la República.
El gesto de esta fundación ha pasado totalmente desapercibido en España, pero no en Estados Unidos y Canadá. De hecho, la donación ha tenido un gran impacto entre los historiadores, que venían pidiendo al Gobierno y a las grandes empresas financiación para "enseñar Historia de España" en Norteamérica. Tradicionalmente, son los gobiernos del país de origen y sus grandes compañías quienes lo sufragan.
Esta reivindicación ya se trasladó a Moncloa de manera "urgente" hace seis años. La Generalitat de Cataluña sí se lo ha tomado en serio y enseña Historia a su manera en Estados Unidos. También se pidió ayuda a distintas multinacionales. Pero no ha habido apenas avances desde entonces.
De ahí la sorpresa al conocer los historiadores que una fundación de brigadistas internacionales haya dado un paso al frente para financiar la creación de una de estas cátedras, que formará alumnos y nuevos profesores de ahora en adelante.
Antonio Cazorla-Sánchez, catedrático en la Universidad de Trent (Canadá) aporta los detalles de este episodio. Veterano investigador, fue uno de los historiadores que, principalmente en 2017, pero todavía hoy, se arremangaron la camisa para combatir en la prensa norteamericana las "leyendas negras" y los "clichés" que los nacionalistas catalanes propagaban allí. Porque el separatismo sí viene haciendo grandes esfuerzos para la creación de puestos académicos desde los que se difunden estas ideas. Y esa es la clave del asunto.
Cazorla forma parte de la Association for Spanish & Portuguese Historical Studies (ASPHS), cuyos miembros tienen entre otros cometidos la enseñanza de la Historia de manera "desideologizada y ecuánime". Sin embargo, los puestos académicos permanentes para enseñar Historia de España están disminuyendo "de forma rápida" en los últimos años.
"Los grandes maestros se retiran y nadie les sustituye. España está perdiendo poder e influencia en el mundo académico. Si nosotros perdemos ese espacio, otros lo ocuparán y enseñarán nuestra Historia a su manera", asevera Cazorla.
Este profesor, en todo momento, asegura que no se trata de una "batalla de propaganda": "España, a diferencia del separatismo, no necesita propaganda, sino contar su realidad. Somos un gran país y una democracia de primera. La propaganda es para los que necesitan mentir u ocultar".
Silencio de Gobierno y empresas
La donación de los brigadistas internacionales, a juicio de Cazorla, debería "sonrojar" al Gobierno y a algunas de las grandes empresas españolas. En definitiva, a todos esos organismos que han hecho oídos sordos a las reivindicaciones de estos historiadores.
Durante el procés –concibe Cazorla– fue "muy activo" el trabajo de sus homólogos independentistas, que contribuyó a sembrar una historia deformada en determinadas esferas de influencia estadounidenses, pero también en la sociedad en general.
Clara Ponsatí, consejera de Puigdemont condenada en su día a un delito de sedición, fue profesora en la cátedra rotatoria de Georgetown, desde la que "alentó el derecho a decidir". Cazorla también destaca cómo lectores de "lengua catalana" en Canadá ondean la estelada y diseminan entre sus alumnos ese relato que dibuja la Comunidad autónoma como una nación.
Ahí va un dato desnudo, sin adjetivos: en Norteamérica, hace diez años, había alrededor de veinte catedráticos de Historia de España. "Hoy son muchos menos", señala Cazorla. Mientras, Francia y Alemania cuentan, ¡cada una!, con más de doscientos catedráticos expertos en sus países.
En los últimos años, por ejemplo, donantes griegos y judíos han abierto varias instituciones de este tipo. En contraste con la "inacción española" –revela Cazorla–, la Generalitat de Cataluña "ha hecho importantes donaciones" en Chicago, Stanford y City University of York.
Y no es sólo la ausencia de nuevas cátedras lo que preocupa, sino la jubilación –sin posterior sustitución– de muchas de las actuales. Cazorla, irónico, reta a los lectores: "Piensen en los grandes hispanistas. La mayoría están retirados o muertos". Se acaba de jubilar, por ejemplo, Adrian Shubert, compañero de Cazorla, autor de la gran biografía sobre Espartero. Murieron Hugh Thomas, Richard Herr, Edward Malefakis, Gabriel Jackson… Ninguno ha sido reemplazado.
Ya en tiempo de Mariano Rajoy, un grupo de historiadores con una visión similar a la de Antonio Cazorla se dirigió al Gobierno en busca de financiación. No hubo resultados. En 2018, esta misma petición se trasladó a Irene Lozano, que era la encargada de Sánchez en Marca España. Tampoco se han producido avances. Hasta que el Batallón Mackenzie-Papineau les ha colocado un espejo al frente: un millón de dólares para una cátedra permanente.
Proporcionalmente a su población, Canadá fue el país que más miembros aportó a las Brigadas Internacionales, sólo por detrás de Francia. Fueron personas, generalmente, de clase obrera y el reclutamiento corrió, sobre todo, a cargo del Partido Comunista.
Cazorla reitera que el batallón realiza la donación sin condiciones; es decir, no influirá en absoluto en la manera en que va a enseñarse la Historia en esa cátedra. Además, Cazorla, biógrafo de Franco y experto en los años de la guerra, apunta: "El pasado octubre, en el acto de conmemoración del batallón, sus descendientes, los autores de la donación, pusieron el himno nacional, no el de Riego; y colocaron la bandera constitucional, no la tricolor".
La donación del Batallón Mackenzie-Papineau podría servir de aldabonazo en la conciencia del Gobierno y las grandes empresas españolas. Esa es la esperanza de la mayoría de hispanistas que combaten las leyendas negras que otros siembran, a veces "convenidamente financiados", en Canadá y Estados Unidos.