Maricuela se queda pensativa un segundo, posa la cuchara, levanta la mirada del plato en el que está comiendo y dice con tranquilidad que, ahora sí, ya se quiere morir. Acto seguido dice que no quiere más sopa, pero que estaba muy rica, gracias.
Cuenta que llega a esa reflexión, la de morirse, porque cree profundamente que ya lo ha hecho todo: ha estado enamorada, mucho, ha sido feliz y ha logrado criar a unos hijos que ya tienen la vida resuelta. "Cada uno tiene su piso", cuenta asintiendo, para subrayar que los niños están bien. Al final, lo importante son tres o cuatro cosas que a veces se pierden entre el ruido.
Maricuela es el mote. Se llama realmente Ángeles Flórez Peón (Asturias, 1918) y es única, en todos los pliegues de la palabra, en las listas electorales del 28-M.
A sus 104 años de edad, "incombustible" como la califica Pedro Sánchez, cierra la candidatura del PSOE en el Principado de Asturias, liderada por Adrián Barbón. Es la candidata más mayor de España. De ahora, y quién sabe si de la historia de la democracia.
Dejando los hijos y los pisos aparte, cuando Maricuela dice que ha hecho "de todo", sus palabras llenan el lugar común. Ahí van unos brochazos. Nació en plena restauración borbónica, es más mayor que la Sociedad de Naciones que precedió a la ONU. Su padre conoció a Pablo Iglesias Posse, en persona, y recuerda el ambiente que había en casa el día que el fundador del PSOE murió. También celebró la proclamación de la Segunda República, y claro que se acuerda. "Tenía 13 años y lo celebramos", dice.
Hay más. Cuando estalló la Guerra Civil, se apuntó a las Juventudes del PSOE, partido en el que sigue desde 1936, y se hizo miliciana para ir al frente. Está considerada la última miliciana socialista con vida.
Acabó la guerra y estuvo en la cárcel, y leyó en los periódicos que un tal Adolf Hitler había invadido Polonia. Años después, leyó que ese mismo señor se había pegado un tiro en la cabeza.
Maricuela tenía 27 años cuando eso pasó. Así de mayor es.
Atiende a EL ESPAÑOL, primero en un restaurante y luego en su casa de Gijón, en la que será su última entrevista, por el esfuerzo que conlleva, antes de su última batalla: la del 28-M.
A su edad, parece inevitable, le cuesta a veces entender la pregunta. El oído falla. Pero eso es todo, muchos firmaban estar así 30 años antes. Pero cuando engancha el concepto, despacha con pasmosa lucidez sobre esto y aquello.
Ángeles, dijo Pedro Sánchez que va a pasar a la historia. Usted que ha visto a mucha gente hacerlo, desde Miguel Primo de Rivera hasta Manuel Azaña, pasando por Franco… ¿Cuál cree que ha sido el mejor presidente que ha tenido España?
Los socialistas, claro. A algunos los conozco y los he tratado.
Pero tendrá uno favorito.
Creo que Felipe González. Es de los míos. De todas formas, a mí no me importa hacer amigos. Hombre, con los fascistas no. Con todo el mundo menos con los fascistas. Pero con los demás no tengo ningún problema, tenemos que respetar lo que piensan las personas. Hay que reconocer que es imposible que todo el mundo tenga las mismas ideas, imposible. Y si lo pretendes, estás en una dictadura.
¿Qué le parece Sánchez?
Me gusta. Porque no le quería nadie en el partido, pero él se defendió, luchó y luchó y pensé: se lo merece, porque sabe defenderse. Por eso le apoyé.
¿Tiene relación con él?
Sí, le doy consejos y él me los agradece. Una vez me caí en casa, me rompí la cadera y me tuvieron que operar. Cuando llegué a la habitación del hospital había un ramo de flores precioso. Debía de valer más de 100 euros. Era suyo, de Sánchez. Le dije a las enfermeras que me lo había mandado el presidente del Gobierno y las escuché decir "esta mujer está loca". Pero sí, me mandó unas flores preciosas al hospital.
¿Le da consejos a Sánchez? Dígame uno que le haya dado.
Le dije que no prometiera demasiado, que no iba a poder dar todo lo que prometía. Vale más decir la verdad, no engañar a la gente.
Hay algunas personas en el PSOE a las que no les gusta Sánchez…
Bueno, es su derecho. Tenemos la libertad de pensar como queremos. Yo le apoyo. Pero ya le dije que iba a ser muy duro para él, que nunca iba a contentarlos a todos.
¿Y qué le parece el PP?
Ni hablar, va contra mis ideales.
Pero decía que hay que respetar a todo el mundo.
Respetarlos, sí. Pero votarlos no. Aunque no se les puede respetar tan fácilmente, porque a veces son muy malos.
¿Y los de Podemos?
Podemos… no podemos [se ríe]. Yo quiero más a los socialistas que a los comunistas. No es que esté en contra de los comunistas, pero ya sabes lo que dieron: una dictadura. Mi hermano, al que asesinaron, era comunista. Lo asesinaron a él y a otros que cogieron. [Su hermano es uno de los 24 llamados Mártires de Carbayín de 1934]. Pero él era muy solidario con todo el mundo, era buena persona. Si eres comunista y lo eres sin hacer el mal a nadie, si obras como tienes que obrar… bueno, hay que respetar. Pero el comunismo ha dado muchos criminales.
En las primarias del PSOE de 2014, Maricuela apoyó públicamente a Eduardo Madina. Sin embargo, tras su defenestración y resurrección, Pedro Sánchez se ganó su simpatía. Mantienen cierta relación, propiciada por la que fue mano derecha de Sánchez, Adriana Lastra, también asturiana.
Maricuela es popular en el Principado, especialmente después de que la Fundación José Barreiro publicase Memorias de Ángeles Flórez Peón. Maricuela en 2018, a sus 100 años. El libro agotó varias ediciones y ahora es imposible de encontrar.
A través de sus páginas se ve que su voz es memoria histórica y que su historia ha sido la de andar burlando a la muerte. Hacerlo en la pobreza y el hambre de la cuenca minera asturiana de su infancia, en el frente de batalla, en las ejecuciones sumarias tras la guerra, en la cárcel por haber estado en el bando perdedor y de camino a Francia, cuando se dio cuenta de que si no se iba, la iban a matar de verdad.
Parece que de tanta inercia que cogió burlando la muerte la sigue burlando hoy. A pesar de sus 104 años, se intuye en sus gestos que fue guerrera. Abronca a la gente cuando le intentan cortar el filete o cuando la tratan como si se fuera a romper. Y monta en cólera si intuye que la intentan engañar: la cuenta la paga ella y como pagues tú mientras dices que vas al baño...
¿Por qué se hizo del PSOE?
Porque lo era mi padre. Y mi madre, aunque no era del partido, también iba por esa línea. En mi casa, las conversaciones siempre iban sobre política, y yo estaba hasta arriba de política. Acabé haciéndome socialista por tradición, aunque también porque creo que son los que más respetan a los demás. Y yo respeto a todo el mundo.
Eso luego le llevó a ser miliciana. ¿Por qué se alistó?
Por defender la República, claro. El primer día que marcharon para el frente preguntaron por voluntarios y yo levanté la mano la primera. Pero nunca quise coger el fusil, porque si lo hacía a lo mejor tenía que matar. Yo no quería matar a nadie. No, no, no. Yo fui miliciana para llevarle la comida a los que estaban en la trinchera. A toda esa gente había que llevarles de comer y había que lavarles la ropa. Me ocupé de esas cosas. No quería tener en mi conciencia, para toda mi vida, el hecho de haber matado a un hombre.
¿Tuvo miedo?
No supe lo que era el miedo. Es rarísimo, y eso que nos tiraba la aviación… cayeron muchas bombas. Pero no supe lo que era, lo digo de corazón. Y eso que soy muy miedosa, pero en el frente nunca lo tuve. De todas formas, luego me llevaron al hospital como enfermera, el Gobierno no quería a las mujeres en el frente.
Por haber ido de voluntaria acabó en la cárcel. ¿Qué recuerda de ella?
Pues que te faltaba de todo. Te faltaba la libertad, lo principal. Luego, nos faltaba de comer. Pasábamos mucha hambre. Patatas fritas, nunca. Un huevo frito, tampoco. Tenían las legumbres con parásitos y las cocían y nos las daban con los bichos. Eso nos teníamos que comer. Una vez sí que nos dieron patatas, aunque cocidas, y acabé con 39 grados de fiebre porque no me las admitía el estómago. Fue muy duro.
¿Qué edad tenía entonces?
Entré con 18 y salí de ahí con 22.
Después la intentaron matar…
Sí, nos vinieron a buscar a casa a varios para tirarnos a un pozo. Pero el guardia civil que me detuvo se quedó un rato mirando unas gallinas y me pude escapar. Es curioso… ese agente quería ser mi pretendiente y siempre le dije que no podíamos casarnos porque había estado presa. Fue él quien vino a buscarme para matarme, imagino que por órdenes. Me habría tirado al pozo, pero me pude escapar. La verdad es que tuve mucha suerte en mi vida.
Ahí ya se dio cuenta, entonces, de que tenía que irse.
Claro, es que nos iban a coger. Pagamos 22.000 pesetas para cruzar el río que separaba España de Francia, y lo hice con mi hija de siete meses en brazos. Recuerdo que llevaba unos zapatos de tacón, no fue buena idea [se ríe]. Nos pasaron por la noche, a hurtadillas, y en el lado francés había un acuerdo con un restaurante que nos cobijó ese día. Al día siguiente arreglamos todo lo demás… tuvimos suerte… Ni nos mataron ni nos metieron presos.
Maricuela cruzó el río en marzo de 1948 tras estar involucrada en un incidente en el que murieron unos guerrilleros y que no está del todo esclarecido. Un año antes, había cruzado su marido, Graciano Rozada Vallina, que había tenido que huir por participar en la reorganización del PSOE y la UGT en la clandestinidad. Ella no volvió a vivir a España hasta el año 2004, acompañando las cenizas de su marido.
El resto de los años los pasó Maricuela sin demasiada agitación, hasta que en 2014, a los 95 años, se abrió Facebook y se puso a hablar de política. Ahí muchos se dieron cuenta del diamante en bruto que era. La fama le vino tarde, se puede decir.
Aunque de manera simbólica, está en las listas del PSOE para el 28-M. ¿Qué haría si llega a gobernar?
¿Yo? La verdad es que no querría gobernar. Yo ayudo, siempre, a que gobiernen otros. Los socialistas, a ser posible. Yo no puedo gobernar porque no podría conseguir lo que querría conseguir, no se puede dar todo lo que se promete. Así que de ninguna manera.
A lo largo de toda su vida, ¿cuándo ha sido más feliz?
De casada y con los hijos. Tuve un marido que me quiso y yo a él. Y los hijos son muy buenos. También salieron socialistas. Podrían haber sido rebeldes, pero salieron socialistas. No les quedó otra.
Pues ya que ha llegado tan lejos y le da consejos hasta al presidente del Gobierno, denos un consejo a los jóvenes.
Pues lo mismo que siempre le he dicho a mis hijos. Intenté que crecieran respetando a todo el mundo. Pero hay que luchar para tener libertad y poder vivir con libertad. Os diría eso a todos. Y siempre respeté sus decisiones: hay que dar la libertad con libertad.