Podemos atraviesa el suelo. El hundimiento del partido morado en toda España es total: de los 47 diputados autonómicos que mantenían en los parlamentos autonómicos se han quedado con 15, incluyendo la total desaparición en Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Madrid y Valencia. Ningún sondeo anticipaba una caída tan estrepitosa que, en este caso, también arrastra a Yolanda Díaz.
La vicepresidenta segunda del Gobierno se implicó en la campaña electoral a su manera, jugando a dos barajas en las comunidades clave, apoyando indistintamente por candidatos de Podemos, Más Madrid y Compromís e implicándose muy personalmente en la reelección de Ada Colau en Barcelona. Ninguna de las apuestas ha surtido el efecto deseado.
A lo largo de las próximas semanas, Podemos perderá cinco de los seis gobiernos autonómicos que mantenía. Sólo le quedará el que tienen junto al PSOE y Geroa Bai en Navarra, la única región en la que han mejorado sus resultados de 2019. De camino, las consejerías en las Islas Canarias y la Comunidad Valenciana no les han servido para evitar la extinción.
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La formación morada tenía claro, ya lo decían las encuestas, que estas elecciones del 28-M iban más de sobrevivir que de conquistar, pero ni eso. Fuentes de la dirección del partido justifican el resultado como "una derrota del bloque progresista" en su conjunto, pero que les ha afectado más a ellos. "Lo preocupante es lo que se viene a partir de ahora", reconocen.
La dirección morada ya acogió con pocas esperanzas los primeros resultados que anticipaban entradas en los parlamentos y ayuntamientos, augurando un último vuelco tras el ecuador del escrutinio. Ya entradas las doce de la noche el balance de daños era desolador en la sede del partido, donde varios miembros de la Ejecutiva abandonaron el edificio con los ojos llorosos.
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Madrid y Valencia
De los cinco Gobiernos autonómicos quedan poco menos que los cimientos, pero el mayor golpe de los morados se ha vivido en Madrid y la Comunidad Valenciana. Las ministras Ione Belarra e Irene Montero se volcaron especialmente en estos territorios, considerando que lograr representación supondría "la llave" para arrebatar a la derecha el Ayuntamiento de la capital y revalidar el Pacto del Botànic.
Ni siquiera el empuje de toda la cúpula del partido fue suficiente. Ni Alejandra Jacinto en la Comunidad ni Roberto Sotomayor en el Ayuntamiento han conseguido representación, este último por menos de una décima. En Valencia Héctor Illueca, que también era candidato de consenso para Yolanda Díaz, quedó lejos del umbral del 5% necesario para entrar en el Parlamento.
"Hoy no ha sido un buen día", resumió Sotomayor, reconvertido en portavoz nacional por una noche. "Tenemos el deber de rearmarnos, de sacar cabeza y con orgullo seguir peleando. Aquí no debe rendirse nadie", aseguró el candidato al Ayuntamiento. Jacinto, al borde del llanto, lanzó un alegato hacia la reconfiguración del espacio de la izquierda antes de diciembre, destacando que "hace falta la unidad de las fuerzas progresistas con el motor de Podemos".
Madrid significaba mucho para ellos. Los morados han desaparecido del todo en la ciudad que los vio nacer, la misma en la que Pablo Iglesias se implicó personalmente para salvar la campaña de 2021. Dos años después, dimisión mediante, ni siquiera el empuje de la actual dirección estatal ha sido suficiente.
Un golpe similar ha tenido lugar en Comunidad Valenciana, donde ostentaban la vicepresidencia y la Conselleria de Vivienda y suponía la joya de la corona a nivel autonómico para los morados, que compartían gobierno con Compromís y PSOE. Ni la presencia de las ministras ni de Yolanda Díaz lograron aupar a Héctor Illueca hasta el 5%, perdiendo por el camino los 8 diputados que tenían desde 2019. En el Ayuntamiento, la candidata Pilar Lima quedó muy lejos de la entrada debido al retroceso general del bloque de izquierdas y la pérdida de la Alcaldía de Joan Ribó.
"Cambio de ciclo"
La dirección morada comparte un relato pesimista, de "cambio de ciclo" en palabras de un miembro de la Ejecutiva. De todo el poder autonómico queda sólo Navarra, donde el Gobierno seguirá dependiendo de la abstención estratégica de Bildu, y la sombra de Asturias, donde tendrían alguna opción dependiendo del sentido del voto de Foro Asturias. El único escaño de los morados podría ser decisivo, pero el resto de la geografía es un erial.
En Baleares compartían gobierno con Francina Armengol, pero la caída estrepitosa en las Cortes (de seis diputados a dos) convierte en imposible la mayoría progresista. Es el mismo caso que en Aragón, donde han pasado de gobernar con Javier Lambán y cinco diputados a caer hasta el borde de la extinción: un sólo representante y ninguna posibilidad de mantener el Ejecutivo.
Todavía más grave es la caída en las Islas Canarias, con una izquierda muy dividida en la que los morados pasan de gobernar con Ángel Víctor a desaparecer por completo del archipiélago. De cuatro a ningún parlamentario, los morados culpan en parte al gran número de opciones progresistas que no lograron firmar un acuerdo de coalición. Tampoco entra en el Parlamento Drago Verdes, el proyecto del exsecretario de Organización Alberto Rodríguez.
Podemos aguanta el tipo en La Rioja, una de las pocas regiones en las que no pierden representación, pero en la que sus dos diputados son insignificantes comparados con la amplia mayoría de la derecha. En 2019, esos dos diputados sí pudieron decantar el Gobierno del PSOE en favor de Concha Andreu, que también perderá la vara de mando.
Y si venían de ser llave, en Cantabria esperaban serlo. Los tracking internos del partido decían que los morados podían aspirar a ser la llave de un nuevo gobierno de Miguel Ángel Revilla e incluso de Emiliano García-Page en Castilla-La Mancha, pero en ambas comunidades han naufragado hasta la desaparición.
La rara avis de las elecciones se la llevan los territorios el partido ha aguantado el tipo. En Murcia, sobre todo, podría hablarse de un premio de consolación por pasar de cero a dos diputados, bien es cierto que los consiguieron gracias a una alianza con Izquierda Unida. Extremadura, por su parte, vivió otra sorpresa de cuatro diputados que acariciaron la posibilidad de dar el Gobierno a Guillermo Fernández Vara. Tampoco ocurrió.
Sumar falla el aterrizaje
Los resultados de la noche del 28 de mayo no se trasladan a Yolanda Díaz directamente, pero sí establecen las bases de su proyecto para las generales de final de año. La debacle general de toda la izquierda obliga a reordenar posiciones, en Podemos sobre todo, pero también entre los aliados de Sumar.
En plena refundación del espacio más allá del PSOE, la vicepresidenta segunda del Gobierno puso toda la carne en el asador en la Alcaldía de Barcelona de Ada Colau, a la que visitó dos veces durante la campaña y otra más en precampaña, y en las candidaturas de Héctor Illueca (Valencia) y Mónica García (Madrid). Ninguno han logrado sus objetivos.
Parte de su destino político dependía de ellos. En Comú Podem pierde la alcaldía de Barcelona; Compromís, la de Valencia y el Gobierno regional; Más Madrid, la hegemonía de la izquierda por delante del PSOE. En una de las noches electorales más inciertas para el espacio del cambio, el aterrizaje de Sumar ha terminado en accidente.
De las 13 plazas que visitó Yolanda Díaz durante la campaña electoral, 11 han retrocedido respecto a 2019. El plan sigue siendo retomar las negociaciones de Sumar una vez superada la resaca electoral, pero el miedo a que el efecto Díaz haya desaparecido reina tanto entre sus antiguos aliados como en los potenciales, en parte porque Podemos ha perdido prácticamente toda su fuerza territorial. Ahora, ya sí, tienen más representación que los morados en parlamentos autonómicos.
De hecho, el futuro del próximo 28 de mayo establecerá en gran medida el punto de partida del que saldrá en las elecciones generales: si Colau hubiese triunfado, habrá quien hubiese visto un triunfo de Sumar. No fue así. Y ahora a Díaz, que no brindó ninguna valoración de los resultados, le toca reconfigurar su encaje de bolillos particular a la izquierda del PSOE. Esta vez, a contrarreloj y a contracorriente.
La noche electoral del 26 de mayo de 2019, la anterior cita autonómica, arrancó con Pablo Iglesias defendiendo el mantra de que "la segunda temporada es gobernar", en referencia a la entrada de Podemos en los gobiernos autonómicos que hoy ha perdido. Cuatro años después, Ione Belarra decide no hacer declaraciones ante la prensa.
La tercera temporada podría ser la última.