Pamplona

Ione Belarra y Yolanda Díaz no coincidían en un mitin desde el 11 de junio de 2022, cuando la vicepresidenta hizo su debut al noveno día de campaña de las elecciones andaluzas. Desde entonces han tenido que pasar 400 días para que la secretaria general de Podemos haga lo propio en la tournée de Sumar, esta vez en Pamplona, escenificando sus primeros 65 minutos de tregua tras el pulso de las negociaciones internas y el veto a Irene Montero. En total, poco más de una hora de paz para aplacar más de un año de guerrilla. 

Escenificar el alto el fuego entre Podemos y Sumar lleva siendo una quimera desde el 2 de abril, cuando Díaz presentó su partido en el polideportivo de Magariños y Belarra rehusó asistir a la cita. A pesar de los intentos, no han conseguido sellar la paz con una foto simbólica hasta ahora, pero entre claras muestras de frialdad y, sobre todo, ansias por separarse y pasar el mal trago cuanto antes.

El drama empezó al filo de las 11.00, con Belarra y su equipo parando taxis en la estación de trenes de Pamplona (habían cogido el primero del día) para llegar a tiempo al Monumento de los Fueros, donde se había emplazado con Yolanda Díaz. A pesar de la demora, allí sólo la esperaba un tumulto de periodistas e Idoia Villanueva, candidata de Podemos por Navarra. Pero ni rastro de la vicepresidenta. 

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Díaz, que había pasado la noche en la capital navarra para atender varias entrevistas por la mañana, fue la última en llegar, pero despachó rápido la foto que todo el mundo estaba esperando. Tan rápido, que ningún fotógrafo fue capaz de captar el esperado abrazo-y-dos-besos entre ambas. Fueron las dos centésimas de segundo más incómodas del día. 

A partir de ahí, ni Díaz ni Belarra se molestaron en disimular su frialdad. Con Idoia Villanueva de cortafuegos, vicepresidenta y ministra dieron un paseo por el centro en el que compartieron un par de frases, con la líder de Sumar siendo interrumpida varias veces para sacarse fotos con los transeúntes. Fueron apenas treinta minutos, hasta las 11.40, en los que la secretaria general de Podemos miró más al suelo que a las calles de su ciudad.

Al final, todo se trataba de cubrir el expediente. El acto del Mirador del Caballo Blanco estaba pensado desde el principio como un reflejo de lo que fue el paseo: mínima interacción, Villanueva como excusa y pocos testigos de por medio. La tensión entre ambas era tan patente que a quien más selfies le acabaron pidiendo fue a Enrique El Drogas Villarreal, histórico cantante de Barricada, que se encontraba entre el público.

La propia escaleta, con Belarra abriendo y Díaz cerrando, daba pie a que no tuvieran que interactuar ni siquiera para darse paso. Tanto fue así que la líder de Podemos no mencionó a su candidata —ambas comparten lista por Madrid— en ningún momento de su discurso. Díaz sí tuvo la deferencia con su homóloga morada, pero las diferencias entre sus intervenciones fueron notorias de principio a fin.

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Si una hablaba de Irene Montero y sus avances feministas, la otra respondía con el "feminismo del 99%" que tantos dolores de cabeza causa en Podemos. Si la vicepresidenta bombardeaba con propuestas, la ministra de Derechos Sociales disparaba el paquete ideológico.

Mantuvieron la distancia tanto física como retórica desde el minuto uno, tanto en la forma de dirigirse a los militantes —"compañeros" frente a "amigos"— hasta en cómo definir Sumar. A lo que Belarra reivindicaba a la coalición como una herencia que se había presentado a las elecciones "primero como Podemos, luego como Unidas Podemos", Díaz marcaba claramente distancias al no mentar ni al partido morado ni a su ministra estrella, Irene Montero.

Tampoco es que hubiera tiempo para excesos. Las tres políticas se repartieron malamente 35 minutos de discursos inconexos entre sí, sin casi referencias cruzadas y cerca de 200 personas entre el público. Díaz, sin duda, fue quien más aplausos levantó con sus críticas al PP y su movilización del electorado indeciso, pero apenas le dio tiempo de darse un baño de masas. Foto de grupo, cuatro besos y a casa. Belarra y ella ni siquiera se despidieron.

De cara a su electorado, las fotografías de Díaz y Belarra juntas son fundamentales para movilizar a los votantes cansados de las guerras internas. Este periodista pudo contar dos abrazos y dos besos en los 65 minutos que ambas compartieron, pero tendrán que fiarse de su palabra antes que de las no-imágenes del suceso.

Tampoco se dieron oportunidad para segundas tomas, y antes de las 12.05 las dos ministras se fueron cada una a casa por su lado. Como ya cantaba El Drogas: "Salir por patas y a vivir".