Uno de los momentos más recordados de la tournée mediática de Pedro Sánchez en la campaña electoral fue cuando, invitado al pódcast de moda dirigido por Carlos Peguer y Mariang, confesó no sentirse "ni pijo ni quinqui". La pregunta siempre es la misma para todos los invitados y rara vez se esquiva. Pero el presidente lo hizo, y en esa ambivalencia del PSOE, en esa no-respuesta, se esconde ahora una de las claves para la gobernabilidad de España. Ni siquiera él lo sabía en ese momento.
Del mismo modo que Sánchez no supo identificarse con uno u otro bando, hoy la llave de un nuevo Gobierno socialista se encuentra de nuevo entre esas dos orillas, la de la pija y la de la quinqui, encarnados en dos partidos independentistas destinados a enfrentarse pero obligados a entenderse. Cada uno con una portavoz que no podría ir más al hilo de la pregunta más repetida en los auriculares de la Generación Z española.
La división no debería sorprender. Mertxe Aizpurúa (EH Bildu) representa el lado más quinqui del bloque de investidura, mientras que Míriam Nogueras (Junts) personaliza el más pijo. Una, proveniente del llamado comando de papel de ETA y el independentismo de izquierdas; la otra, heredera del comando empresarial del separatismo más conservador. Y Sánchez, claro, en medio.
'La pija'
Cabe resaltar una cosa antes de hablar de la portavoz catalana: los herederos de Convergència i Unió son separatistas y de derechas, un cóctel complicado para el PSOE, pero no indigerible. Desde ciertas posiciones progresistas, el conservadurismo de Junts suele desdeñarse o confundirse porque, al igual que el PNV, no son intransigentes en cuestiones como el aborto o los derechos LGTBI; además, en lo referente a la correlación de fuerzas, se oponen totalmente a las élites políticas y empresariales dirigidas desde Madrid. Pero ya está. Ahí termina toda su relación con la izquierda.
En lo que respecta a Míriam Nogueras (Dosrius, Barcelona, 1980), su pedigrí habla por sí solo. Nadie mejor que ella representa la actual estrategia de confrontación con el Estado, por un lado, y la herencia de Carles Puigdemont en la derecha independentista catalana, por otro.
Hija mayor de una familia de empresarios textiles que ganaron bastante dinero durante el boom económico de Cataluña, sus padres la enviaban cada verano –de los 12 a los 16 años– a una estancia distinta en el extranjero para aprender inglés. Cuando se quedaba en Barcelona, estudiaba en la escuela concertada y catalanista El Ginebró.
La fábrica acabó cerrada y en venta en la época en la que Nogueras ya estaba independizada (de sus padres). Entonces, mucho antes de entrar en la política activa, la diputada encadenó varias pasantías hasta que se puso al frente de un negocio de comercio y tecnología y luego otro del sector textil, como su padre. En esas andaba cuando Jordi Turull, hoy secretario general de Junts, la fichó para su círculo de confianza.
Hasta entonces, su única actividad política conocida fue en la campaña No Vull Pagar, contra los peajes en Cataluña, y como representante del Cercle Catalá de Negocis, una asociación de empresarios independentistas. En la más pura tradición convergente, se hizo fuerte como concejala independiente en Cardedeu cuando su perfil empresarial casaba con los de la época de Artur Mas y, cuando los vientos cambiaron, en 2015 se sumó a aquel invento llamado Democràcia i Llibertat hasta recalar en el Congreso.
En los últimos años, tras dimitir como vicepresidenta del PDeCAT para terminar de afiliarse a Junts, ha sido una de las grandes protegidas de Puigdemont. De hecho, aprovechando el fugaz ascenso de Xavier Trias el 28-M, su compañero Jaume Giró intentó usurparle el puesto a Nogueras con el argumento del viejo centroderecha catalanista capaz de pactar con diestra y siniestra. Duró poco, y el expresident mandó quitarlo de en medio antes de que tuviese tiempo de pronunciar Wa-ter-loo.
'La quinqui'
Mertxe Aizpurua (Usúrbil, Guipúzcoa, 1960) es la portavoz de EH Bildu en el Congreso. Proveniente de una familia modesta de la que se sabe muy poco, la cara de la izquierda abertzale comenzó su andadura fuera de la política parlamentaria, en el periodismo, recalando en multitud de periódicos de la órbita de ETA.
En 1984, cuando era directora técnica de Punto y Hora, fue condenada a un año de prisión y la suspensión de la actividad periodística por un número de esta revista mensual dedicado a los militantes de ETA fallecidos, lo que el Tribunal Supremo consideró "una clara defensa y alabanza de la organización terrorista".
Tiempo después pasó a formar parte del equipo directivo de Egin, medio clausurado por el juez Baltasar Garzón en 1998 por considerar que estaba supeditado a ETA. Sus principales responsables fueron condenados a varios años de cárcel, aunque una sentencia de 2009 declaró nula la orden del cierre. Diputada desde 2019, representa la cuota de Sortu –heredero de Herri Batasuna, con Arnaldo Otegi al frente– en el grupo parlamentario.
No obstante, en 2023, cabe señalar que Aizpurua no es la combativa de las dos. En estos años, la excondenada ha sido una de las protagonistas de la estrategia renovada de la izquierda independentista vasca, que pasó de la ilegalización al ostracismo a ser uno de los socios clave del Gobierno. Sus formas también han cambiado, sobre todo, al manifestar incontables veces su solidaridad con las víctimas del terrorismo de ETA. Esto, por cierto, a costa de alejarse del ala más radical de la coalición.
En estos años de rectificaciones no se ha ganado ni un solo amigo en Madrid, que no le perdonan su trayectoria, pero sí ha perdido el saludo de más de uno en su tierra, donde la perciben o bien como una pisamoquetas o como una tibia. Desde la actual coalición de Gobierno se la percibe como uno de los motores de la agenda social, dialogante y clave para desencallar algunas de las leyes más convulsas de la legislatura, como la de Vivienda, y una aliada estratégica.
El problema que se le avecina al Gobierno será conjugar estos dos universos, el de la pija empresaria catalana y la quinqui nacida en el entorno de ETA. Nadie en el PSOE se esfuerza en ocultar que, al margen de los necesarios pactos para investir a Pedro Sánchez en los próximos meses, el auténtico campo de juego se dará a la hora de formar mayorías legislativas.
Se avecinan muchas horas de reuniones, muchos cafés y mucho funambulismo para contentar la agenda social de una y el conservadurismo de la otra. El reloj de la investidura empieza a moverse el 17 de agosto.