El cambio de Gobierno no ha afectado a una de las carteras más calientes en la última legislatura, la de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. José Manuel Albares, jefe de la diplomacia española desde julio de 2021, mantendrá sus atribuciones en el nuevo Consejo de Ministros de Pedro Sánchez.
Currículo
Albares (Madrid, 1972) es licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto, en la especialidad jurídico-económica y diplomado en Ciencias Empresariales. Es un diplomático de carrera que, antes de sustituir a Arancha González Laya en plena crisis con Marruecos -la más grave desde la toma del islote Perejil por el Ejército de Rabat, en 2002-, ejercía como embajador de España ante la República Francesa.
Su carrera profesional y política se vio impulsada con la llegada de Sánchez al poder. Y es que a la legación española en París fue enviado sólo después de haber ejercido como asesor directo del presidente en Moncloa, en el cargo de secretario general de Asuntos Internacionales, Unión Europea, G20 y Seguridad Global del Gabinete del presidente del Gobierno (junio 2018-febrero 2020).
Albares ya conocía la Embajada parisina de España, pues el Ejecutivo de Mariano Rajoy lo había nombrado consejero Cultural en agosto 2017, después de haber sido año y medio vocal asesor de la Unidad de Apoyo de la Dirección General Españoles en el Exterior, y de Asuntos Consulares y Migratorios, además de subdirector general de África Subsahariana entre septiembre de 2010 y octubre de 2015.
El de nuevo titular de Exteriores es uno de los miembros del Gobierno más leales a Sánchez desde antiguo, porque se incorporó a su equipo cuando, en 2015, el hoy presidente no parecía una apuesta segura en un PSOE convulso. Desde entonces, en distintas posiciones, ha ejercido como guía y bastón de la apuesta decidida, aunque errática, del líder socialista por reconquistar una posición relevante para España en el concierto internacional.
Comenzó su carrera diplomática en el verano de 2000, como jefe del Servicio de Relaciones Económicas con los Países Subsaharianos. Y, todavía en los gobiernos de José María Aznar, fue cónsul de España en Colombia de 2001 a 2003. A nivel internacional o multilateral, el ministro Albares ha ocupado el cargo de vicepresidente del Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE después de haber sido consejero en la Representación Permanente de España de la misma organización, también en París.
Posición en la amnistía
Albares y su equipo tienen siempre mucho cuidado en sus declaraciones públicas. Por un lado, elige con esmero los términos y habla muy lento ante los micrófonos, para decir y no decir, un ejercicio clave en las relaciones internacionales. Y por otro, no suele inmiscuirse en asuntos que no le competen. Antes del 23-J nunca dijo nada públicamente sobre la amnistía, ni sí ni no.
Eso sí, como leal servidor del proyecto Sánchez está a la orden: cuando Moncloa ordenó hablar, por fin, de la amnistía a los implicados en el procés independentista catalán, tras la negociación con Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, Albares defendió que la proposición de le construye "convivencia y concordia". Una declaración que trataba de compensar la "preocupación" expresada por el Alto Representante de la UE para Política Exterior, el español Josep Borrell, uno de sus antecesores en el cargo.
También él había sido el protagonista del primer "hecho comprobable" exigido por Carles Puigdemont. Le tocó levantarse de madrugada el 17 de agosto para incluir en el orden del día del Consejo de la UE la oficialidad del catalán en Europa, y después defender esta posición en (por ahora) tres reuniones, con gran desgaste de su imagen entre los Veintisiete.
Gestión
Nada más llegar al cargo, Albares hubo de hacerse cargo de enorme crisis diplomática y política con Marruecos. En estos casi dos años y medio, además, ha tenido que organizar una histórica cumbre de la OTAN en Madrid y recuperar las endebles relaciones con Estados Unidos, y gestionar (con éxito) la evacuación de las tropas occidentales Afganistán, beneficiado por su buena relación personal con Antony Blinken, secretario de Estado de Washington.
Pero también ha tenido que luchar por hacer entender a nuestros aliados y socios la posición dividida del Gobierno español en la guerra de agresión de Rusia sobre Ucrania. Y recientemente, sostener una posición con matices distintos a la del conjunto de la UE sobre el reciente ataque terrorista de Hamás sobre Israel. En los primeros días, el Gobierno de Israel emitió una durísima nota contra el de España, y de la mano de la ministra de Defensa, Margarita Robles, Albares ha logrado capear estos temporales con dificultades.
Pero su estreno y su mayor preocupación fue y sigue siendo Marruecos. En mayo de 2021, el asalto de más de 10.000 personas en apenas 24 horas sobre Ceuta, alentado por las autoridades del régimen de Mohamed VI, fue la más visible "consecuencia" de la gestión de su antecesora, Arancha González Laya, en el caso Brahim Ghali. España había acogido al líder del Frente Polisario para tratarlo de Covid, pero lo había hecho sin comunicarlo previamente a Rabat.
Así, el encargo principal del nuevo ministro era intentar reconducir las relaciones y hallar una vía para el entendimiento con nuestro vecino más estratégico. Con Marruecos, España mantiene un desencuentro, desde 1975, por la soberanía del Sáhara Occidental, antigua provincia española oficialmente no descolonizada. Rabat, a su vez, reclama la "unidad territorial" y, por tanto, la soberanía sobre Ceuta y Melilla; y mantiene conflictos constantes sobre aguas jurisdiccionales y espacio aéreo con las Islas Canarias.
Las relaciones no terminaron de normalizarse, de manera oficial, hasta febrero de este año, con la celebración en Rabat de la Reunión de Alto Nivel (RAN) entre los dos gobiernos. Diez meses antes, en abril de 2022, Sánchez había sido recibido por el rey alauí en el Palacio real, sólo después de que Rabat filtrara una carta supuestamente enviada por el presidente español al monarca marroquí cambiando la posición oficial española sobre el Sáhara, y alineándose con la solución de la autonomía bajo la soberanía de Marruecos.
Retos
Las relaciones de España con África nunca terminan de ser una prioridad, a pesar de que somos el único país occidental con frontera terrestre en el continente. El expediente Marruecos seguirá siendo el principal reto de Albares en Exteriores.
Pero no hay que olvidar las múltiples derivadas que lo acompañan. Durante más de cuatro décadas, España supo mantener un equilibrio diplomático con sus dos vecinos más inmediatos al sur: Rabat y Argel. Sin embargo, la crisis del Sáhara provocó una ruptura de relaciones por parte del Gobierno de Argelia que sólo recientemente, y muy poco a poco, empieza a relajarse.
Junto a estos dos países, son claves los acuerdos migratorios con Mauritania y Senegal, países de tránsito y salida de la migración ilegal. África está en plena explosión demográfica (las estimaciones indican que duplicará su población en los próximos 25 años), mientras las instituciones políticas de cada Estado, que nunca fueron estables, se deterioran.
La influencia de Rusia y de China en el Sahel -con grupos paramilitares, una; y con inversiones en infraestructuras, la otra-, han cambiado el panorama y los equilibrios de poder en la región, donde Occidente ya no es bienvenido. Además, el terrorismo yihadista, los golpes de Estado y las guerras seculares basadas en la competición por las materias primas de un continente rico en recursos pero cuya población sigue empobrecida y sin esperanzas de futuro, han desestabilizado la región.
De ahí, el empeño de Albares en incluir un capítulo sobre la "vecindad sur" en el Concepto Estratégico de Madrid, aprobado en la cumbre de la OTAN de junio de 2022, y que regirá la política y las operaciones de la Alianza durante una década.
Otro reto para Albares -éste de menor envergadura para lo que debería ser su cometido, pero clave para la estabilidad del Gobierno- es lograr avances en el reconocimiento de las lenguas cooficiales españolas en el seno de la Unión Europea. Sobre todo, del catalán, como demuestra la insistencia de la presidencia de turno española en colar esta carpeta en todas y cada una de las reuniones del Consejo de Asuntos Generales, desde el pasado septiembre. De momento, no hay pasos adelante, y sí un visible "hartazgo" de algunos de los gobiernos de los Estados miembros.
Además, el ministro de Exteriores deberá trabajarse una nueva buena relación con un nuevo colega británico para culminar, de una vez, la eterna la negociación con Londres sobre el estatus de Gibraltar.
La colonia británica en suelo español sigue en un limbo después del Brexit, y a Albares le tocará avanzar en este campo con quien provocó todo el embrollo: el ex primer ministro David Cameron, impulsor del referéndum para la salida de Reino Unido de la UE en 2016, acaba de ser nombrado ministro de Exteriores por Rishi Sunak.
La Unión Europea espera, con ansia, que Londres y Madrid acaben definitivamente de poner negro sobre blanco si habrá o no frontera, quién se hará cargo de la seguridad y cómo en el aeropuerto y el puerto de la Roca, qué productos, servicios y mercancías tendrán libertad de paso entre ambos territorios, qué estatus tendrán los trabajadores transfronterizos...
Finalmente, de la gestión de Sánchez, a nivel de jefes de Estado y de Gobierno, y de su titular de Exteriores, como jefe de la diplomacia, dependerá la imagen de España ante las democracias occidentales en esta especie de reedición de la guerra fría. La visita en marzo del presidente español a Pekín abrió una senda de entendimiento que no fue bien recibida en Washington, hasta que Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, enderezó la situación.
Mientras todavía no está culminado el acuerdo para la duplicación de la presencia estadounidense en la base de Rota (con dos destructores más), ni se sabe nada del acuerdo para recibir en España migrantes y refugiados procedentes de la frontera con México, España sigue siendo uno de los países de la OTAN que menos contribuye militarmente con los aliados en la defensa de Ucrania.
Además, es el único de los Veintisiete de la UE que se salió del acuerdo de mínimos sobre la guerra Israel-Hamás, reclamando un "alto el fuego" en lugar de "pausas humanitarias".
Las relaciones de España con el principal aliado de Occidente en la región pasan por su peor momento en los últimos 30 años. Y la composición del nuevo Ejecutivo no ayuda: dos de los nuevos ministros, Ernest Urtasun (Cultura) y Sira Rego (Infancia y Juventud) formaron parte de los únicos 21 eurodiputados de 705 qur votaron en contra de condenar la masacre de los islamistas que el pasado 7 de octubre asesinaron a más de 1.400 israelíes, violaron, quemaron, degollaron, hirieron y secuestraron a otros cientos.
Y ha perdido un peso importante en la influencia sobre la política europea respecto a Venezuela, para quien España ha pedido el levantamiento gradual de sanciones, y no lo ha logrado.