Podemos está tocado pero no hundido. Los morados no formarán parte del próximo Consejo de Ministros, pero en la dirección del partido ya ultiman una hoja de ruta con la que presionar tanto al Gobierno como al grupo parlamentario de Sumar, al que todavía pertenecen pero del que se encuentran desplazados. El plan, al menos todavía, no pasa por abandonarlo.
La idea que surca el cuartel general de los morados es mantener la independencia del partido y negociar con el Ejecutivo como si no formasen parte de la coalición. Hace dos semanas, la militancia de Podemos apoyó una estrategia con la que abrían la puerta a emanciparse política y estratégicamente de Sumar, por un lado, y a no hacer ningún pacto de legislatura con el PSOE, por otro.
Aquel dictamen, votado desde las bases, encubría una enmienda a la figura de Yolanda Díaz y a los pactos con el PSOE, pese a dar el sí a la investidura de Pedro Sánchez. Los morados, recuerdan fuentes de su dirección, no podrían cargar con la culpa de hacer caer al bloque de las izquierdas en el Congreso y ser los causantes de una repetición electoral, pero tampoco van a ser un aliado dócil si se les ignora sistemáticamente.
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"No se nos puede decir que no hayamos sido responsables", indican las mismas fuentes sobre su solidario apoyo la semana pasada y sobre su claudicación en junio, cuando aceptaron el veto a Irene Montero para no interferir en las opciones de la coalición de izquierdas. "Lo peor del bache ya lo hemos pasado", se consuelan.
Tanto la secretaria general de la formación, Ione Belarra, como los distintos cargos consultados por EL ESPAÑOL defienden que los cinco diputados de Podemos van a tener mucho peso esta legislatura. Son pocos para una cámara de 350 escaños, pero imprescindibles en un Congreso tan fragmentado y en el que, como ya se ha visto en las pocas votaciones que ha habido hasta ahora, un solo voto puede significar la diferencia entre ganar o perder una votación.
Las mismas fuentes aseguran que "no hay un plan redactado" sobre cómo presionar al Gobierno y a Sumar, pero saben que su mejor arma es la fragilidad de la mayoría de investidura. "Una vez nos expulsaron del Gobierno, nos han dejado las manos libres; vamos a hacer política con los recursos que tenemos", resuelven.
La idea, en principio, es hacer valer sus cinco votos para negociar "leyes más ambiciosas". Este mismo lunes, los portavoces nacionales del partido contraprogramaron la comparecencia de Pedro Sánchez para criticar sus nombramientos, a los que acusaron de "conservadores". Horas más tarde, Belarra recogió el testigo con una carta a la militancia.
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"En este nuevo escenario, la autonomía de Podemos va a ser la herramienta fundamental para que podamos forzar a que haya algunos avances sociales, a pesar de la nula voluntad transformadora del PSOE y Sumar", indicaba la secretaria general de los morados. Ella es una de las principales damnificadas por el nuevo acuerdo de Gobierno.
Si la integración en Sumar a finales de junio ya fue a regañadientes, ahora están dispuestos a tomarse la revancha del veto a Irene Montero, de las humillaciones de Yolanda Díaz y del vacío del PSOE todo a la vez. Qué decir de su expulsión a última hora del Consejo de Ministros "usando a Nacho Álvarez de chivo expiatorio".
La vicepresidenta segunda en funciones sabía que una vez pasaran las elecciones sería difícil atar en corto a Podemos y, por ello, una de las primeras cosas de las que se aseguró antes del 23-J fue blindar Sumar a prueba de díscolos, pensando en el futuro, y negociar unos términos muy restrictivos para mantenerlos dentro del grupo parlamentario.
El pacto establece que Podemos recibirá un 23% de las ayudas electorales que acapare la coalición, menos que Sumar pero más que el resto de partidos "menores". Si los diputados abandonaran el grupo parlamentario para ir al Grupo Mixto, como se amenazó en los primeros compases de las elecciones, perderían las jugosas subvenciones, pero eso no quiere decir que puedan votar por su cuenta.