El juez de la Audiencia Nacional Francisco de Jorge ha acordado este viernes el ingreso en prisión incondicional para Chang-Su Lim, por su presunta participación en el asalto a la Embajada de Corea del Norte en Madrid que tuvo lugar el 22 de febrero de 2019.
Según el auto judicial, Chang-Su Lim es uno de los miembros del grupo denominado Cheollijma Civil Defense que en aquella fecha se introdujeron en la legación diplomática, maniataron con bridas y golpearon a las cinco personas que se encontraban en su interior, y se dieron a la fuga tras robar varios pendrive con información, dos ordenadores y discos duros.
Los siete sujetos (cuatro de nacionalidad surcoreana y un estadounidense) cruzaron la frontera de Portugal en coche y, desde el aeropuerto de Lisboa, tomaron un vuelo a Nueva York.
Una vez allí, el supuesto líder del grupo, Adrian Hong Chang, se puso en contacto con las autoridades del FBI, a las que entregó los dispositivos electrónicos robados en la embajada.
Entre los miembros de este grupo se encontraba Chang-Su Lim (nacido en Corea del Sur), quien ha permanecido en busca y captura desde entonces. Finalmente fue detenido en Hungria, cuyas autoridades judiciales lo han entregado este mes de noviembre a España.
Según el auto del juez Francisco de Jorge, Chang-Su Lim se enfrenta a más de 10 años de cárcel como autor de los presuntos delitos de allanamiento de morada, detención ilegal, amenazas y robo con violencia cometido por organización criminal.
Los hechos tuvieron lugar en torno a las 16.30 horas del 22 de febrero de 2019, cuando uno de los asaltantes, el citado Adrian Hong Chang, acudió a la Embajada situada en la calle Darío Aparicio de Madrid y solicitó ser recibido por el encargado de negocios.
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Un empleado de la representación diplomático le hizo pasar y le solicitó que esperara en un banco del patio exterior. Aprovechando un descuido, Hong Chang abrió la puerta de la tapia, y franqueó el paso a otros seis miembros del grupo, que permanecían apostados en el exterior. Varios de ellos han sido identificados en las imágenes grabadas por el circuito de cámaras de seguridad.
Se introdujeron entonces en el edificio, armados con machetes, cuchillos, barras de hierro y pistolas simuladas, golpearon violentamente al personal de la embajada y lo inmovilizaron con bridas y grilletes.
Luego encerraron a tres de ellos en la sala de reuniones y al cuarto en un banco. También redujeron a la esposa y al hijo del encargado de negocios, que se habían intentado ocultar en un dormitorio.
La esposa de otro de los empleados de la embajada, al escuchar el tumulto, se encerró en una habitación de la segunda planta. Antes de que los asaltantes lograran echar la puerta abajo, la mujer logró escapar por la terraza y huyó del recinto de la embajada a través de la pista de pádel, que tiene un acceso directo a la calle.
Una mujer logró huir
Allí un particular se ofreció a ayudarla y avisó a la Policía y a urgencias. Presentaba múltiples lesiones y fue atendida por personal del Samur. Cuando llegó una patrulla de la Policía, la mujer le informó de que varias personas habían asaltado la embajada.
Tras establecer un perímetro de seguridad, tres agentes de Policía se dirigieron entonces a la sede diplomática. Les abrió la puerta el líder de los asaltantes, Adrian Hong Chang, que se había colocado en la solapa de la chaqueta un pin con la cara del líder de la dictadura norcoreana, y se hizo pasar por un representante oficial de la embajada.
Al saber que una mujer herida había sido la que alertó a la Policía, Hong Chang aseguró a los agentes que no había ocurrido ningún incidente y les advirtió que, si tenían conocimiento de que alguna persona de nacionalidad norcoreana había sufrido un percance, estaban obligados a ponerlo en conocimiento de la propia embajada. Creyendo que todo había sido una confusión, los policías abandonaron el lugar.
Mientras tanto, tres miembros del grupo condujeron entonces al sótano al encargado de negocios, Yun Sok So, ante el que se presentaron como miembros de un movimiento de derechos humanos para la liberación de Corea del Norte, y le instaron a desertar. Sin embargo, So se negó a traicionar a su país.
Los miembros del grupo registraron entonces de forma exhaustiva todas las dependencias de la embajada y se apoderaron de varias unidades de memoria USB, ordenadores y discos duros. Tras varias horas, abandonaron el lugar a bordo de tres coches oficiales de la embajada. Cruzaron la frontera de Portugal y volaron desde Lisboa a Nueva York.