Es un día para esos expertos en lenguaje no verbal que utilizan las televisiones cuando se ha apuñalado a alguien. Por ejemplo, a una Constitución. Es el día para ver a Patxi López en la tribuna... sin sonido. Se sujeta los pantalones con una mano al cinturón. Bebe largos tragos de agua. Luego se limpia la boca con la servilleta. Patxi intenta sujetar los pantalones de su partido.

Sale a la tribuna, Patxi, y dice lo de siempre. Todo lo contrario a lo que decían antes. En realidad, con una novedad. Por primera vez, se cuadra el círculo. Los socialistas que decían que la amnistía era anticonstitucional no sólo van a votarla sino que lo van a hacer orgullosos de ello.

"¡Estos son los 121 socialistas! ¡Este es nuestro retrato! ¡Estamos convencidos!", ha gritado Patxi para arrancar las ovaciones de los suyos. Patxi grita una barbaridad. Tanto como para que se le siga oyendo mientras lo ovacionan. Eso no ocurre con ningún otro diputado. Lo único reseñable que aportó Ramón Tamames en aquella delirante moción de censura fue la receta de la cafinitrina para Patxi.

"¡Aquí estamos los socialistas!". Patxi se lleva la mano izquierda al cinturón. "¡Venimos a sembrar la esperanza!". Patxi, a los pantalones.

El PP había pedido que la votación de la admisión a trámite de la amnistía se hiciera por llamamiento individual con el objetivo de "retratar" a cada uno de los diputados que ha asumido el travestismo de la amnistía.

Creían los de Feijóo que eso era una genialidad, pero habían subestimado al "sanchismo" una vez más. La disciplina instaurada en el Partido Socialista ha dado un vuelco al tablero. Hoy, el "cuerpo a tierra que vienen los nuestros" tan típico de la izquierda es mucho más peligroso en el principal partido de la derecha.

Por eso Patxi, pese a que los pantalones le pesan una tonelada, acaba logrando sujetarlos. Por ejemplo: "La amnistía no es pedir perdón ni olvidar. Es poner al servicio del interés general las elecciones que se puedan extraer de aquello". Tiemblan los pantalones, pero los agarra en el último instante.

Ha sido todo un poco raro. No estaban el presidente del Gobierno ni varios de los ministros. Ayer, hubo presidente y catorce ministros en la presentación del libro. Hoy, en el estreno de la gran ley de la convivencia, el Gobierno había menguado vertiginosamente.

Tampoco estaba el verdadero ministro de Moncloa, Santos Cerdán. Parecía raro, pero era lógico. En el Parlamento, el PSOE hace oposición: sale Patxi a proponer una ley pidiendo al PP que explique qué harían ellos. Y en Suiza, el PSOE hace gobierno: Santos pacta con Puigdemont las líneas maestras de la política del Ejecutivo.

"Nunca va en un programa electoral lo que pactas con otros partidos". Mano al cinturón. "Nunca van las coaliciones en un programa electoral". Mano al cinturón. "La propia Constitución nació de la amnistía". Esa comparación ya era para llevarse directamente la mano a la entrepierna.

Ante el asombro de muchos socialistas que votaron aquella amnistía, Patxi ha dicho: "Entonces, perdonar torturas y asesinatos era tener sentido de Estado. Hoy es –se refería al PP– humillar la Democracia".

Debe de ser difícil la labor de Feijóo. No se le puede decir nada a Patxi. Nada que le haga cambiar de posición. Ha comparado Patxi la amnistía de Sánchez al peso con otras cincuenta amnistías europeas. Sin entrar en detalle, obviando que muchas de ellas están relacionadas con procesos históricos de naturalezas radicalmente distintas, como la Alemania nazi.

Aunque, quizá, Patxi crea que España deja hoy atrás un pasado similar a ese. No en vano, compara a Puigdemont con ETA cuando dice que Aznar ya se reunió con la banda terrorista en Ginebra.

El problema de los debates sobre la amnistía en el Congreso es su inexorabilidad. Los socialistas ajustan su discurso no a tenor de lo que ocurre en la Cámara, ni siquiera en relación a lo que sucede en España; lo hacen al compás de Suiza.

Se ha elegido un camino. Nada vale la palabra. De nada sirve repetir en la tribuna todas las veces en las que Sánchez "cambió de opinión". La amnistía saldrá adelante con las manos de 121 diputados del PSOE sosteniendo el cinturón del presidente del Gobierno.

Tiene razón Jon Iñarritu, diputado de Bildu: "Nos podíamos haber ahorrado esta sesión".