Pedro Sánchez llevaba meses planeando el regreso de Carmen Calvo a un "alto cargo" dentro del PSOE, pero no encontraba un puesto acorde donde colocar a la exvicepresidenta. Según ha podido saber EL ESPAÑOL de fuentes de la dirección del partido, la decisión de devolverla a la primera línea estaba tomada desde antes de la investidura, aunque no ha sido hasta este mes cuando optó por enviarla al Consejo de Estado.
La sentencia y posterior ratificación del Tribunal Supremo que anuló el nombramiento de Magdalena Valerio al frente del órgano consultivo obligó a Sánchez a cambiar sus planes sobre la marcha. Primero, el 30 de noviembre, el Alto Tribunal anuló la designación de la exministra de Trabajo como presidenta al no reunir el requisito de "jurista de reconocido prestigio". Luego, el 2 de febrero, rechazó el incidente de nulidad presentado por la Abogacía del Estado y confirmó su decisión.
Con esto en mente, Sánchez empezó a barruntar su reemplazo por Carmen Calvo, una persona con la doble trayectoria de jurista —es doctora en Derecho Constitucional— y política. Su idea inicial, no obstante, era acomodarla en la Ejecutiva y ascenderla a presidenta del PSOE en sustitución de Cristina Narbona.
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Pero devolver a la exvicepresidenta a la primera línea, dicen las fuentes, planteaba dos problemas. El puesto más evidente al que enviarla era la Secretaría de Igualdad del PSOE, que ya ocupó entre 2017 y 2021, pero la reciente designación de Ana Redondo lo volvía imposible; más aún, el nombramiento sonaría a "rectificación" de la política socialista tras la crisis del sólo sí es sí y el debate interno del partido sobre la Ley Trans.
Calvo tampoco podía volver al Ejecutivo. Cualquier puesto al que regresase sería considerado una desautorización para una mujer que había llegado a la Vicepresidencia Primera durante el primer Gobierno de Sánchez; todo sabría a poco. Proponerla como presidenta del PSOE, en cambio, mantenía esa dualidad entre puesto simbólico pero de alta relevancia.
Para ello, Sánchez lleva desde el verano haciendo números para organizar un Congreso extraordinario que renueve a la Ejecutiva actual, elegida en 2021 y retocada quirúrgicamente el pasado mes de enero. El secretario general la considera "agotada" y carente de peso político, la misma lectura que hizo con su último Consejo de Ministros.
El nudo gordiano del Consejo de Estado, no obstante, era mucho más complicado y se ha precipitado antes de la cuenta. La opción más sencilla y rápida era recurrir a Calvo, de quien ya se especuló que podría ser nombrada en 2021, aunque ella rehusó, según dirigentes del partido, porque quería seguir "en las grandes ligas". Y Sánchez decidió esperar.
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Recolocados
Ahora, la anulación del nombramiento de Valerio le brinda a Calvo otra salida como presidenta del Consejo de Estado, un puesto de mucho prestigio aunque de perfil público más bajo. También permite a Sánchez redirigir y actualizar la influencia política del órgano consultivo con un perfil feminista y de peso en el partido.
Precisamente, ésa ha sido la tónica habitual en sus nombramientos, que se remontan a la designación de María Teresa Fernández de la Vega en junio de 2018, nada más triunfar la moción de censura. La llegada de Calvo supone un nuevo rumbo, mucho más político, para dotar de armazón ideológico al consejo.
Además, las fuentes insisten en recordar que la elección de Calvo confirma otra tendencia de Sánchez: a pesar de las desavenencias pasadas, siempre acaba recolocando a la que ha sido su gente. En este grupo citan el caso de José Luis Ábalos, designado presidente de la Comisión de Interior del Congreso; la designación de Héctor Gómez como embajador ante la ONU o la de José Manuel Rodríguez Uribes como presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD).
El encaje de Calvo era más complicado, principalmente porque su choque con la dirección socialista fue mucho más sonado (y duradero) que el de sus pares. El Consejo de Estado permite una salida adecuada para no irritar a nadie más de la cuenta y, a la vez, recompensar a la exvicepresidenta.
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Fricciones
La relación entre Pedro Sánchez y Carmen Calvo fue estrechísima durante la cruzada a la Secretaría General del PSOE, en 2017, y en el primer Gobierno socialista de 2018. La entrada de Unidas Podemos dos años más tarde, sin embargo, desenterró el hacha de guerra entre las corrientes del feminismo y acabó enfrentando a la vicepresidenta contra la recién nombrada ministra de Igualdad, Irene Montero.
Las fricciones entre Calvo y Montero fueron frecuentes en los primeros Consejos de Ministros de la legislatura; todo el mundo dentro y fuera de la Moncloa sabía que no se llevaban bien y que diferían en prácticamente todas las resoluciones del Ministerio. Finalmente, la relación se dinamitó del todo durante la negociación y aprobación de la ley del sólo sí es sí y la Ley Trans, que terminó con Calvo sancionada y fuera del Gobierno.
La exministra pasó entonces de ser la mano derecha de Sánchez a convertirse en un Pepito Grillo feminismo socialista, criticando al Gobierno entre bastidores. El viraje del PSOE sobre la susodicha ley, no obstante, volvió a ponerla en el punto de mira del partido e incluso la entonces ministra de Justicia, Pilar Llop, contó con ella para reformarla.
La colaboración "desinteresada" de Calvo con el Gobierno le granjeó de nuevo el favor silencioso de Sánchez, quien volvió a darle cada vez más responsabilidades fuera de los focos. Hasta este martes.