Alfonso Rueda no sólo logra conservar la mayoría absoluta para el Partido Popular en sus primeras elecciones gallegas, sino que ha logrado un gran resultado, aún mejor de lo que vaticinaban las últimas encuestas oficiales y los trackings al cierre de las urnas. El actual presidente de la Xunta, que heredó el cargo hace apenas año y medio, ha alcanzado 40 escaños, con el 99,93% de los votos escrutados.
Con una participación del 67,3%, el candidato popular suma más votos (casi 700.000) que el BNG (466.000), el PSdeG (207.000) y Democracia Ourensana (15.312) juntos, los otros tres partidos que logran representación en el Parlamento de Galicia. Y a pesar de la diferencia enorme en la afluencia a las urnas (en julio de 2020, año de la pandemia, sólo votó el 48,9% de los censados) reúne prácticamente el mismo porcentaje que, entonces, Alberto Núñez Feijóo.
Por tanto, el Bloque Nacionalista Galego, liderado por Ana Pontón, se consolida como única alternativa a los populares, con 25 diputados y el 31,5% del apoyo (sacó 19 diputados, con el 23,7%, en las pasadas elecciones).
Por su parte, la candidatura de José Ramón Gómez Besteiro hunde al PSOE al peor resultado de su historia, con sólo 9 asientos y el 14% en el Parlamento Gallego (por los 14 escaños y el 19,3% que logró en 2020). Su valedor, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, queda así contra las cuerdas.
Democracia Ourensana (DO) logra la única sorpresa de la noche, con un escaño para Armando Ojea por la provincia que le da nombre, gracias a un 1,03% del voto total (en la última convocatoria, no se presentó a las autonómicas).
A pesar de los nervios que la última semana se habían apoderado del PP, a la vista de que algunas empresas demoscópicas ponían en duda la mayoría absoluta que necesitaba para seguir gobernando la Comunidad Autónoma, Rueda se afianza con un resultado muy parecido al de su predecesor. Feijóo alcanzó los 42 diputados en las últimas elecciones, en julio de 2020, dos años antes de irse a Madrid a hacerse cargo de la presidencia nacional del PP.
En realidad, nadie dudaba de que el candidato popular sería el más votado. Pero, a la vista de la alianza de facto que habían organizado el BNG y el PSOE -éste como muleta de los independentistas gallegos-, Rueda necesitaba revalidar esa mayoría absoluta que, por cuatro veces consecutivas, había logrado el PP gallego de Feijóo.
Y lo ha hecho con una solvencia llamativa, empatando prácticamente en porcentaje con el insuperable Feijóo de 2020, cuando encadenó su cuarta mayoría absoluta. Es más, la candidatura de Rueda suma más apoyos que el BNG, el PSdeG y DO juntos.
Estas elecciones se celebraban en 18 de febrero de 2024 por decisión, oficialmente, de Rueda. Pero realmente, fue así por indicación de la dirección nacional de su partido en la madrileña calle de Génova. Galicia había sido la primera Comunidad Autónoma que aprobó los Presupuestos para este 2024, y el presidente autonómico se pudo agarrar a esa excusa para un "adelanto técnico".
Pero además, en la estrategia operaba una clarísima componente nacional.
Tras la amarguísima victoria del 23-J del año pasado en las generales, Feijóo vio una oportunidad para aprovechar el desgaste de Sánchez por sus pactos con los independentistas catalanes.
Según la idea de la Ejecutiva del PP, al partido le convenía hacer coincidir las urnas gallegas con la negociación de la Ley de Amnistía. Aun así, el episodio del off con la prensa -abriendo el debate sobre los "indultos condicionados" a los líderes del procés independentista catalán- fue exprimido por Moncloa y pareció tensar a algunos barones del PP en la última semana.
"Hecatombe" en el PSOE
Pero durante toda la noche de recuento, nunca peligró esta holgada victoria popular, ni pareció haber esperanza para evitar la debacle socialista: ni los datos de los trackings elaborados con las tendencias de las últimas semanas y publicados al cierre de las urnas, ni los oficiales daban apenas luz.
Según se fue cerrando la noche fue peor, el PSOE perdía incluso su escaño número 10 y se quedaba en nueve, a última hora. Y en el PP se cruzaron mensajes que celebraban el éxito, además de la irrelevancia de Vox (2,1%) o la inexistencia de Sumar (1,9%). Una videollamada entre Rueda y Feijóo sirvió para la foto del triunfo: todo salió bien y nada salió mal... la estrategia había sido la correcta.
Ahora, es el PSOE el que deberá mirarse adentro. En la misma noche, y cuando los datos del escrutinio no llegaban ni al 50%, ya había voces que reclamaban autocrítica.
"Es imposible creer que el PP vaya a caer siete escaños en el recuento que resta por hacer", entonces los datos provisionales, le daban 44 diputados a los populares. "Así, no podemos esconder que los socialistas cosechamos el peor resultado de todos los imaginados. La hecatombe es total".
Lo cierto es que la amnistía está pasando de ser "un precio a pagar" para seguir en Moncloa a ser considerado un producto con alto coste: el de la desunión interna del PSOE, y de su desaparición como partido de gobierno en una nueva región.
La supeditación del mensaje socialista al del BNG, para alimentar a quien de verdad era alternativa, el independentismo gallego, para evitar una nueva victoria de "las derechas", puede repetirse en un par de meses en el País Vasco. Esa será una lección que deberá analizar la Ejecutiva de Sánchez... a pocos meses de las elecciones europeas del 9-J.