Muy buenos días a todas y a todos. Gracias por permitirme, a través de esta comparecencia, comenzar la defensa de mi honorabilidad ante la opinión pública y ante la militancia y los votantes del Partido Socialista, el partido al que he dedicado toda mi vida, prácticamente. El partido en el que cimentado mis convicciones políticas y personales, pero donde siempre he contado con el apoyo y el afecto de tantos y tantas militantes que me han dado mucho afecto, pero sobre todo me han aportado mucha generosidad.
Quiero, no obstante, en primer lugar, disculparme ante ustedes, ante los medios de comunicación. Ante los profesionales del periodismo que han estado estos días, de un modo persistente, insistente, intentando contactar conmigo para hacerme entrevistas, recoger declaraciones, reclamar novedades. Ni aun con la mejor voluntad hubiera podido atenderles; imposible. Les pido, por lo tanto, comprensión ante esta falta de respuesta.
Comparezco ante ustedes, como les decía, decidido a defender mi honor personal y mi reputación como diputado hasta las últimas consecuencias. Y lo hago a través de una notas rápidas que he hecho esta mañana antes de venir acá, condicionadas sin duda por la emoción y la tensión del momento.
Me gustaría estar haciéndolo respaldado por la dirección de mi partido. Creo que hubiera sido lo correcto, como en tantas otras ocasiones, y lo que hubiera satisfecho más a la militancia de mi partido.
Es más, creo firmemente que tras haber contribuido a la conformación de un gobierno progresista, tras la moción de censura de 2018, tras haber servido a nuestro país como ministro de España y habiendo ayudado como secretario de Organización del Partido Socialista Obrero Español a cohesionar la militancia en un tiempo político muy complejo, muy difícil tras las primarias de 2017, me hubiera gustado tener el beneficio del compañerismo. Poder haber compartido una reflexión en beneficio de nuestras siglas y de la restitución del debate público por la senda del sosiego y de la ponderación.
No ha sido así. No ha sido posible. Así que, privado de la oportunidad de hallar la mejor solución compartida a la crisis política desatada hace una semana, comparezco para anunciarles la decisión más importante de mi vida política.
Durante estos días, he escuchado todas las voces a mi alrededor. Las de quienes me detestan, simplemente, por mi ideología o trayectoria política. Las que me desprecian porque desprecian mi propia humanidad, haciéndome contingente y fungible, porque anteponen las cuestiones de poder a las de la Justicia. Y las de quienes, obviamente aún me quieren, que tengo la suerte de que son muchos y muchas.
Por lo tanto, finalmente, he decidido hacer caso a estas últimas. Porque me debo a las personas que efectivamente me aprecian. Son las que me han transmitido, con sinceridad y generosidad, el ruego de que siga adelante en la lucha, el ruego de que no me rinda y de que me defienda. Que defienda mi honorabilidad, que es en definitiva, lo que le debo a estas personas.
Vuelvo a constatar que no estoy acusado de nada, ni formo parte de la investigación en curso, ni tampoco tengo ningún enriquecimiento ilícito. Y no será porque no se me haya investigado al respecto. No tengo necesidad, por lo tanto, de invocar el principio de presunción de inocencia, que ya sé que es una cuestión retórica, pero que en este caso no me afecta, porque como les digo, no estoy encausado en nada.
Mi gestión, en el caso que se investiga, se limitó -que no es poco-, a conseguir equipos de protección lo más rápidamente posible, lo más económico posible, incluyendo en ello en ese precio el transporte aéreo. Y como consecuencia de ello, aminorando los costes, aminorar también las posibles comisiones de los intermediarios, que eran obvias porque todo el material procedía de China.
Al mismo tiempo, también intenté salvaguardar el dinero público a través de un mecanismo excepcional y único que se hizo en el Ministerio de Transportes, que fue congelar el pago al proveedor hasta que no tuviéramos la mercancía recepcionada. Cosa que no se ha producido en otras contrataciones.
Procuramos, por tanto, unas medidas de protección que exigían los trabajadores, que exigían los funcionarios que tenían que prestar los servicios públicos esenciales. Las conseguimos mucho antes que otros departamentos y administraciones y, por supuesto, a mucho mejor precio. Y así, incluso, como pudimos dotarnos de estos recursos, pudimos prestar a otros departamentos que no tenían esos equipos de protección. Tenían dificultades para lograrlos y les proveímos.
No les quiero reiterar el ambiente que vivíamos en aquellos momentos. El ambiente de pesadumbre, de impotencia, de cómo enfrentar algo que no conocíamos, ese nivel de mortandad tan elevado y la ansiedad que todo eso nos producía en aquel momento.
Lo único que queríamos era proteger a la gente. Pero aun así, ello no obstaba para tomar todas las medidas cautelares y preventivas en un momento en que había tantas ofertas interesadas de provecho y también de estafa.
Por eso quiero reconocer, porque se ha puesto en duda y alguien lo tiene que hacer, el trabajo de los funcionarios, algunos de los cuales dormían escasamente. Estaban 24 horas al servicio de este país. Más allá de lo que un empleado público se le puede exigir. Y todos ellos colaboraron en la gestión de este tema. Y ahora veo que se pone en cuestión también a algunos de esos funcionarios a los que tampoco se les quiere citar por su nombre; en algún caso sí, injustamente. Yo quiero reconocerles ese trabajo y que reclamaran las garantías que ha hecho posible que estos expedientes hayan sido fiscalizados doblemente.
El Tribunal de Cuentas, que es el órgano supremo en esta materia y que merece un cierto respeto, entiendo, intervino respecto del procedimiento de contratación en al menos dos ocasiones. Una, a raíz de la denuncia de un particular presentada simultáneamente al proceso de contratación. Y el Tribunal de Cuentas resolvió archivarla porque entendía que los precios entraban dentro de lo razonable en el mercado y que no se había producido, en ningún caso, quebranto para las arcas públicas, que era el motivo en el que podía intervenir el Tribunal de Cuentas.
Más tarde, y no hace mucho tiempo, el propio Tribunal de Cuentas, de oficio, ha estado fiscalizando todas las contrataciones que hicieron los departamentos, en este caso los que a mí correspondían que tenían que ver con los contratos de emergencia con ocasión del Covid-19. Y ha fiscalizado de modo positivo. Por lo tanto, ninguna presunción, ninguna duda que se establezca en torno al procedimiento.
Y por último, la propia querella que plantea la Fiscalía señala que el procedimiento fue correcto de acuerdo a la normativa del momento. Así es que no es causa esta cuestión.
El problema está, efectivamente, en el presunto enriquecimiento ilícito, a costa de las comisiones percibidas por los intermediarios, de un colaborador que fue parte de mi gabinete mientras yo fui ministro. Como entenderán, decepcionante, repudiable también. Pero será la Justicia la que resuelva a través del procedimiento correspondiente, también con las debidas garantías procesales, las sanciones que correspondan, como en todo Estado de derecho.
Habrá que ver también si el enriquecimiento es causa de lo que estamos hablando o es causa de otras cuestiones. Lo ignoro, pero la investigación lo determinará. Y por mi parte, ya que no puedo hablar en plural, tendrán toda mi colaboración para ello. Todo lo que pueda ayudar y colaborar.
Hasta ahora, no he sido requerido en absoluto para nada. Y he oído por ahí que no te pueden [llamar a] declarar porque estás aforado. He oído que no puedes ir de testigo cuando estás aforado. Y no es cierto. Acabo de tener recientemente una experiencia, donde yo mismo llamé a declarar a aforados a un juzgado ordinario y han tenido que testificar. Puede quedar muy bien para sujetar una hipótesis, pero quizá el rigor en estos momentos sea más necesario, para no añadir más tensión a la cuestión.
Por lo tanto, en lo que respecta a mí, no figuro, como ustedes saben perfectamente, ni en la querella, donde están siete acusados, ni en el auto judicial. Como les decía, la querella confirma claramente que el procedimiento de contratación fue correcto.
Quienes exigen mi expulsión de la política apelan a una supuesta ética, pero no tienen respuesta a la hora de plantear cómo se manifestaría esa ética o cómo se correspondería ante una fase de reparación posterior a mi cancelación civil y mi sacrificio público.
¿Cuál sería la reparación? ¿Cuándo se produciría? ¿Quién se acordaría de reparar aquello? Una ética que no concierne a todos, donde cada uno tiene su particular ética, de tal modo que justifica lo propio y condena lo ajeno, con tantas varas de medir, no es una ética compartida a la que se pueda apelar. No forma parte, pues, de la ética pública.
Y ante esta situación en la que la mayoría no asume un comportamiento tal, lo que se impone es el cumplimiento de la ley, la confianza en la ley y que ejerza la ley en toda su dimensión. En la de proteger y en la de sancionar. Pero ese es el marco del que no nos debemos salir y el que creo que, al menos, debemos respetar.
Se exige mi renuncia, pero también mi renuncia no tendría ningún efecto práctico respecto de otros casos similares o aún peores. Ayer tuve la oportunidad de ver un vídeo del alcalde de Madrid en el que manifestaba que tras 15 meses de investigación por parte de la Fiscalía no habían conseguido situarlo en el caso. Podría estar hablando de mí, sólo que hablaba de él. Ésa es la diferencia. Hablar de uno o de otro.
Si yo renunciara y más en este momento -una semana después-, se interpretaría como un signo de culpabilidad que no asumo. Y sólo provocaría mi estigmatización, no ya política, sino personal. Soy consciente, tengo ya alguna edad y sé lo que es un apestado político. Lo sé.
Tampoco impediría siquiera que dejara de continuar la cacería hacia otras personas que se citan. Y ya lo estamos viendo, ya se apunta a otras personas. En este escenario tan turbio que se ha generado, del que sin duda los principales responsables son los actores de los presuntos tejemanejes para enriquecerse, no ha sido posible establecer una reflexión con mi partido, como les decía, en beneficio de las propias siglas, pero también de la restitución del debate público por una senda de sosiego.
Así que, privado de la oportunidad de hallar la mejor solución compartida a la crisis política desatada hace una semana, les quiero anunciar que, ante la necesidad de defenderme y restituir mi honor como diputado y como persona, y ante la necesidad de no comprometer al Grupo Parlamentario Socialista, he decidido pasar al Grupo Mixto del Congreso de los Diputados, desde donde seguiré defendiendo las ideas que fundamentaron mi inicio en el activismo político.
Tomo esta drástica decisión tras una profundísima reflexión, como algunos de ustedes ya saben, sobre las causas y la gestión de esta crisis. Muy especialmente de cómo se ha gestionado esta crisis. Como comprenderán, no es una decisión cómoda para mí... no lo sería para cualquier otro u otra. Puedo asegurarles que es una decisión muy dura y muy difícil en lo personal, pero que sin embargo, no atiende -como también he escuchado por ahí- exclusivamente a motivaciones de índole personal.
¿Por qué siempre tiene que estar la miseria acompañándonos? ¿Por qué siempre hay que recurrir a estas cuestiones personales? Rendir un tributo a la derecha, como creo que hace la dirección política de mi partido, no va a impedir que la derecha siga con su cacería más allá de mi persona. No puedo acabar mi carrera política ni mi trayectoria como un corrupto cuando soy inocente.
Defender mi honor desde el Grupo Mixto me permitirá seguir defendiendo mis ideas, con libertad de criterio y ojalá, también, asistir al final de esta partida, obligando a que quienes ahora pretenden echarme a la calle por la puerta de atrás tengan que mirarme a la cara a mí y a muchos compañeros y compañeras del partido que me animan a seguir adelante.
Nunca me hubiera imaginado fuera de estas siglas a las que he entregado mi vida desde muy joven. Pero nunca hubiera emprendido tampoco el camino de la militancia, hace ya muchos años, regateando la determinación a mis convicciones. Y ser exigentes en la respuesta frente a la corrupción no es actuar por espasmos, al dictado de quienes más han hecho por ocultarla y sus terminales mediáticas, sino siendo implacables con quienes se corrompen y delinquen.
La proporcionalidad, la objetividad, la ecuanimidad y la contundencia son requisitos en la lucha contra la corrupción y sus culpables. La justicia está opuesta al justicialismo, y actuar al dictado de tus adversarios políticos que no piensan en la lucha contra la corrupción, sino en expulsarte del Gobierno por cualquier medio, es un error que sólo conduce a la confusión y a enardecer los embates de quienes nunca van a reconocer tu legitimidad democrática.
En este ambiente artificioso que se ha creado para condenarme, no puedo rendirme. No puedo complacer a quienes practican este estilo y estas estrategias soterradas. Tengo que defenderme a todos los niveles. Por mí y para evitar que estas estrategias que construye la derecha, en la política y en los medios, cobren fuerza y se instalen en la sociedad y arrollen ciertas posiciones acomplejadas de la izquierda.
Siento que me enfrento a todo. Vengo solo en mi coche. No tengo secretaria. No tengo a nadie detrás ni al lado. Me enfrento a todo el poder político -quién me lo va a decir- de una parte y de otra. Y lo tengo que hacer solo.
Soy un mero peón que se inserta en una lucha política sin reglas, que se fundamenta en la eliminación de cualquiera y de cualquier modo. La cacería de algunos pseudo medios a la que he estado sometido anteriormente a esta crisis parece que ahora sea legitimado, y eso justifica que se redoblen los ataques.
En estos días, he tenido que ser conocedor de cómo se ha presionado a allegados míos. Personas que nada tienen que ver con el mundo de la política, que han tenido relación personal conmigo, que les han ofrecido dinero a cambio de entrevistas o declaraciones morbosas. Han intentado localizar mi domicilio para hacerme alguna fotito, entre comillas, en mi casa o entrando en mi casa. Han señalado el piso donde mi hija ha estado viviendo conmigo hasta ahora, que se ha independizado, diciendo que se me ha visto llevando cajas. ¡Y claro! Ayudando a la mudanza de la chica... y tantas y tantas miserias que veo cada momento.
Creo que se han superado todos los límites deontológicos, pero esto es melancolía. Filtrando que tengo una situación personal compleja. Oiga, tan compleja como la de cualquier ciudadano. Hablando de que si circunstancias económicas... pues igual me hubiera ido mejor dejando el escaño. ¡Sin duda, no es ese el problema! No hace falta degradar tanto las cuestiones. Hay bastante sustancia ya para encarar con rigor esta cuestión.
Pues ya que ignoran mi condición humana, más allá de lo político, el grave daño que está provocando en todas las derivadas de carácter personal y doméstico se me hace insufrible. Para llevar adelante esta no rendición, esta defensa de mi honorabilidad, de mi posición política, pero también de quienes ven y no aprueban estas reglas que establece la lucha por el poder, preciso de una tribuna pública como ésta. Esta tribuna que me ofrece el Congreso de los Diputados. Ése es el lugar donde seguiré denunciando las cosas que no corresponden, frente a esa otra tribuna sin límites desde la que me hablan a veces de ética.
Estos días tan intensamente emocionales, he tenido que ver con desagrado relatos y opiniones: las más negativas, las más sensacionalistas, las más insultantes y, a veces, las más fantasiosas.
Afortunadamente, he tenido también la oportunidad -porque es una oportunidad para ello- de recibir infinitas muestras de afecto, de reconocimiento, de adhesión dentro y, curiosamente, fuera del partido, y de otros partidos. Y son esas muestras las que me han animado a que la defensa de mi honorabilidad no se haga desde la renuncia ni desde la periferia.
He recibido incluso una confianza ciega. Cuántas veces he recibido un mensaje que me dice 'hagas lo que hagas, vamos a estar contigo'. Así me han transmitido. Y yo, a estas alturas sólo me debo a ellos. Sólo me debo a esta gente
Por acabar, les advierto de que no voy a responder a preguntas. Sé que tienen muchas, pero yo también tengo muchas respuestas. Pero como tengo tantas peticiones, las voy a ir dando. Y saben ustedes que dar la cara es una costumbre en mí.
Pero hoy quiero cerrar este episodio, que el Pleno empiece y yo cumpla con el trámite administrativo que me corresponde, que hay que ejercerlo también.
Por lo tanto, quiero terminar solamente con mis últimas palabras. Quiero dirigirlas a los magníficos diputados, a las magníficas diputadas que conforman el Grupo Parlamentario Socialista, de los que quiero despedirme manifestando mi gran afecto, mi gratitud y mi mayor admiración y reconocimiento hacia su compromiso, entrega y trabajo.
Muchas gracias.