Carles Puigdemont será candidato y "será president". Lo primero lo confirmaba él mismo, en la tarde de este jueves, en una conferencia que convocó en Elna (Francia), a poco más de 20 kilómetros de la frontera española. Lo segundo es lo que repetían, desde tres horas antes, al menos, los más de un millar de asistentes al evento. Y si no fuesen caras conocidas, era difícil discernir quiénes eran sólo fans entusiastas y quiénes, además, eran líderes de Junts.
"Había anunciado que quería seguir en el Parlamento Europeo, porque nunca como ahora se había hablado tanto de Cataluña en términos políticos. Porque el trabajo había sido bueno, aunque quedaba mucho por hacer", admitía Puigdemont.
"Pero yo no me acomodo, y no podría explicar que, tras seis años y medio defendiendo la presidencia en el exilio, ahora que hay oportunidad de recuperarla, de restituir lo que nos quitaron de manera injusta, ilegítima e ilegal, con el 155, que ahora yo rehuyera esta responsabilidad por razones de comodidad personal. Os anuncio que he decidido presentarme a las elecciones catalanas" del 12 de mayo.
Puigdemont quiere ser president para "acabar la tarea de 2017". Es decir, para aparecerse en Barcelona por primera vez desde que huyó en un maletero y "regresar del 'exilio' el día de la investidura", le hayan o no aplicado la amnistía los tres jueces que lo investigan e imputan.
Y para, con ese cargo y "con la unidad de todo el independentismo", forzar un referéndum pactado con el Gobierno al que sostiene en Moncloa, el de Pedro Sánchez, que se celebre "en mejores condiciones que el de aquel 1 de octubre".
Porque, una vez amnistiado, "y lo saben en Madrid", ése es el tema.
"Para lo que estamos aquí es para la autodeterminación", confirmó también, sin sorpresa alguna. "En esta legislatura le propondré al Estado un referéndum de autodeterminación, porque además está en el Acuerdo de Bruselas y está sobre la mesa internacional de Suiza".
Una mesa "con mediador internacional" porque, remarcó con dureza, sin hacerlo en terreno neutral y sin un árbitro imparcial "yo no me habría sentado con el PSOE... ni con ningún otro partido español".
El líder mitificado
Sorprendía en Elna cómo no había un solo cartel con el logo de Junts. Banderas, pancartas, folletos con la efigie y el nombre del líder, por cientos. Pero del partido, nada. "Es un crack, lo que me gusta es que es un 'troll' que se pasa por ahí a todos los políticos de Madrid", comentaba Emma, una simpatizante, a la salida. "Él es el único que puede hacer esto, es el único que puede hacer ganar al independentismo", aportaba un portavoz de la formación política.
La mitificación del líder es lo que movilizaba a toda la concurrencia, además del credo indepe. Las banderas del "nostre president" que llevaban años apolillándose en los desvanes, salieron este jueves y cruzaron la frontera francesa para flanquear el paso del secretario general, Jordi Turull; de la portavoz en el Congreso, Míriam Nogueras; de la presidenta, Laura Borràs... y de todos los altos cargos de Junts.
Uno de ellos, Josep Rius, portavoz de la Ejecutiva, había charlado con EL ESPAÑOL, antes del anuncio, orgulloso de "haber montado esto solo en cuatro días". Sonriente, acercó al reportero al patio aledaño a la sala de eventos de la Casa de la Vila de Elna, un pueblo francés cuyo alcalde "está siendo sometido a un proceso administrativo aquí en Francia, porque se empeña en que el idioma oficial del pueblo sea el catalán".
En la calle, es cierto, muchos comercios rotulan en catalá, pero también en castellano… y en francés, claro, la mayoría.
"Hemos puesto ahí más sillas, porque se desbordaba de peticiones. Al final, seremos muchos más de mil", se ufanaba Rius. "Elna significa mucho para el independentismo, y los mensajes que recibo de mucha gente confirman que no es sólo esta convocatoria. Es una ola, Puigdemont será 'president', y Sánchez tendrá que cumplir lo pactado".
O sea, ¿la negociación de un referéndum de autodeterminación? "Eso está en los acuerdos, ¿no? Mientras negocie, no iremos por la vía unilateral, pero él sabrá".
"La cuenta atrás"
De vuelta al mitin, Puigdemont incluso sugirió que lo lógico habría sido encabezar "una lista unitaria" junto a Esquerra. "Estaremos de acuerdo en que deberíamos ir juntos, ¿no?", dijo para sorpresa de los asistentes, que aun así aplaudieron encantados. "Si os acordáis de Junts pel si, nada tuvo más fuerza que aquella candidatura y aquel Govern de unidad".
Admitió el protagonista que, en todo caso, "no hay tiempo" para llegar a ese acuerdo antes de que se cierre el plazo de coaliciones. Pero criticó duramente a ERC, responsable del adelanto electoral, porello y por su "mal gobierno", en estos tres años de Pere Aragonès en el Palau. "Ni unos ni otros podremos ser una fuerza mayoritaria en el Parlament por nuestro lado".
Por eso, el abrazo del oso de Waterloo, en realidad, acabó siendo más de palabra que real: "Debemos recuperar la unidad, porque para los partidos, sí... pero oara el país no ha habido un solo beneficio con esta desunión".
Al expresident fugado lo animaron a tomar esta decisión la conjunción de la amnistía y el adelanto electoral en Cataluña. El calendario posterior al 12-M le permite soñar con que la ley esté publicada a tiempo de regresar para la investidura.
Pero lo que animaba el acontencimiento no era la política, sino la promesa que trae consigo. Tras la amnistía, viene el referéndum. Y esta vez, con papeles firmados por el Gobierno del Estado que admiten que hay que negociar sobre esa base...
Tres horas antes del evento, la plaza del Ayuntamiento de Elna ya presentaba una larga cola de adeptos, de entre 500 y 700 personas. Jóvenes, unos cuantos; cuarentones, la mayoría; y una gran cantidad de señores y señoras mayores. Ellos, alguno, con barretina; ellas unas pocas más, con esteladas al cuello o colgadas del bolso.
Las mismas banderas que luego ondearían y aventarían cuando apareció, entre vítores, "el 130".
Carles Puigdemont es uno de los mitos de la Generalitat 'ideal' del catalanismo, ésa que asegura que hubo un obispo que la presidió por primera vez en el siglo XV y que, en línea casi genealógica -cual descendiente del fundador de una tierra prometida-, llegó hasta él. Un libertador que fracasó, pero que igual que la Diada Nacional celebra cada año una derrota, ha sido elevado a los altares con veneración y "super liderazgo político".
En realidad, sólo presidió la Generalitat algo más de año y medio, entre principios de 2016 y el 28 de octubre de 2017. Aquel día dejó de ser molt honorable de título y pasó a ser expresident tras ser destituido por mor del 155. Y a la mañana siguiente, se esfumó. Y pasó a ser "el fugado" o el "president legitim", según y para quién.
Desde entonces, todo el relato gira, más o menos intensamente, alrededor de él. De sus soflamas en Twitter, primero; de sus desafíos a las leyes (la española, la belga, la alemana, la italiana, la francesa y la europea), después -"lo han intentado todos, y siempre han fracasado", presumió-. Y ahora, de sus exigencias en la mesa de Ginebra, mareando al PSOE para cobrarse siete votos imprescindibles para Pedro Sánchez.
"Comienzo la cuenta atrás del regreso", anunció Puigdemont. "Y lo haré para terminar la tarea de 2017. Para negociar un referéndum de autodeterminación" o para cumplir "en la primera década del 1-O, cuando acabe esta legislatura", volverlo a hacer: "No renunciamos a cumplir la voluntad mayoritaria de los catalanes, y el Gobierno del Estado lo sabe".
Y si no se llega a un acuerdo con el Estado, "¿qué hacemos?", se preguntó. "La legislatura acaba en el décimo aniversario del 1-O. Y si la vía de la negociación no triunfa, si hay una dilación en la negociación y ésta no da los frutos que deseamos, no renunciaremos de ninguna manera a asumir la plena independencia si ésta es la voluntad de los catalanes".
El manejo del relato
Este jueves, Puigdemont ha adelantado el happening indepe que tenía previsto en el mismo escenario el próximo 20 de abril.
Un Consell Nacional de su partido lo iba a proclamar candidato a las elecciones europeas. Pero el adelanto de las catalanas, anunciado la semana pasada, cambió la hoja de ruta. En solo ocho días, el Ayuntamiento de Elna, tierra de promisión catalanista en el Rosellón francés -"la Catalunya nord para nosotros", insisten las fuentes- organizó un acto multitudinario para anunciar que sí, que "Puigdemont vuelve" y que "lo hará como president".
Eso, evidentemente, dependerá de los catalanes, que votarán el 12 de mayo. Y de la Junta Electoral, que debe aceptar su inscripción como elegible en tanto que empadronado en Gerona, a pesar de llevar seis años y medio residiendo en Waterloo (Bélgica).
El pueblo de Elna es lo más cerca que ha estado, desde entonces, a España -"a Catalunya", corrigen sus correligionarios y los diputados de Junts aquí reunidos-.
Y es la localidad donde se imprimieron los seis millones de papeletas del referéndum ilegal del 1-O, donde estaba el almacén que escondió las urnas de fabricación china que llegaron por barco, poco antes, a Marsella.
Porque, para estar infiltrados y espiados por el CNI, lo cierto es que los agentes secretos, a la orden de aquel Gobierno de Mariano Rajoy (PP), no rindieron lo mismo que, digamos, los fabricantes (también chinos, casi todos) de las enseñas españolas que poblaron millones de balcones aquellos días en el resto de España.
Es curioso cómo maneja Junts el relato. Nadie podría creer que este acto fuera a ser una "conferencia", como se anunció: era un mitin de lanzamiento de campaña.
Y nadie se podía tragar que se montaba todo esto si no era para anunciar que el president en el exili será su cabeza de lista y aspira a encabezar el próximo Govern. Pero la falta de confirmación oficial alimentó las tertulias madrileñas de periodistas y políticos hasta la noche anterior.
Incluso desde Moncloa se había insistido a este periódico en que "no está nada claro" que Salvador Illa fuera a tener que enfrentarse al mitificado líder del procés.
Pero, en realidad, nadie lo dudaba. Simplemente, las fuentes para asegurarlo, eran anónimas. Lo mismo que las que, a la salida de esta fiesta separatista al otro lado de la frontera, aún aventaban que "el 130 volverá en cuanto la amnistía esté en el BOE, y que pase lo que tenga que pasar".
Ése es el relato, el que convierte al protagonista que huyó en héroe de la resistencia. Y a sus votantes, militantes y simpatizantes en fieles que, mirando arriba (en este caso al norte de la frontera), esperan su venida como la de un mesías.