A menos de tres horas para que Pedro Sánchez comunique si se queda o no al frente del Gobierno, el periodista Carlos Alsina ha repasado todos los insultos a dirigentes del PP lanzados desde la izquierda.
De José María Aznar a Alberto Ruiz Gallardón, pasando por la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, el presentador del programa Más de uno en Onda Cero ha recopilado en su monólogo diario los ataques más destacados contra gobernantes de derechas realizados a través de sus familiares para intentar destruirlos políticamente.
Leo un editorial del diario El País: 'Todo gobernante, cuando se siente en apuros, acostumbra a presentarse como víctima de alguna conspiración, advertir contra fuerzas perversas y presentar a la oposición como agente de la subversión. El guión es conocido. El presidente lo ha hecho suyo. Y a este paso dejará España con una fractura política y social sin precedentes en la historia de la democracia'. Abril de 2003. El editorial se titula El gran crispador y estuvo dedicado a José María Aznar.
De quien dijo Rodríguez Zapatero, profeta del talante que estos días se duele de los insultos que ha recibido el presidente Sánchez, que dejaría un 'epitafio de rencor y división'".
Antes había dicho Zapatero de Aznar que era ‘un cobarde, ruin, antipatriota'. Que en Madrid había habido un pucherazo, por la no investidura de Simancas, que el PP había dado un golpe institucional, que Aznar era un peligro para la democracia. 'Quiere una democracia secuestrada', decía ZP en los mismos días en que El País llamaba fatuo al presidente y Pascual Maragall le comparaba con Herman Goering, criminal de guerra nazi.
Nada es tan nuevo como el coro doliente de estos días pretende. A Gallardón le montaron una campaña por su presunta relación con una señora apellidada Corulla.
De Aznar se publicó, en la prensa llamada seria, que quizá había embarazado a una ministra de Sarkozy.
Cuando Telefónica contrató al marido de Soraya Sáenz de Santamaría, Rafael Simancas, hoy secretario de Estado de Sánchez, lo tachó de nepotismo y dijo que no era ético. Sánchez imputó a Rajoy que no le importara el sufrimiento de la gente, deshumanizar lo llamarían ahora.
Sobre Ana Botella escribió un afamado columnista de izquierdas: 'Entra y sale de la misma peluquería donde cortaban el pelo a la madrastra de Cenicienta. Nos la imaginamos por la noche en la cama preguntándole a su marido: José, ¿yo soy lista?'
Un diario muy influyente escribió sobre la hija del entonces presidente: 'Ana Aznar no tuvo que buscar muy lejos a su futuro marido, entró como ayudante en la Moncloa cuando ella tenía catorce años'.
A Ayuso se refería una columnista del mismo diario muy aplaudida como IDA, en los días en que se celebraba en Twitter poner en duda la salud mental de la señora. Almodóvar quizá recuerda que en la manifestación contra la guerra de Iraq (en realidad, contra el gobierno) de 2003 había lemas como 'Aznar, gilipollas, te vamos a dar dos yoyas'; y que la lectura del manifiesto fue interrumpida por gritos de ‘asesino’ que no consta que incomodaran al lector del manifiesto, o sea, Almovódar, no lo bastante al menos para pedir que no se insultara ni vejara al presidente del gobierno de España.
Nada es tan nuevo como se pretende. Lo nuevo, en la tribulación personalísima del presidente Sánchez desde hace dos meses, es que un diario de gran difusión publicó, en el contexto del caso Koldo y Víctor de Aldama, una información relativa a la actividad profesional de su esposa. Ni ilícita ni reprobable, salvo, quizá, para Simancas y su doctrina sobre el nepotismo (de los otros).