El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a contraluz en Moncloa.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a contraluz en Moncloa. Europa Press

Política SÁNCHEZ SE QUEDA

Los cinco días en los que Pedro Sánchez confundió a su equipo y le hizo creer que dimitiría

Desde el miércoles caló la idea de que el presidente se iba y se multiplicaron las escenas de lágrimas y mensajes de duelo.

30 abril, 2024 03:00

Durante cinco días Pedro Sánchez se hizo el muerto (político).

Son los días en los que ha mantenido a todo su equipo con la idea de que se iba y se ha dado el gusto de ver cómo le organizaban y celebraban algo muy parecido a un funeral, para al final dar la razón a los que desde el principio dudaron y vieron sólo una pirueta más en su carrera política. Esta vez con triple salto mortal.

"¡Qué pena que hayas tenido tan mal corazón para dejarme sufrir a mí de esa manera! Si podías venirte sobre un tronco para ver tu funeral, también podías haber venido y haberme dado a entender de algún modo que no estabas muerto, sino únicamente de escapatoria", le dice a Tom Sawyer su tía, según escribe Mark Twain para relatar lo que ocurrió después de que el joven se ocultara durante días con el propósito de contemplar su propio funeral.

Todavía hay algún ministro, de los del núcleo duro, que asegura que Pedro Sánchez decidió quedarse y no dimitir durante la madrugada del domingo al lunes, pocas horas antes de comparecer para explicar su decisión.

Que llegó al final del periodo de reflexión con las dos opciones sobre la mesa: seguir o dimitir. Y que sólo se decidió en el último minuto.

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La versión oficial asegura que nada de lo que ha ocurrido tiene que ver con una estrategia política y que ha sido un "proceso sincero de reflexión, como consecuencia de un acoso insólito a su mujer y a él". Aunque el final haya sido una comparecencia con notable contenido político y con anuncio de un "punto y seguido" en su gestión, con medidas de calado sobre la Justicia y los medios de comunicación.

A pesar de que el propio presidente del Gobierno negó en su comparecencia "cualquier cálculo político", no es fácil analizar su actuación al margen del contexto, justo en mitad de la campaña electoral de Cataluña. Logra cambiar el eje del debate público, metiendo el de la ultraderecha que tan buenos réditos le dio hace un año.

Sánchez ha conseguido, según explica el PSOE, movilizar a la sociedad y, especialmente, a los votantes de la izquierda, y con su identificación con la democracia ha convertido en voto útil para frenar a la extrema derecha el apoyo a los socialistas.

Lo cierto es que, durante cinco días, todo su equipo ha vivido engañado, convencido de que el presidente del Gobierno dimitiría por una situación puramente emocional. Explicaban reiteradamente que no era "un tema político, sino un asunto estrictamente personal" y que "la decisión la tomará con Begoña (Gómez) y sus hijas".

Sánchez ha tenido a todos sus colaboradores intencionadamente al margen, facilitando esa impresión de renuncia y, como explica un ministro, "haciendo que viviéramos la experiencia de tomar decisiones sin él". 

Y de la misma forma que Sánchez recibió información puntual de los movimientos en el partido entre la derrota de las municipales y las autonómicas, cuando todos daban por hecho el desastre en las generales, ahora también ha podido tomar nota de las cábalas para el día después a su entierro (político).

Llantos por Sánchez

Varios de ellos confiesan que han llorado reiteradamente durante los últimos días y todos hablan del vértigo ante la etapa política que se les venia encima.

"O no se fiaba de nosotros y nuestra discreción, o quería ponernos a prueba sin él, o pretendía no involucrarnos o necesitaba de nuestro dolor", explica uno de ellos, intentando buscar explicación a que, por ejemplo, no hablara desde el miércoles hasta el lunes por la mañana con su número dos en el Gobierno y el partido, María Jesús Montero.

Por ello, los dirigentes socialistas viven una situación contradictoria: respiran aliviados por el lío que se han evitado y están molestos y preocupados por el grave patinazo de su lider.

La tarde del miércoles, Sánchez sacó de una reunión a Óscar López, su jefe de Gabinete, para hacerle ir a su despacho oficial y entregarle la carta manuscrita, y ahí empezaron las lágrimas de la persona que por su cargo trabaja más cerca del presidente.

Volvió a mostrar las lágrimas el sábado antes del inicio del Comité Federal en la Moncloa, porque realmente estaba convencido de que Sánchez se iba.

El mismo miércoles por la mañana, antes de escribir la carta y pocas horas después de conocerse la apertura de diligencias en un juzgado sobre las actividades de Begoña Gómez, Sánchez ya dejó caer la intención de dimitir. Luego hizo saber que aceptaba la petición de demorarlo cinco días, y ahí surgió el anuncio del extraño periodo de duelo político. En TVE, el propio Sánchez explicó que Begoña Gómez le pidió que no dimitiera.

El viernes se produjo otro hecho que podría interpretarse como parte de la estrategia política de Sánchez: la decisión de poner en marcha una encuesta del Centro de Estudios Sociológicos (CIS) para medir el impacto de la carta. Y de paso preguntar sobre la Justicia, cuya reforma curiosamente está implícita en el texto de la comparecencia del lunes de Sánchez.

Hay que tener en cuenta que el organismo que encabeza José Félix Tezanos aún no ha preguntado a los españoles sobre la ley de amnistía.

Fuentes oficiales del Gobierno aseguran que la realización de la encuesta fue decisión autónoma de Tezanos, sin indicación alguna por parte de la Moncloa. En todo caso, sus resultados sirven para sostener el relato del presidente del Gobierno.

"Pruebas de vida"

El sábado el partido celebró el acto de homenaje a Sánchez, con la pretensión de presionarle para que se quedara, es decir, dando por hecho que era probable que se fuera. Algunos de los oradores admiten que recurrieron al "chantaje moral y emocional" a su líder y hasta Emiliano García Page se empleó a fondo, con idea de que Sánchez pasaba por una situación personal difícil. 

No consta si Sánchez emocionó viendo su funeral (político) o si ni siquiera lo vio.

Hubo una manifestación que no cumplió las expectativas de los convocantes, con apenas 12.500 personas, a pesar de que el presidente del Gobierno la citó este lunes como una de las causas de su continuidad.

En todo ese plazo, el presidente seguía recluido en el edificio de Moncloa que sirve de vivienda para él y su familia, sin pisar el despacho oficial, y sólo contactando con Óscar Lopez y el secretario de Estado de Comunicación, Francesc Vallés.

Necesitaba que no se percibieran sus constantes vitales más allá de la Moncloa.

Sólo el sábado por la tarde emitió "pruebas de vida" y respondió a mensajes de su equipo en el partido y el Gobierno con un poco más de calidez y extensión que los del primer día. Montero seguía esperando y negando que se estudiara un plan b, aunque se empezó a extender la idea de ir a una investidura lo antes posible y de intentar prolongar la investidura. 

El partido empezaba a meter el dedo del pie en las frías aguas de la vida política sin Pedro Sánchez. Y el domingo ante la falta de señales, había mensajes de algunos destacados dirigentes explicando que habían dejado el duelo y las lágrimas para "esperar lo peor".

El lunes habían sido convocados por Sánchez en la Moncloa la vicepresidenta Montero; el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, y el ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños.

Antes, el presidente del Gobierno fue a ver al Rey. Cuando se supo la existencia de esa audiencia, los ministros y dirigentes ya dieron por hecha la dimisión, y el presidente ordenó adelantar la comparecencia a las 11, una hora antes de lo previsto.

A la vuelta de Zarzuela se reunió con sus tres colaboradores, les comunicó su decisión, les puso tarea para los próximos días y empezó a correr la noticia entre los ministros desde dentro de la sala, casi al filo del inicio de su comparecencia.