Diez horas después de su declaración institucional en Moncloa, Pedro Sánchez llegó anoche al plató de La 1 de TVE con una idea metida entre ceja y ceja: identificar a la prensa con el envenenamineto del debate público.
Su discurso ante las cámaras fue prácticamente un monográfico sobre la intoxicación de los medios de comunicación, particularmente los digitales, en el que avanzó a duras penas, como lo haría un turista noruego con un machete en la selva del Amazonas.
En verdad, el reto no era sencillo: un "presidente progresista", según la definición que de sí mismo hizo ante Marta Carazo y Xabier Fortes, tenía que justificar los zurriagazos a un derecho fundamental, el de la libertad de expresión, piedra angular de cualquier democracia que se precie.
Ni la oposición, ni las tensiones territoriales, ni siquiera los jueces... Tras las palabras del presidente, los espectadores se fueron a dormir con la conciencia plena de que el principal problema de la democracia en España ahora es otro: los digitales. A buen seguro Tezanos estaría tomando nota para el próximo sondeo del CIS.
Sobre los digitales (hoy toda la prensa es digital), volvió una y otra vez, como quien pisa un chicle en verano y no termina nunca de despegarse de él.
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No quedó muy claro, pero creímos entender que el presidente incluía en un totum revolutum a partidos que pasan información falsa a determinados medios, que la publican para que determinadas entidades las empaqueten y las presenten en un juzgado, para que determinados jueces, afines a los primeros de la cadena, abran investigaciones a personas honorables.
La cosa no termina ahí: esa sucesión de iniquidades acaban afectando "al debate público, al del Congreso de los Diputados, al de las tertulias en los distintos medios de comunicación" y quienes terminan pagando los platos rotos "en términos de convivencia" son los ciudadanos.
Sin llegar a ser Antonio Ozores, Sánchez se hizo un lío morrocotudo tratando de explicar que hay medios agresores y agredidos; que los peores medios son conservadores, pero no lo son todos; que aunque el problema es español, también es un fenómeno mundial, y ahí está el caso de Hillary Clinton, que ha podido conocer bien por sus relación fluida con distintos líderes estadounidenses.
He aquí una muestra de ese batiburrillo espeso: "Pero fíjese, esto está afectando también a los medios de comunicación. En este debate es necesario también que participen los medios de comunicación. Y digo y subrayo los medios de comunicación, porque esas páginas webs, esos digitales, no son medios de comunicación. Están pervirtiendo a esos medios de comunicación y el debate público, y condicionando y viéndose arrastrados esos medios de comunicación precisamente por su estrategia".
Por si no había quedado claro, luego insistía: "Y fíjese también lo que le digo: desde el punto de vista de los medios de comunicación, sería bueno que se abriera una reflexión en ellos para luchar contra los bulos y la desinformación que están arrastrando precisamente a los medios de comunicación a situaciones que no habíamos visto previamente".
Desde un primer momento, el presidente dejó establecido que la persecución mediática la sufren siempre los mismos: "políticos de izquierda, también sindicalistas, gente de la cultura" y "periodistas que cuando entran en restaurantes les insultan porque a lo mejor tienen una línea editorial diferente a la de esta máquina del fango". Y apuntó tres nombres propios: Mónica Oltra, Ada Colau y Carmen Calvo.
Arcadi Espada contabilizó en el caso de Francisco Camps 169 portadas de El País sólo en el famoso caso de los trajes. Imputado desde hace 16 años en varios procedimientos, el expresidente valenciano está a la espera de que concluya el último. Ha sido exonerado en todos hasta hoy.
Por si no había quedado claro, Sánchez habló del "uso espurio" de "estas páginas webs que están financiadas con distinto dinero, tanto de gobiernos autonómicos o de gobiernos municipales del Partido Popular con la ultraderecha, como de determinadas empresas".
Y citó a Telemadrid, porque, según dijo, "se hizo eco de bulos que han afectado a responsables de anteriores gobiernos o también responsables de actuales gobiernos o también hasta incluso de mi propio entorno familiar".
Aunque todo parecía bastante concreto, el presidente aclaró que esto no va contra medios concretos: "Esto no es contra nadie, ni contra un poder, ni contra un medio de comunicación. Y finalmente creo que es de una aplicación universal, porque al final va a beneficiar a todos, va a beneficiar a la democracia, a la convivencia, va a beneficiar también a los medios de comunicación, que lógicamente están sufriendo el embate de esta desinformación, y de estos bulos y de estos digitales y páginas web".
Sánchez no quiso quedar como un presidente sectario y tendió la mano derecha: "Hay medios de comunicación conservadores que también son víctimas de este tipo de bulos, de desinformación y de esta maquinaria del fango. Yo defiendo la libertad de prensa, pero lo que no voy a defender y creo que es inadmisible, es defender todo este fango, todos estos bulos, toda esta desinformación".
Para el nuevo presidente que sale de la crisálida monclovita tras cinco días de introspección, hay que plantearse cómo protegemos la democracia "ante el auge de estos pseudomedios de comunicación, estas páginas webs, estos digitales, estas asociaciones que difaman y tratan de judicializar casos sin ninguna base de pruebas".
Y fue en ese momento, cuando la entrevista tocaba a su fin, tras los incontables comentarios de Sánchez sobre la prensa y los digitales, después de haberse presentado como paladín de los verdaderos medios de comunicación que hacen bien su trabajo, que Carazo hizo la pregunta de la noche:
- Presidente, y en defensa de la garantía informativa de la veracidad y de la transparencia informativa, ¿por qué ha elegido una comparecencia sin periodistas y sin cámaras? ¿Cree que ha sido la mejor opción?
- Yo creo que estoy aquí. Estoy respondiendo a sus preguntas.
- Pero el resto de compañeros no han podido.
- Posteriormente estaré también en otras preguntas y con otros medios de comunicación en otras entrevistas...
Aún siguió el presidente sermoneando a los televidentes, porque asistimos, según dijo con voz grave, a "uno de los principales desafíos que tienen las democracias occidentales" y "tenemos que ponerle coto y saber exactamente dónde están los límites de la democracia".
Y entre los límites de la democracia y los límites del presidente se juega la partida.