Ricardo Arques Melchor Miralles Carlos Miralles

[Reproducimos por su interés una de las grandes exclusivas de Ricardo Arques sobre los GAL. Cuando "Garganta profunda" le dio las coordenadas del zulo donde los mercenarios escondían información, montó un operativo junto a Melchor y Carlos Miralles, que acudieron allí sin ningún tipo de protección, jugándose la integridad con tal de lograr la noticia. Diario 16 publicó este reportaje el 31 de agosto de 1987]

Col de Corlecou (Francia). Una llamada anónima de una persona que se identificaba únicamente como miembro de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), y que decía hablar en nombre de varios militantes de este grupo terrorista, permitió la localización de un depósito que los GAL tienen en el sur de Francia, junto a la frontera española.

El anónimo comunicante facilitó las indicaciones necesarias para llegar hasta el depósito, en el que anunció que se iban a encontrar documentos, armas, explosivos y diverso material de apoyo para estos comandos anti-ETA que, después de un año y medio de inactividad, han reaparecido de nuevo este verano.

Habitualmente, los pistoleros contratados por los GAL se surten de los medios necesarios para cometer los atentados por el procedimiento de recoger el material en consignas de estación situadas al otro lado de la frontera española.

Tuvimos que levantar dos troncos colocados en forma de cruz y desalojar los muchos ramajes hasta dar con la caja metálica. Debido a los matojos, era imposible abrirla allí, por lo que fue sacada hasta las inmediaciones, en una zona llana, en donde se pudo comprobar el contenido de la misma.

A veces, por motivos de seguridad, estas entregas se hacen mano a mano, de persona a persona, en determinados puntos del País Vasco francés.

Según el comunicante que informó a Diario 16 hablando siempre en nombre de los GAL, este es el único depósito que emplea la organización, el cual está en continuo movimiento, variando cada determinado plazo de tiempo al contenido del mismo. 

Según pudo comprobar Diario 16, el pasado día 22 el depósito contenía una pistola del nueve corto, munición de nueve milímetros, explosivos preparados y sin preparar, numerosos documentos y otros objetos pertenecientes a los GAL.

Aparentemente, algunos de los documentos son de las fechas en que los GAL se encontraban en periódo de máxima actividad. La circunstancia de que aún permaneciera en activo este depósito hace sospechar que los GAL no descartaron nunca su vuelta a las armas, pese a los acuerdos de colaboración en materia antiterrorista firmadas por los gobiernos español y francés.

Esta hipótesis estaría avalada por la reaparición en escena de los GAL, el pasado 24 de julio, asesinando al refugiado vasco Juan Carlos García Goema, atentado que, según informó en su día, y a la vista de uno de los documentos encontrados en el depósito, pudo ser un error, al no tratarse de la persona contra la que querían, en realidad, actuar.

Instrucciones

La llamada recibida por Diario 16 fue precisa en las instrucciones recibidas para poder llegar al zulo o depósito. Éste se encuentra situado camino de Col de Corlecou, apenas a ciento cuarenta metros de la frontera hispano-francesa de Behovia, justo encima del primer peaje de la autopista que conduce a San Juan de Luz y Bayona.

Según las instrucciones recibidas, los reporteros de Diario 16 cruzaron la frontera y, después de pasar el citado control de peaje, cambiaron de sentido en el primer desvío previsto para ello. Una vez orientados en dirección a España, y después de pasar de nuevo el peaje, salimos de la autopista a la derecha, tomando una carretera que nos iba a permitir cruzar por encima de la citada carretera principal.

Todos los movimientos de la caja fueron realizados con máxima precaución, ante el temor a que pudiera haber explosivo que se activara con el manejo del depósito. Se trataba de una especie de fichero grande, relativamente pesado, envuelto y cerrado con un nudo elaborado con parte de un globo.

Una vez rebasado este puente, encontramos, siempre según lo previsto a la vista de las instrucciones recibidas, un pequeño cartel adosado a un poste de madera con la indicación Calveire. Una vez allí, tomamos de nuevo un camino a la derecha y, a los dos kilómetros, un último desvío a la derecha que nos condujo por una carretera de monte, estrecha y semiasfaltada, que moría en el monte aproximadamente un kilómetro después.

Caja blanca

Una vez allí, abandonamos la carretera citada y nos adentramos en la maleza, en línea recta por el monte, unos veinticinco metros. En ese instante, a nuestra derecha tuvimos un hueco en caída que nos adentró definitivamente en la espesa maleza de helechos y zarzas.

Tal y como informó el comunicante anónimo que hablaba en nombre de los GAL, a nuestra izquierda, en semipenumbra, había un árbol, debajo del cual se encontraba el depósito, bien cubierto por ramas y matojos y con dos troncos formando una cruz como cobertura final y, a la vez, señal para localizarlo.

Bajo la tupida mata de maleza, los reporteros del equipo de investigación de Diario 16 encontraron una bolsa negra de plástico, pesada, en la que figuraba cuatro veces la inscripción DISTRICT B.A.B, y debajo, Norme Afnor H34004. La bolsa tenía como cometido preservar el cofre de la humedad y estaba atada con parte de un globo color verde.

Entre los documentos hay numerosos datos sobre refugiados y presuntos miembros de ETA que han sido supuestamente vigilados por los GAL, elaborados algunos al máximo detalle y con precisión

Una vez abierta, se pudo comprobar que la bolsa contenía una caja blanca de metal, aparentemente un fichero de la marca Sarel, con dos cerraduras de color marrón.

La apertura de la caja no estuvo exenta de dificultades, las cuales se superaron tras pocos minutos. Una vez abierto el depósito o zulo, pudimos comprobar que el contenido eran cuatro bolsas distintas: dos de El Corte Inglés, una de Pryca y otra de los hipermercados franceses Carrefour. 

Dentro de la caja había también numerosos documentos introducidos en diversos sobres blancos, sin especificación alguna ni en el anverso ni en en el reverso. En total, esos papeles, que obran en poder de Diario 16, aparecen diecisiete nombres de refugiados vascos y presuntos miembros de ETA, residentes en el sur de Francia, algunos con localización de sus domicilios.

Curioso parecido

También encontramos diferentes listas, minuciosamente detalladas, sobre vehículos franceses y españoles, presumiblemente pertenecientes a refugiados vascos en el sur de Francia. Bajo las bolsas se encontraban diversos planos sobre lugares en los que los mercenarios de los GAL han cometido atentados y otros puntos que no han podido ser identificados.

En esta imagen se puede observar el interior de la caja depósito con las bolsas de plástico de varios grandes almacenes e hipermercados. Dentro de la de El Corte Inglés, que se ve a ala izquierda, había algo que parecía ser un explosivo preparado para ser utilizado de inmediato.

Hechos a mano, algunos de esos planos están confeccionados con gran cantidad de detalles, observándose, incluso, la apertura y cierre de algunos semáforos. Un experto calígrafo consultado por Diario 16 señaló que era prácticamente imposible establecer la edad de cada uno de los documentos. De un modo aproximado, dio a algunos de ellos una antiguedad máxima de tres años y medio, y a la vista de otros, señaló como fecha aproximada de elaboración los cinco últimos meses.

Los documentos escondidos en el depósito están referidos, principalmente, a la localización de presuntos miembros de ETA residentes al otro lado de la frontera. En algunos casos, las localizaciones van acompañadas de fotografías que guardan un curioso parecido con las fotos que la Policía española tiene en sus ficheros, muchas veces correspondientes a los del Documento Nacional de Identidad.

En alguna de las encontradas en el depósito se observa en su parte inferior la impresión dactilar de la persona fotografiada y, en su reverso, su nombre, dos apellidos y, en algunos casos, su apodo.

A la vista de estos documentos, todo hace pensar que alguna persona proporcionaba a los mercenarios de los GAL nombres y fotografías de presuntos etarras residentes en Francia, quienes depositaban las anotaciones en el depósito, para mayor seguridad, y con el fin de que otros leyeran esos documentos.

En las localizaciones aparecen nombres, domicilios, vecinos, vehículos, horas de entrada y salida de casa, vestimenta habitual e itinerarios frecuentes.

Sin embargo, no todos los presuntos etarras están estudiados con la misma precisión. En algunos casos, aparecen en los papeles sus nombres tachados o enmarcados con un círculo, y aparecen también escuetas notas que dicen "Sí", "No", o "No aparece".

Unos negativos

También pudimos encontrar en el deposito un papel celofán blanco con cuadrículas negras y números amarillos que agrupaba varios negativos de fotografías, algunos de ellos en deficiente estado. 

Uno de estos negativos recoge parcialmente el Documento Nacional de Identidad de un hombre llamado Pablo Cabello Muñoz, de unos sesenta años de edad, calvo y con barba canosa recortada. Debajo de su fotografía figura íntegra su impresión digital.

No aparece completo, sin embargo, el número del DNI, del que sólo se ven los dígitos 41.872.2. El carnet está emitido por el equipo 131 de la Dirección General de Policía y tiene el registro númeri 0578259. 

Fuentes policiales consultadas por Diario 16 señalaron, a la vista de estos datos parciales, que no tienen noticia de quién es esta persona y que, en cualquier caso, no constan antecedentes sobre él.

Otro de los negativos está formado por tres fotografías de otras tantas personas, no identificadas. Se trata de fotos cuyo formato es el que se exige para obetener en España el DNI, pero en ninguna de ellas aparece en la parte inferior, en el correspondiente espacio en blanco, la huella dactilar. 

Se trata de un hombre de entre treinta y cuarenta años, de pelo rubio o canoso, ojos rasgados y fino bigote. A su lado aparece el rostro de otro hombre, de aspecto más mayor y calvo. Por último, se observa a un joven, de entre veinticinco y veintiocho años, moreno y con el pelo cortado al estilo marine.

En un último negativo aparece fotografiado un vehículo marca Renault 20, con matrícula francesa 6787 QU 64, perteneciente al refugiado vasco Juan Ramón López de Abechuco, considerado por la Policía como miembro del aparato de seguridad de ETA militar.

Este coche saltó por los aires el 11 de diciembre de 1984, al explosionar un artefacto que había sido instalado en su motor, en un atentado reivindicado por los GAL.

Silencio roto

En el depósito al que tuvo acceso Diario 16 había también una peluca negra de mujer, confeccionada a base de pelo negro y rizado, aparentemente sin usar. 

En la bolsa del Carrefour encontramos algo que parece complementar la existencia de esta peluca. Ocultados bajo ella asomaron unos zapatos negros de mujer de tacón bajo, con manchas blancas que aparentaban, en fantasía y sin pretensiones, la piel de cocodrilo. Los zapatos estaban poco desgastados, más por el tacón que por la suela, y correspondían a una talla 35 o 36, aproximadamente.

Una de las bolsas de El Corte Inglés contenía seis barras de explosivo (según varios expertos consultados, trilita), de un peso total de entre un kilo y medio y dos kilos. Cada barra estaba preparada con un agujero en el que se instalan los petardoscebos que la hacen explosionar. 

Aparecen un total de diecisiete nombres de refugiados y presuntos etarras, con algunas fotografías iguales a las pertenecientes a los ficheros policiales españoles

En la última de las bolsas encontradas en el depósito había un objeto redondo, aparentemente un explosivo, atado en su base a dos tablas de madera, del que asomaban varios cables que finalizaban en dos bornes. Junto a éstos, dos pilas y una bombilla de linterna.

Mientras procedíamos a abrir esta última bolsa, con el máximo cuidado al ser un explosivo ya preparado para ser utilizado en cualquier momento, se produjo un hecho que nos obligó a terminar el examen del contenido del depósito.

En uno de los movimientos se encendió la bombilla de linterna que llevaba adosada al artefacto, lo cual nos obligó a abandonar el lugar de inmediato. Expertos consultados con posterioridad manifestaron que es un sistema de seguridad que emplean para comprobar que si los explosivos, que han estado cierto tiempo guardados, se encuentran en situación de ser utilizados convenientemente.