Alvise Pérez (Sevilla, 1990) ya está haciendo las maletas camino de Bruselas. Los sondeos de las elecciones europeas dan uno o dos escaños a la candidatura de Se Acabó La Fiesta (SALF), la formación liderada por el mediático y controvertido analista para, según sus palabras, "acabar con la mafia política y mediática" desde las instituciones. También para salvarse de los tribunales que le persiguen.
Alvise, cuyo nombre real Luis, es una criatura nacida de las redes sociales pero crecida al cobijo de Vox. Hasta el punto de que el agitador, cuyos bulos y campañas fueron durante años jaleadas por la formación extrema derecha, ha terminado por convertirse en su peor enemigo. Según el CIS, casi uno de cada cinco (19,6%) de sus votos terminan en SALF.
Anunció su candidatura a finales de febrero y en apenas dos meses ya figuraba en las principales encuestas; a los tres, los sondeos de SocioMétrica para EL ESPAÑOL ya le daban representación.
Alvise no es nuevo en la política. Entre 2012 y 2017 viajó a Leeds y comenzó a trabajar en el departamento de comunicación del Instituto Cervantes y en la Liberal Youth, el ala juvenil de los Liberal Demócratas; luego pasó a militar en UPyD, desde el extranjero, y en Ciudadanos, ya en España. Ese año fue nombrado jefe de gabinete del grupo parlamentario en las Corts Valencianas, liderado por su amigo Toni Cantó.
Apenas dos años después se independizó, rompió el carnet de los naranjas y empezó a centrar su actividad profesional en las redes sociales.
La candidatura de Se Acabó La Fiesta es una amalgama de caras desconocidas que prácticamente no han aparecido en campaña, pero el currículum mediático de Alvise es suficiente. Él y su equipo de asesores desconocidos, financiados por donantes anónimos. La campaña, dice, sale de su bolsillo.