Corría el año 2014. Tras perder unas elecciones generales en 2011 frente a Mariano Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba afrontaba su prueba de fuego en las elecciones europeas. Era cabeza de lista Elena Valenciano. Los números, según las pretensiones que todavía tenía el PSOE de entonces, fueron demoledores: el PP ganó a Rubalcaba por 481.744 votos –un 3% del voto más–, lo que se tradujo en dos escaños de diferencia.
Rubalcaba no dudó. Convocó a los medios de comunicación y anunció su marcha. Esta actitud contrasta con la mostrada por Pedro Sánchez, que no se plantea hacer lo propio pese a haber sufrido una derrota de mayor magnitud: 700.000 votos de diferencia, que se traducen en un 4%, aunque la distancia fuera la misma de dos escaños.
El también profesor de Química fue así de contundente: "Hemos obtenido un mal resultado. Sin paliativos. Es evidente que ese resultado tiene un responsable o unos responsables. La responsabilidad es de la dirección del partido y singularmente del secretario general. Creemos que debe ser una nueva dirección la que continúe estos trabajos. La Ejecutiva ha decidido convocar un congreso extraordinario".
Acto seguido, Rubalcaba reiteró: "Hay un problema de responsabilidad. Se trata de asumir la responsabilidad de un resultado malo sin paliativos. Es un ejercicio de asunción de responsabilidad política que hay que hacer inmediatamente, hay que tomar nota".
De momento, las únicas palabras que existen de Pedro Sánchez son las que figuran en su cuenta de Twitter. Como él mismo ha dicho en ocasiones, él no escribe estos mensajes, pero sí ha concedido poner su firma.
"El PSOE se convierte en la única opción de gobierno capaz de hacer frente a la ola ultraderechista que recorre Europa y España. Vamos a seguir trabajando para consolidar una Europa de avances y de progreso". Unas palabras de las que cabe deducir que a Sánchez ni se le ha pasado por la cabeza tomar la misma decisión que Rubalcaba justo ahora hace diez años.
En 2014, el contexto era distinto, pero similar en términos aritméticos. El voto resultó tan fragmentado como hoy. Fue el año de la irrupción de Podemos, que pasó de la nada a los cinco escaños. También obtuvieron una notable representación tanto UPyD (4 diputados) como Ciudadanos (2 diputados).
Es decir: los dos grandes partidos se desangraban por sus extremos. Diez años después, en la derecha existe una fuerza que aúna una importante cantidad de voto (Vox) y en la izquierda se mantienen vivos Sumar y Podemos.
Las diferencias entre Sánchez y Rubalcaba no se limitan a la dimisión del segundo tras conseguir unos resultados ostensiblemente mejores en las europeas que los del primero. Rubalcaba contó en público que nunca compartió las alianzas con los nacionalistas y que, al decírselo repetidamente al hoy secretario general, la relación personal dejó de ser fluida.