Se equivoca el PP cuando dice que Marlaska es el hombre que no se enteraba de nada, "el hombre que sólo pasaba por allí". Marlaska, esta mañana, en la comisión del caso Koldo, que es el caso Ábalos, que es el caso Aldama, que será lo que tenga que ser, es el hombre que pasa por aquí.
Nos adelanta pertrechado con sus dos móviles y una cartera de cuero marrón. Exhibe la sonrisa que exhiben todos los comparecientes en este banquillo. La mejor de todas, la del todo va a ir bien… cuando nada va a ir bien. Marlaska tiene un problema con la trama. Él, ahí sí, pasaba por allí y para no descabalgar al Gobierno tuvo que dejarse engullir por el bulo. Incluso lo alimentó. Y ha vuelto a hacerlo esta mañana.
Los bulos son así. Como la canción de Bisbal: "Bulería, bulería, tan dentro del alma mía". Una vez se pegan al cuerpo, sólo pueden anularse diciendo la verdad absoluta; completa. La alternativa contraria es dejarse consumir por el bulo poco a poco, cada vez que el tema en cuestión aparece en el debate.
El bulo de Delcy se ha tragado a Marlaska para siempre. La solución, la realidad, supondría hundir a Sánchez. Y eso jamás lo hará un ministro.
Pongamos algo de contexto: esta comisión, en su día, se estrenó para analizar la compra de mascarillas por parte de la trama a distintos ministerios y autonomías. Conforme ha avanzado el conocimiento que tenemos de la trama, le han ido brotando extremidades: Delcy, Ábalos y un largo listado de etcéteras.
La jornada de cuatro días ya funciona en el Senado. El grupo izquierda confederal –Sumar y algunos nacionalistas– y los de Junts ni se han presentado a la sesión. No han querido interrogar a Marlaska. Peor ha sido lo del PNV, cuya senadora sí estaba pero ha dicho que no le va a hacer ninguna pregunta. Así que el intercambio de golpes ha sido fundamentalmente entre Marlaska, PP y Vox.
El ambiente aquí es todavía peor que en el Congreso. Quizá por esa sensación de que casi nadie los mira, actúan todavía con menos pudor. Lo que aquí se cuenta debe ambientarse con el golpe de los puños contra el pupitre de los senadores, con las pullas lanzadas entre los presentes sin importarles que estuviera la comparecencia en marcha. El ruido de fondo era como el de los toros cuando se acercan a la curva que desemboca en la calle Estafeta. Así suena el golpe seco sobre estas maderas del XIX.
Utilicemos el plan que traían bien aprendido los senadores de la derecha. El listado de versiones contradictorias sobre la visita de Delcy que fue arrojando el Gobierno. Así fueron atropellados progresivamente varios ministros, incluido Marlaska, máximo responsable de las fuerzas de seguridad en el aeropuerto.
Cuando se publicó la noticia del desembarco de Delcy, el Gobierno negó que hubiera habido reunión, que hubiera pisado territorio español. Eso fue el jueves 23 de enero. Al día siguiente, 24, el Gobierno reconoció un "contacto fortuito". Al día siguiente, el 25, Ábalos contó que recibió una llamada del ministro del Interior para informarle de que llegaba Delcy en un avión y que había que frenar su entrada en España.
Visto con retrospectiva, tiene guasa la cosa. No sólo inventaron una coartada; ¡Moncloa dibujó a Ábalos como el héroe que solventó una crisis diplomática! El propio Ábalos, en una entrevista con Ana Pastor, describió esa llamada de Marlaska. Y cometió un desliz: no habló de una llamada de Interior, habló de una llamada de Marlaska. Del ministro.
Toda esa secuencia de bulerías ha engullido hoy al compareciente. Porque en los informes de la UCO ha quedado probado que el primero que supo de la visita de Delcy fue Ábalos, y que Ábalos avisó a Sánchez por WhatsApp y que Sánchez autorizó el contacto con un lacónico pero contundente: "Bien".
Marlaska ha dicho hoy: "A mí se me traslada que hay una persona que tiene un señalamiento de no pisar suelo Schengen y yo lo traslado cuando tengo conocimiento". Tuvo ese conocimiento "pocas horas antes" de que el avión aterrizara, no ha precisado cuándo.
La seriedad de Marlaska, que habla como un libro de leyes abierto, chocaba frontalmente con la mayor particularidad de esta historia: el hecho de que, dentro del Gobierno, se hubiera normalizado que un tipo como Koldo decidiera sobre asuntos de Estado.
Con la percusión de un enfervorecido senador del PP, el señor Santamaría, Marlaska ha tenido que admitir que tuvo conocimiento a través de su número 2 y que su número 2 "probablemente" tuviera conocimiento a través de Koldo. ¡Llega la vicepresidenta de Venezuela a España y el hombre que lo sabe es Koldo!
Eso no encaja con la realidad porque Ábalos y Sánchez sabían desde hacía veinticuatro horas que llegaba a Madrid el avión con Delcy a bordo. Ahí ha concluido el concierto de buleros. Lo que podemos decir, taxativamente, que si no es una mentira... resulta, como poco, una sordina a la verdad. Sánchez mintió al Congreso y al Senado. De esa mentira irradian las de los demás ministros.
Luego ha empezado lo inverosímil, aquello que nos ha dejado de piedra; pero aquello de lo que no disponemos indicios para escribir que Marlaska miente. Sigamos.
Saben ustedes que Delcy vino con un imponente cargamento de maletas. Saben también ustedes que Koldo, Ábalos y Aldama –eso también se ha contrastado– recorrieron las zonas restringidas de Barajas como Pedro por Moncloa.
–¿Cómo fue posible? –el senador Santamaría, del PP, oliendo sangre, no daba ni tiempo a Marlaska para que contestara. Era un hombre incapaz de contenerse. Un espectáculo de adrenalina.
–No lo sé.
–¿Quién permitió la entrada de Aldama?
–No lo sé.
–¿Cuántos policías había? ¿No le hicieron ninguna nota de lo que pasó?
–No lo sé.
–¿Se revisó el equipaje de Delcy Rodríguez?
–No lo sé.
–¿Entraron las maletas de la señora Rodríguez en España?
–Estoy convencido de que no entraron, pero si alguna persona procedente del avión entró con maletas, eso tiene que constar.
–¿Habló con Sánchez de la visita de Delcy Rodríguez?
–No. Sólo hablé con Ábalos.
El Código Penal obliga a los comparecientes de las comisiones de investigación a decir la verdad, pero no existe jurisprudencia referida a aquellos que han dicho mentira o, como poco, han silenciado la verdad. La verdad, en esta España de los hechos alternativos, no puede evaluarse desde un punto de vista penal. La llamamos bulo y así adquiere categoría de indiscernible.
La guerra Delcy ha concluido con un farragoso debate acerca de si la vicepresidenta venezolana pisó o no suelo español, "suelo Schengen", decía el ministro. El PP decía que sí y Marlaska que no.
El otro momento más incómodo para el ministro ha llegado con los presuntos infiltrados de la trama en la Guardia Civil. Así consta en los informes de la UCO que trascendieron recientemente. Marlaska, como era de esperar, ni sabe, ni imagina, ni supone, ni deduce. "Ni me sorprende ni me deja de sorprender. Es una causa judicializada que sigue su cauce. Respeto todas las resoluciones, como no puede ser de otro modo".
–Tal y como conocimos en los informes de la UCO, se repartieron móviles encriptados a la trama por parte de algunos miembros de la Guardia Civil.
–Si ese dato está en un procedimiento judicial, tendrá que seguir su cauce.
–¿Le inquieta? ¿Le preocupa?
–Dejemos que el proceso judicial siga su cauce.
Conoció a Koldo de manera institucional, a Aldama cree no haberlo visto nunca y pone "la mano en el fuego por todos los funcionarios de Interior".
–¿Y cuando llegue una resolución judicial? ¿Quién asumirá la responsabilidad política?
–Cuando llegue el momento, se dilucidará. Los responsables deberán responder.