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Hay varias circunstancias conocidas en la peripecia futbolística de Pepe Mel (Madrid, 1963). De una disfrutamos todos: descubrió a Pedri cuando era entrenador de Las Palmas y lo hizo debutar en Primera. De otra disfrutan los béticos: rescató al equipo de Segunda y lo clasificó para Europa. Como jugador, goleó para varios equipos en la década de los ochenta. De la cantera del Real Madrid. Llegó con diez años y salió casado.

Pero hoy, ahora, en este rato de descanso entre partidos y entrenamientos, venimos a hablar de su afición más recóndita. Pepe Mel es escritor. Un entrenador de fútbol que escribe. Aunque, con su última trilogía de novelas, casi podríamos decir que es "un escritor que entrena equipos de fútbol".

Sorprende esta dualidad de Mel por considerarse el fútbol –erróneamente, según nos dice– un deporte de iletrados, de chavales que despuntaron en lo suyo muy pronto y que arrumbaron los libros en un cuarto de casa de sus padres. Y sorprende hoy todavía más porque la mencionada trilogía tiene como telón de fondo la Guerra Civil. En concreto, los últimos años de la República y el estallido de la contienda.

Hoy, una burbuja rodea a entrenadores y jugadores. Es raro que uno de ellos, estando en la élite, decida aparecer en un medio de comunicación diciendo lo que realmente piensa sobre asuntos no necesariamente vinculados al fútbol. Mel tiene el arrojo de plantarse en las librerías con una historia sobre esa guerra que casi un siglo después polariza el debate político.

El despertar del diablo (Almuzara, 2024) acaba de salir de la imprenta. Es la segunda parte. Una trama de bebés robados sucedida en el Madrid de 1935. Juegan un papel clave José María Gil-Robles –líder de la derecha de entonces– y Clara Campoamor –abogada liberal que trajo el sufragio femenino–.

¿No les parece una maravilla que el entrenador que instruía a Pedri en Las Palmas pensara al mismo tiempo cómo caracterizar a Gil-Robles? La cara de don José María proyectada sobre la de Pedri. Y al revés.

–¿Se mete usted en un lío con una novela así?

–Fíjese, si me meto en un lío, no será por el tema de la novela, sino por la novela en sí. Nunca he tenido problemas por publicar libros, pero en el fútbol de hoy a veces no se comprende que un futbolista o un entrenador pueda tener otras aficiones y desconectar.

–Explíquese.

–Le pongo un ejemplo concreto. Acabo de coger al Tenerife en una situación muy difícil. Somos colistas en Segunda. Si me fuera un día a presentar esta novela, a firmar libros, aunque lo hiciera en mi tiempo libre, habría gente que no lo entendería. Me voy a dejar la vida para salvar al Tenerife, pero eso no quita para que pueda descansar un rato leyendo y escribiendo.

–Le vendrá bien incluso.

–Claro. Leer y escribir libera la mente, aporta tranquilidad. El fútbol requiere de esa tranquilidad. Los entrenadores tomamos decisiones complejas constantemente, le diría que cada hora. De todos modos, no le voy a ocultar que el tema de estas novelas me da más miedo que los anteriores.

–Porque la gente no distingue entre novela y ensayo.

–Eso es muy importante. Mis personajes no hablan por mi boca, no expresan lo que yo pienso sobre la guerra. Para eso, habría escrito un ensayo. Pero hoy tenemos la obsesión de pasarlo todo por el tamiz de lo político. Soy un contador de historias. He utilizado ese periodo como contexto porque me parece interesante, nada más.

–Pero es importante que el contexto sea verosímil.

–Por eso resulta tan importante la documentación. Procuro tener una visión ecuánime de los acontecimientos históricos. Mi despacho está lleno de libros nacidos en los dos bandos. De biografías escritas con uno y otro prisma.

–¿Cómo ha influido el miedo al qué dirán en su escritura?

–He medido muy bien cada palabra. Sobre todo los adjetivos. Sí, los adjetivos los he pensado tres veces más que el resto de palabras.

Cubierta de la novela recién publicada por Pepe Mel. Almuzara

La culpa de esta trilogía de novelas la tiene "el Guaje", un personaje que nació de las historias que Mel le escuchaba contar a su suegro, superviviente de la revolución de Asturias de 1934. En realidad, las tres novelas de Mel, más allá de una ingente documentación, han encontrado vida ahí, en los relatos que cuentan los mayores alrededor del fuego.

La primera parte, Los asesinatos de la Xana (Almuzara, 2022), ocurre en la Asturias revolucionaria. "El Guaje", mismo protagonista, huye a Madrid, donde tiene lugar la recién lanzada El despertar del diablo. Y próximamente verá la luz la tercera novela, que enraizará en la posguerra sevillana.

"El Guaje" es en esta novela un chico para todo de Gil-Robles, de donde nacen las intrigas políticas; pero también un compañero de investigación de Clara Campoamor, que se halla enfrascada en la resolución de una trama de bebés robados.

1936 y hoy

–Los años de la república y la guerra, tan delicados, todavía hoy provocan grandes refriegas en el Congreso.

–He leído muchos discursos del año 36. Por fortuna, estamos vacunados frente a la violencia. La guerra, la dictadura, todo lo que pasó... España lo superó y aprendió la religión del respeto. Hoy, por mucha agresividad que hay, es impensable que se traspasen ciertas líneas.

–Pero.

–Ahí iba. Se le ponen a uno los pelos de punta con ciertos paralelismos. El abismo cada vez más insalvable entre la izquierda y la derecha, el auge del separatismo catalán, la agresividad verbal... Sin embargo, ya le digo: no hay diputados con pistola ni amenazas de muerte en el Parlamento. Me quedo con eso.

–Los cinco años de la República son históricamente apasionantes. ¿Qué lectura hace de ellos después de haberlos estudiado? Llegó aquel régimen para ilusión de la mayoría, con un proyecto de libertades. El apoyo de los intelectuales y de las clases populares. Pero fue un espejismo.

–La primera mitad del siglo XX español es apasionante en líneas generales. Si no hubiera sido futbolista primero y entrenador después, habría sido profesor de Historia. Me habría especializado en ese periodo. Te metes y te enganchas. Vas conociendo a los personajes, vas aprendiendo, vas uniendo cosas, alcanzando conclusiones... La parte más bonita no es escribir, sino investigar. Se cometió un error muy español. Quienes iban ganando, humillaban al adversario. No hablo de la guerra y de la dictadura; hablo también electoralmente, de la República.

–La República se iba hundiendo ante la imposibilidad de garantizar una alternancia izquierda-derecha en el poder. De hecho, la CEDA ganó las elecciones y no pudo gobernar por miedo a desatar una revolución. Pusieron de presidente a Lerroux, que era menos de derechas.

–Era una España muy parecida al fútbol. Uno era de su equipo ganara o perdiera. Y uno humillaba a ese rival al que derrotaba. Hubo barrabasadas en un lado y en otro. En los días del Frente Popular, no se supo contener la quema de las iglesias, los asesinatos de religiosos...

–El Gobierno ha creado la Ley de Memoria Democrática, que establece una versión muy concreta de los hechos. Por otro lado, Vox abole esas leyes donde puede diciendo que el franquismo no fue tan malo.

–Creo que los políticos deberían dejar el pasado como está. ¡No se puede arreglar! Lo que ocurre en el pasado siempre es horroroso si se mira con el código moral del presente. Que se pongan a solucionar los problemas de hoy. Mire cómo está el asunto de la vivienda.

Pepe Mel, en el campo, durante un partido reciente. Cedida por el entrevistado

Los futbolistas y los libros

Volvemos a hablar un rato de la novela, de El despertar del diablo. Si "el Guaje", el personaje principal, nació de los relatos de su suegro; el Madrid del año 35 nació de los relatos de su abuela.

Vivía la abuela de Pepe Mel a las afueras, en ese extrarradio hambriento y absurdo del que hablaba Valle-Inclán. "No tenían luz, no tenían agua... Fueron días muy duros. Me contaba que la ciudad era una especie de corredor, una corrala enorme. Eso me ha ayudado a entender cómo se vivía entonces", dice.

–Ahora que se ha publicado, ¿les ha pasado la novela a sus jugadores? ¿Qué le dicen?

–Algunos han leído algo mío... Justo el otro día uno me mandaba un mensaje muy bonito. Eso de que los futbolistas no leen y están poco formados... Se sorprendería.

–Diga, diga.

–La gente se llevaría una sorpresa, de verdad. Viajamos mucho, tenemos muchos ratos muertos. Es cierto que los más jóvenes van con la Play y con las redes... Pero también los hay que viajan con el libro debajo del brazo. Los jugadores de hoy están mucho mejor preparados que en mi época.

–¿Son más conscientes de lo que les viene?

–Algunos incluso acaban carreras universitarias. Resulta raro que no haya en un vestuario jugadores que estén aprendiendo Empresariales y que no estén pensando en qué hacer cuando se retiren.

–¿Y cómo son esas conversaciones con ellos más allá del fútbol?

–La burbuja es sobre todo económica. El fútbol no es ajeno a lo que nos pasa. Se habla de las mismas cosas que en otras oficinas. Eso sí, no somos conscientes, o no todo lo que deberíamos, de lo que le cuesta a la gente ganar 800 euros al mes. Deberíamos ser más empáticos y visibles en ese sentido.