Aldama, en primer plano, con Juan Alberto Perote, Michel Domínguez, José Amedo, Luis Bárcenas y Luis Roldán.

Aldama, en primer plano, con Juan Alberto Perote, Michel Domínguez, José Amedo, Luis Bárcenas y Luis Roldán. Diseño: Arte EE

Política CASO KOLDO

Aldama se une a la cofradía de quienes tiraron de la manta en España: de Amedo a Bárcenas pasando por Luis Roldán

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Pocas horas después de este instante, cuando este artículo sale de la imprenta digital y llega junto a su taza de café, Víctor de Aldama ingresará en la ilustre cofradía de los tiradores de manta. Cada caso de corrupción en España tiene un cantante. Algunos ya han sacado su disco, otros están en ello. Con sus letras, con su voz de sombra y oscuridad, vamos escribiendo poco a poco el alcantarillado español. El fondo del suelo que pisamos... y que nos sostiene.

Aldama –escribían aquí ayer algunos compañeros– va a tirar de la manta en una declaración voluntaria porque no se siente seguro en la cárcel, porque no tiene expectativas de salir si continúa igual y porque tiene las cuentas bloqueadas. La exposición de motivos nos viene de maravilla para explicar esa mezcla de psicología y beneficios penales que buscan los cantantes de la ilustre cofradía cuando desnudan a sus compañeros de trama.

Esto también podría titularse, con aquel mismo cartel de la película de Emilio Martínez-Lázaro, "Al otro lado de la trama".

La licenciatura de Aldama –veremos si cumple con su palabra y hasta dónde llega– nos permite hacer un viaje a las interioridades de sus predecesores más mediáticos: Amedo y Domínguez, Luis Roldán, Carlos Von Schouwen, el coronel Perote, Luis Bárcenas. Y repasar las particularidades de cada uno; además de las similitudes. El orgullo, el despecho y la búsqueda de una pena más favorable son los pilares de esta tierra de tiradores de manta.

De izda a dcha y de abajo arriba: José Amedo, Luis Roldán, Van Schouen, Luis Bárcenas, Víctor de Aldama y el coronel Perote. ILUSTRACIÓN DE GUILLERMO SERRANO

De izda a dcha y de abajo arriba: José Amedo, Luis Roldán, Van Schouen, Luis Bárcenas, Víctor de Aldama y el coronel Perote. ILUSTRACIÓN DE GUILLERMO SERRANO

Amedo y Domínguez

Amedo (derecha) y Domínguez (izquierda), en el Eurobuilding, durante la entrevista en que tiraron de la manta.

Amedo (derecha) y Domínguez (izquierda), en el Eurobuilding, durante la entrevista en que tiraron de la manta. Cedida por Melchor Miralles

Tanta paella quería comer José Amedo mientras tiraba de la manta que a Melchor Miralles, el hombre que activó la grabadora, le tomaban el pelo en el periódico cuando preguntaban por él al teléfono: "¡Es el de la paella!".

No es que Amedo y Domínguez cantaran por una paella, pero sin ese arroz, quién sabe, quizá no hubiera salido tan bien la cosa. Fue en una habitación del Eurobuilding, cuando Amedo y su subordinado, Michel Domínguez, salían de la cárcel aprovechando sus permisos.

Hasta entonces habían callado sobre la cúspide de la pirámide del terrorismo de Estado. Era inverosímil que dos agentes de Policía hubiesen hecho lo que hicieron ellos solos, pero el Gobierno los trató lo suficientemente bien como para que callaran: dinero y la promesa de un indulto.

Hasta que se dieron cuenta de que el indulto nunca llegaría y de que el dinero se acabaría si caía el Gobierno. Entonces, cantaron con Miralles en El Mundo y con el juez Garzón. Aquello desencadenaría una ristra de condenas que afectaría incluso al que había sido ministro del Interior, José Barrionuevo. Pero también a Rafael Vera (secretario de Estado de Seguridad), Julián Sancristóbal (director general de Seguridad), etcétera.

Miralles nos recuerda que quien se lanzó a tirar de la manta fue Michel Domínguez y que Amedo "no quiso dejarlo solo": "Estaban hartos de promesas incumplidas. Les indignó muchísimo que Roldán dijera a El Mundo que no le iban a engañar como a Amedo. No obtuvieron beneficios penales por declarar".

Amedo era un policía español que había ingresado en el cuerpo en 1968. Se enroló en la jefatura superior de Policía de Bilbao, donde realizó labores de espionaje contra ETA. Intentaron matarlo en varias ocasiones. Acabaría siendo el capataz de los GAL, el hombre que pagaba a los mercenarios con fondos reservados.

Fue condenado a 108 años de cárcel por seis delitos de asesinato; cinco como autor moral y uno como autor por inducción. También por el secuestro de Segundo Marey. Salió de la cárcel tras once años dentro, la mitad de ellos en régimen abierto. Se benefició de la redención de penas del Código Penal que imperaba cuando fue condenado. Un día menos de cárcel por cada día cumplido. Si a eso se le suma que el máximo que podía cumplir era de treinta años... salen las cuentas.

Hoy está retirado y escribe libros sobre aquel pasado. Tiró de la manta y logró encerrar a sus superiores, pero siempre quedó la duda de si todas las responsabilidades fueron depuradas. ¿Qué sabe Aldama? ¿Cuál es la X? ¿Hasta dónde puede llegar? ¿Tiene tantas pruebas como tenían Amedo y Domínguez?

El factor orgullo sí se repite en ambos casos. A Amedo le sublevó que Roldán lo dejara como un pardillo en una portada de periódico. Tal y como se ha publicado aquí, a Aldama le sublevó que Ábalos hablara de él en la tele como si no le conociera.

Luis Roldán

Luis Roldán fue delegado del Gobierno en Navarra y director de la Guardia Civil.

Luis Roldán fue delegado del Gobierno en Navarra y director de la Guardia Civil.

Ya ha aparecido aquí como actor secundario. Toda una vida de fábula. Se presentaba como ingeniero y economista sin ser cierto. Así llegó a concejal en Zaragoza. Después, lo nombraron delegado del Gobierno en Navarra, adonde nadie quería ir por miedo a un atentado de ETA. Roldán puso el pecho y acabó siendo el primer hombre sin hoja de servicios militar que dirigió la Guardia Civil.

Hasta que pasó lo que pasó, no tenía mala prensa: decidió el acceso de la mujer al cuerpo, desarticuló la cúpula de ETA en Bidart, mejoró las casas-cuartel... Y de pronto le cayó encima una tonelada de portadas sobre el enriquecimiento ilícito que venía protagonizando desde sus años navarros.

Manuel Cerdán nos recuerda cómo lo encontró junto a Antonio Rubio en París, cuando el Gobierno no tenía ni puñetera idea de dónde estaba. Se había fugado y era inencontrable... hasta que Paesa lo traicionó. Roldán se entregó creyendo que sólo sería juzgado por cohecho y malversación. Se le condenó por eso, pero también por fraude fiscal, por estafa...

Les dijo a Cerdán y a Rubio: "O tiro de la manta o me pego un tiro". Le salió mal, pero no tenía otro camino. Tiró de la manta. No se benefició penalmente y se encontró de frente con todo un Estado. Él mismo se lamentaría muchos años después: "Trincaban doscientos y sólo tres fuimos condenados".

Nos dice Cerdán: "Roldán agotó todos sus cartuchos para presionar o chantajear a quienes podían sacarlo de la cárcel. Contó lo que sabía sobre los GAL, sobre los fondos reservados, sobre los papeles de Laos... Vi las cajas apiladas en el salón de su casa. Intentó todo, pero no tenía imagen ni credibilidad". Las fotos de Roldán, los calzoncillos, las prostitutas. Una estética años 80-90 que parece no haber variado demasiado.

Luis Roldán estuvo en la cárcel desde 1995 hasta 2010. Los últimos diez años disfrutó de un régimen intermedio. Se casó con una rusa y vivió humildemente en Zaragoza hasta su muerte por cáncer en 2022. Siempre dijo que la fortuna –todavía hoy desaparecida– se la quedó Paesa, el hombre de las mil caras. Así se tituló el libro de Cerdán que luego acabaría siendo película.

¿Engañaron a Amedo? ¿Engañaron a Amedo y a Roldán? ¿Qué tienen las mantas de la corrupción que son incapaces de descubrir el verdadero origen de las tramas?

Carlos Van Schouwen

Es el menos conocido de la ilustre cofradía. El más contundente, el más rápido, el que menos rodeos dio. Pero montó una de cuidado. Carlos Van Schouwen era un contable chileno, que se exilió en México en los setenta. Allí conoció a un empresario español de nombre Luis Oliveró.

Cuando los dos estaban en Barcelona, Oliveró encargó a Van Schouwen la contabilidad de algunos de sus negocios. Tuvo la feliz idea de hacer caja de la importación de camiones desde Rumanía. Su amigo Oliveró aceptó y se pusieron con ello. Vio cosas raras en la empresa y, en un momento dado, dijo: "Yo me voy de aquí, que esto huele mal". Antes, reclamó 25 millones de pesetas que, según él, le correspondían por lo de los contenedores. No se los dieron.

Entonces, Van Schouwen llamó a dos redacciones: El Mundo y El Periódico de Catalunya. En la de El Mundo cogió el teléfono una jovencísima Ana Aguirre, que estaba haciendo sus primeras armas periodísticas. Recibió la pila de documentación y... ahí estaba el caso Filesa, la financiación irregular del PSOE. Un montón de facturas por servicios inexistentes.

"Tenía un carro de la compra literalmente lleno de documentación", nos contaba ella misma hace unos años con motivo de una efeméride. Van Schouwen tiró de la manta con un solo golpe de mano. La portada resultante: "Sociedades del PSOE cobran cientos de millones a grandes empresas y luego pagan gastos electorales".

El botín de las condenas no fue demasiado grande: un diputado, un senador... Pero quedó acreditada la financiación irregular del partido que gobernaba España. Hoy, nada se sabe de Van Schouwen. No encontramos siquiera la foto.

El coronel Perote

El coronel Juan Alberto Perote.

El coronel Juan Alberto Perote.

El coronel Juan Alberto Perote, agente secreto, cantó y provocó la que quizá fuera la mayor crisis de Felipe González en la Presidencia del Gobierno. Con sus estrofas desató la dimisión del vicepresidente Narcís Serra, del ministro de Defensa, Julián García Vargas, y del director del Cesid, Emilio Alonso Manglano.

Perote era un coronel del Ejército de Tierra que fue reciclado en agente secreto por Manglano, que lo hizo en la práctica su número 2. En aquel Cesid, se escuchaba casi más ilegalmente que legalmente. Cosa que por otra parte es lo que todo el mundo presupone que sucede en los servicios secretos.

En 1997, fue condenado por el Tribunal Militar Central a siete años de cárcel, con la accesoria pérdida de la condición militar. Los motivos: revelación de secretos y de informaciones relativas a la seguridad nacional.

El despecho fue una vez más determinante. En el 91, cuando lo destituyeron, se llevó documentos clasificados sobre la guerra sucia contra ETA y las escuchas ilegales. Aquel material –no se sabe todavía cómo– acabó en manos de Mario Conde, que lo aprovechó para intentar chantajear al Gobierno. Reclamó, según las crónicas de entonces, una indemnización por la intervención de Banesto y neutralizar los procesos judiciales que se cernían sobre él.

A Perote no le fue demasiado bien, pero probablemente logró dos cosas: desestabilizar y manchar la imagen para siempre de quienes le habían dejado tirado... y, por qué no, tener la conciencia más tranquila. El que canta se suele repetir eso: estoy contribuyendo a la verdad. ¿Qué atesora Aldama? ¿Tiene papeles? ¿Tiene mensajes? ¿Podrá perotear con el juez? Raqueta sí parece que tiene.

Luis Bárcenas

Luis Bárcenas, en una imagen de archivo.

Luis Bárcenas, en una imagen de archivo. Efe

Con Luis Bárcenas aprendimos casi en directo el arte de la contemporización, el vals que el tirador de manta baila con sus otrora compañeros, que va de la delación al silencio. De la delación al silencio. Y un, dos, tres. Un, dos, tres.

Bárcenas fue un chaval contratado en Alianza Popular por Ángel Sanchís, que había sido amigo de su padre. Luis, el muchacho, fue despedido del partido por Hernández Mancha porque éste vio cosas raras. Nos lo dijo el propio Hernández Mancha en una entrevista reciente. Pero Luis, el muchacho, esquiaba con el sobrino de Fraga y, cuando Hernández Mancha fracasó y Fraga recuperó el control, Luis fue recontratado.

Así empezó su carrera en Gerencia y Tesorería, donde estuvo al cargo de la llamada Caja B y de tantas otras corrupciones que fuimos conociendo en la década vertiginosa de 2010.

Tiró de la manta cuando se supo abandonado por su partido, cuando vio que no había nada más que palabras en el "Luis, sé fuerte" que le envió Rajoy por SMS. Un extremo al que están llegando Ábalos, Koldo y compañía. Todo empezó con la amistad de Rosalía, la mujer de Bárcenas, con Raúl del Pozo. Las filtraciones se convertían en las columnas de Raúl. Finalmente, Bárcenas aceptó "las cuatro horas" con Pedro J., que fueron portada de El Mundo.

Entre una cosa y otra, Bárcenas fue condenado a casi treinta años, con un máximo cumplimiento de doce. Sus cambios de versiones le perjudicaron. Ingresó en preventiva en 2013, la abandonó bajo fianza en 2015 y regresó en mayo de 2018. Ahora disfruta de un régimen de semilibertad.