Sánchez se refugia en que "hay mayoría de rechazo al PP" en las Cortes para afrontar el congreso del PSOE con un gran desgaste
- Vía libre hacia los Presupuestos, pero se arruinan los discursos sobre la ultraderecha y la corrupción y se preparan las batallas en las federaciones.
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Teresa Ribera es fan de Fito y Fitipaldis. Tanto que el tono de llamadas de su móvil es, precisamente, la voz de Fito cantando uno de sus temas más conocidos.
Ribera tomará posesión en los próximos días como vicepresidenta de la Comisión Europea gracias a que Pedro Sánchez aceptó al ultraderechista italiano Raffaele Fitto, para burlar la encerrona tendida por Alberto Núñez Feijóo para boicotear el nombramiento. Fitto salvó a Ribera y Sánchez pudo esquivar así un nuevo peligro para su supervivencia.
El presidente del Gobierno llevaba meses haciendo caso omiso a las peticiones directas de la propia Ribera para que la relevara cuanto antes del Ejecutivo y poder dedicarse así a prepararse para su nuevo cargo de vicepresidenta europea.
Sánchez tenía un plan para hacer el cambio en la última semana de noviembre. Pero la DANA ha mostrado como un error ese empeño de Sánchez y le ha obligado a una implicación última para salvar el nombramiento de Ribera, lo que le ha obligado a pagar el precio de arruinar gran parte del discurso del cordón sanitario a la extrema derecha.
De la misma forma, el caso Ábalos acabó hace tiempo con el discurso del "Gobierno limpio" para transmutarlo en el argumentario del "reaccionamos con contundencia" y pasar ahora al de la falta de pruebas y la defensa del "actual Gobierno" cuando Víctor de Aldama dispara a ráfaga acusaciones contra ministros.
"No hay pruebas, ni las habrá", dijo Felipe González a finales de los 80 para sacudirse el escándalo de los GAL. Ahora el Gobierno recupera una expresión similar para hacer frente a las acusaciones de Aldama.
Fuentes del Gobierno aseguran estar molestos por "lo barato" que ha puesto la Fiscalía Anticorrupción la libertad y el posible pacto con Aldama. Aseguran que para el Gobierno hubiera sido más preocupante si la versión del comisionista hubiera sido concertada con Ábalos y Koldo García y, por eso, les alivia que estén enfrentados entre ellos.
Cambios
Miembros del Gobierno y del partido daban por hecho que Sánchez podría aprovechar la sustitución de Ribera para hacer más cambios en el Consejo de Ministros y para renovar el partido en el Congreso del próximo fin de semana. Se trataría de dar impulso a su proyecto, un año después de su investidura.
Ahora, el presidente ya ha anunciado que Sara Aagesen, la número dos de Ribera, asumirá la vicepresidencia. Es decir, el menor movimiento posible en el Gobierno, con la sucesora natural de Ribera, y la previsión es que ocurra algo parecido en el PSOE porque los últimos acontecimientos indican que es implanteable que, por ejemplo, pueda ser removido de su cargo el responsable de Organización, Santos Cerdán.
"Hay un equipo estabilizado, en tiempos de tribulación no hay que hacer mudanza y si hay que hacer cambios en los territorios no se debe tocar la dirección de Ferraz que debe ejecutarlos", asegura un destacado socialista. En principio, la agitación vendrá luego en los congresos regionales.
Esta agitada semana también ha superado el presidente del Gobierno la difícil meta volante de la reforma fiscal, lo que le permite ir hacia los Presupuestos y hacia el fin de la legislatura. La ha superado, pero dejando de nuevo jirones en el camino.
Primero, porque ha tenido que renunciar a algunos puntos de esa reforma fiscal. Segundo, porque la manera de negociar de María Jesús Montero ha enfadado a algunos de sus socios y ha tenido que ser Félix Bolaños quien cerrara el acuerdo y porque, finalmente, ese acuerdo se basa a su vez en otro futuro pacto sobre el impuesto a las empresas energéticas.
Es decir, de nuevo llega a acuerdos, pero dando la patada al balón a la espera de encontrárselo otra vez y comprometiendo algo que al final no depende del Gobierno, sino de un tercero.
Así ocurrió con la ley de amnistía, con la cesión aparcada de la competencia de inmigración para salvar un decreto o con la imposible aprobación del concierto fiscal para Cataluña para lograr la investidura de Salvador Illa, entre otras.
Pero lo que importa en la Moncloa es el resultado, acabar la semana con oxígeno y perspectivas de futuro, aunque sea dejando jirones en el camino.
"Si no se aprueba la ley, el Gobierno cae", les dijeron textualmente los negociadores del Gobierno a sus socios parlamentarios en la última semana para sacar adelante la reforma fiscal. Algo que los socios entienden como un chantaje emocional, que resulta molesto para algunos de ellos, pero que se ha demostrado como eficaz.
Porque, como sostiene un miembro destacado del Gobierno, "en este Congreso no hay ni mayoría progresista, ni mayoría plurinacional, en realidad, lo que hay es una mayoría de rechazo al PP y a Vox". Porque en las negociaciones les sigue funcionando el miedo a lo que pueda llegar.
Es eficaz, pero como explica otro ministro, "tiene el inconveniente de convertirnos en un Gobierno sin proyecto, más allá de ir salvando cada semana con alguna dificultad y renunciando a nuestras posiciones".
Los socios dicen estar hartos de esa situación de presión y riesgo hasta el último momento, con procedimientos de negociación como hacer una reforma fiscal con enmiendas a una directiva europea o con acuerdos cruzados o contradictorios. Llegan a explicar que en ocasiones partidos como EH Bildu o ERC parecen tener más responsabilidad y hasta sentido de Estado que el propio PSOE.
Por cierto, que curiosamente el ministro Félix Bolaños, que se incorporó a la negociación en el último momento, cuando más enredada estaba, dio eco el jueves en su cuenta de Instagram a una parodia de El Intermedio (La Sexta) en la que le presentaba como "el desatascador de pactos". No en vano, los socios del Gobierno echaron de menos su participación en la negociación, que no se produjo hasta las 11 de la noche del lunes, cuando más complicado estaba todo.
Fuentes socialistas sacan del episodio de la aprobación de la reforma algunas visiones positivas, como lo que consideran inicio de recuperación por parte de Junts del papel que tuvo Convergència i Unió, es decir, un partido dispuesto a pactar con el Gobierno.
Pero lo que importa en la Moncloa es el resultado y Sánchez se encamina al congreso del PSOE para ser aclamado y sin discusión.
Puede haber algún debate sobre financiación autonómica, pero la cúpula del PSOE trabaja en busca de un texto suficientemente ambiguo como para que entren todas las posiciones. Tampoco habrá debates abiertos sobre cambios de liderazgos al frente del partido y, menos aún, si se llega con la impresión de que es posible aprobar Presupuestos y avanzar en la legislatura.
Las peleas internas se reservan para los congresos regionales. Por ejemplo, en Andalucía si fructifican los movimientos contra Juan Espadas; en Madrid si avanza la idea de sustituir a Juan Lobato por un Óscar López ilusionado por enfrentarse a Isabel Díaz Ayuso; en Castilla y León si se concreta el apoyo a Francisco Martínez para acabar con Luis Tudanca; si se deciden a acabar con Miguel Gallardo en Extremadura o si se resisten los partidarios de Javier Lamban en Aragón.
Ministros y dirigentes socialistas dicen recibir también oxígeno del desgaste de Feijóo. Por el fracaso de su operación contra Ribera en Bruselas y por las críticas a Carlos Mazón por la gestión de los efectos de la DANA.
"Mazón ha herido dos veces a Feijóo: en 2023 cuando precipitó el pacto con Vox y arruinó su estrategia para las generales y ahora por la DANA", explica un ministro.