Ana Terradillos: "Creí que Sánchez me daría una entrevista. Qué ilusa fui. Sólo va adonde se lo ponen fácil"
- "Se está naturalizando que los políticos no contesten y es peligroso. Preguntas por imputados y te responden con cualquier otra cosa".
- "Los periodistas debemos cuestionar un 70% del tiempo al Gobierno y un 30% a la oposición. Tenemos que fiscalizar el poder".
- "La tesis de un golpe de jueces y medios contra el Gobierno es falsa y victimista".
- "Es indispensable que los chavales sepan quién fue Miguel Ángel Blanco. No estamos recorriendo bien el camino de la memoria".
Suelen ser los presentadores de televisión algo comedidos debido a la transversalidad de la audiencia que los ve. No es el caso de Ana Terradillos, la conductora de las mañanas de Telecinco. Y esto no quiere decir que sea radical en sus planteamientos. Lo que pasa… es que es de Donosti.
Terradillos está exhibiendo ahora en el prime time el rasgo de su carácter que le ayudó a granjearse un camino como especialista en terrorismo y corresponsal en zonas de conflicto. Hablar de frente, recto, recto; hablar como si hubiera dejado la cerveza apoyada en las escaleras de la iglesia de Santa María, al final de la calle Mayor, para poder comerse las piparras. Terradillos tiene eso que unos llaman “telegenia” y otros “naturalidad”. La franqueza es la guindilla que no pica, la guindilla rica, en estos tiempos de la impostura.
Dispara con bala, Terradillos. En ningún momento hay que gritar: “¡Aúpa, aúpa, Ana, cago en sos!”. Con Terradillos vamos surcando el Urumea a toda pastilla, como si remaran trece maromos con más espalda que Sánchez.
Por eso resulta fácil descorchar la conversación. Le vamos provocando, nos va provocando. Se divierte, nos divierte. Se le sube el cabreo cuando le hablamos de esos políticos que han decidido adoptar como costumbre no contestar a las preguntas.
Vamos a hablar de tele, de radio, de los gobernantes que pasan por su plató, de lo que ocurre en la trastienda, de la corrupción, de esa Euskadi que ya no tiene armas pero que corre el riesgo de no tener memoria. Vamos a hablar también de ella, de la mujer detrás del teatro. De sus costumbres cuasi militares y madrugadoras. Nos saludará su perra un par de veces, que la quiere más que cualquier espectador.
La entrevista sucede justo antes de que Terradillos –“la Terradillos”, le dicen– monte en un avión y aterrice en San Sebastián. Aterrizar en ese aeropuerto tiene algo de vuelo de la Segunda Guerra Mundial. El avión toma tierra en medio de una lengua de arena que sale del mar, como si cayera en picado. Esa vertiginosidad está en el lenguaje crudo y divertido de Terradillos, que sustituyó a otra Ana, Ana Rosa, y está logrando que salga el sol en mitad de una sombra tan alargada.
Hace usted esta entrevista con anginas. ¿Se acaba de acostumbrar una presentadora de televisión a esa presión de… “no me tengo que poner enferma, no me tengo que poner enferma”?
Es cierto, esa presión existe. Vives intentando cuidarte para estar al día siguiente como las flamencas, estupenda en el escenario. Luego, la gestión de esa presión va con la forma de ser de cada uno: si eres más o menos hipondriaco, si tienes más o menos aguante al estar enfermo… Siempre hay gente que te puede sustituir, pero la actualidad está hoy tan caliente que no te quieres perder ni un día.
Para cuidarse, hace rutina militar.
Sí, sí [se parte de risa]. Y la sigo haciendo esté enferma o no. Me da mucha vitalidad.
Si no es indiscreción, ¿en qué consiste?
Me levanto a las 4:30. Me pongo a hacer estiramientos combinados con un poco de meditación. Ejercicios de postura y respiración. No siempre consigo el punto de meditación, pero sí que intento acompasar los estiramientos con la respiración. Es una hora perfecta para hacerlo porque no hay ruido en casa ni fuera. Esa disciplina me hace sentirme bien.
¿Así durante cuánto tiempo?
Media hora, hasta las 5:00. A esa hora me tomó el café y leo los editoriales de los periódicos. A las 5:30, empiezo con la radio. Escucho, de manera combinada, Onda Cero, la Ser y Radio Nacional. Voy saltando. A las 6:10 me recoge el coche, donde sigo con la radio puesta. Y luego, ya allí, chapa y pintura, y ultimar el programa del día.
En ese ejercicio de saltar de radio a radio, de periódico a periódico, verá un país muy distinto.
Si tuviera que clasificar a los medios en función de la polarización, de mayor a menor, diría: prensa, radio y televisión. No me atrevería a decir que se da una imagen del país totalmente distinta, pero sí se subrayan mucho más unas ideas que otras. Cuando alguien compra un periódico, compra lo que quiere leer. En la radio ocurre un poco lo mismo.
Y usted…
La tertulia es una parte muy importante de nuestro programa. Cuando te toca moderar un debate, o por lo menos así lo entiendo yo, conviene tener una idea muy panorámica de la noticia. Una idea lo más neutra posible. Eso te permite sacar lo mejor de los analistas.
En los noventa, la polarización política se trasladó a los medios y fue muy difícil convivir para los periodistas de 'El Mundo' y 'El País'. En la tele hoy, pese a ser el medio más agresivo debido a las audiencias, entiendo que no ocurre eso. He visto una foto reciente en la que aparecen muy amigablemente usted y Susanna Griso, su competidora de Antena 3.
No nos conocíamos. Me invitaron a presentar los premios Yo Dona. Y una de las premiadas era ella. Me lo advirtieron, como creyendo que darle un premio a Susanna me podía molestar. Les dije: “¡Qué va!”. Nos conocimos y nos hicimos una foto. La subimos a nuestras redes hablando de “competencia sana”. Para mí, la vida son otras cosas. No soy tan romántica como para llevarme mal con mis competidores por el mero hecho de competir. Hace poco, en un evento de la Ser, coincidí con Silvia Intxaurrondo y también estuvimos muy a gusto.
¿La tele castiga con frivolidad a las mujeres que la habitan? Usted fue corresponsal de guerra, especialista en terrorismo. Y mejor no le digo cuáles han sido los resultados que ha arrojado Google cuando estaba preparando la conversación.
Se refiere usted a cosas relacionadas con el físico, la vida privada y tal.
Sí.
Puede ser que tenga usted razón. Entra dentro del juego. La tele mueve muchas pasiones. Cuando apareces en pantalla, pierdes el anonimato. La radio, en cambio, sí te permite mantener esa privacidad, aunque hay gente que te reconoce por la voz y eso es algo maravilloso, muy especial. En la tele estás expuesta, entras todas las mañanas a tomar el café a la casa de un montón de personas.
Con la vida de las mujeres de la tele se cruza más esa barrera que con los hombres de la tele. Conmigo, no se han portado mal. No he notado esa agresividad. Comprendo que haya un punto de que la gente quiera saber más de ti. Al fin y al cabo, somos personajes. Si se maneja bien, no tiene por qué ser insano. Otra cosa es el odio de las redes, eso sí que me subleva; no lo entiendo.
¿Le daba miedo esa parte de la tele?
Saltar de la radio a la tele me daba mucho miedo, sí. Pero era un miedo provocado por el examen de las audiencias. Muchas veces, ese escrutinio no tiene que ver con el contenido del programa ni con cómo lo estás haciendo. Depende de muchos factores y algunos de ellos escapan a tu control. La tele es cruel. Cuando no haces un buen dato, estás fuera.
Del consejero delegado que tenemos ahora en Mediaset, Alessandro Salem, valoro mucho su apuesta por la continuidad. Eso nos da estabilidad. Creo que está dando tiempo a los programas a que funcionen. Pienso que nosotros vamos muy bien. Era una apuesta difícil porque la salida de Ana Rosa resultaba complicada; su sombra es muy grande. Estoy muy contenta, estamos en el buen camino.
¿Cuál es la diferencia entre la influencia que ejerce la tele y la que ejerce la radio?
La radio llega a más personas. Un programa de la mañana tiene millones de oyentes. La tele no alcanza esas cifras ni en su máximo prime time. Sin embargo, creo que a través de la tele se llega con más fuerza. El mensaje es más rotundo: te ven la cara, el movimiento, la forma de expresarte. Cuaja más.
Una vez, usted me contó que un directivo de la tele le dijo cuando empezaba: “Mira, Ana, el 75% tiene que ver con lo que te quiera la cámara y sólo el 25% con lo que dices”. Cuando lo escuchó, se cabreó, pero luego creyó que el directivo tenía razón.
Me lo dijo Óscar de la Fuente de la Morena, que hoy dirige Vamos a ver y entonces dirigía el programa de Ana Rosa. Fue tras mi primera colaboración. Estaba inquieta por lo que había dicho. Le pregunté a Óscar qué tal el mensaje que había transmitido. Me contestó: “Quedas en cámara estupendamente”. Y me pareció frívolo. “No te líes, Ana, el 75% es lo que te quiera la cámara”.
La cámara es muy tirana. Y no se trata de ser guapo o feo. Es algo distinto, difícil de definir. No sabemos qué es lo que hace que algunas personas sean telegénicas. Yo pienso que tiene mucho que ver con la naturalidad. La mayoría de aptitudes se pueden cultivar, pero la telegenia no. O se tiene o no se tiene.
"La cámara es muy tirana. No se trata de ser guapo o feo. La telegenia es muy difícil de definir"
Un mal muy típico de nuestro tiempo, tanto del debate parlamentario como de las entrevistas, es que muy pocos políticos contestan a lo que se les pregunta. ¿Qué tal lo lleva?
Me fastidia mucho, me cabrea un montón. En la tele y en la radio, el tiempo está tasado. No puedes estar dos horas con un señor que se va por los cerros de Úbeda. Procuro ser amable. Creo que con una sonrisa se consiguen más cosas que con el ceño fruncido. Una sonrisa despista mejor que un ceño fruncido. Pero cuando empiezan con esos giros para no contestar… Te vuelves incisiva, es inevitable. Si ese día, además, estás cabreada por lo que sea, se te escapan algunos gestos desproporcionados. Para eso está tu director, para decirte: “Ana, déjalo, pasa a otra cosa”.
El problema es que la no-respuesta se ha naturalizado. Es lo normal.
Se ha naturalizado, es cierto. Preguntas por sanidad y te responden con economía. Preguntas por imputados y te contestan con sanidad. ¿Qué podemos hacer ante eso más allá de repreguntar?
Hay periodistas en su situación que incluso se han planteado dejar de entrevistar a políticos.
Es que te vas a casa jodida, con la sensación de que eres una mala entrevistadora. Quieren confundirte, son conscientes del tiempo que va pasando, juegan con eso. Pero no es algo que solo ocurra en las entrevistas. También sucede en las ruedas de prensa y en las sesiones de control al Gobierno.
Se estrenó en la profesión a mediados de los noventa. ¿Eso antes no sucedía?
Depende del momento. En las situaciones de mayor tensión, se deja de contestar preguntas. Cuando el 11-M, el Gobierno no contestaba a nada. Con las grandes sacudidas, se imponen estas dinámicas. Por otro lado, estamos empezando a convivir con las declaraciones institucionales sin preguntas. Lo viví en Interior. Tenía una relación extraordinaria con Rubalcaba, pero en momentos difíciles para él no nos dejaba preguntar.
Se lo comenté a mi jefe y me dijo: “Si no hay preguntas, por mí puedes levantarte y marcharte”. Pregunté a mis compañeros, pero no se levantaban. Y no porque fueran menos valientes que yo, sino porque no tenían el permiso de sus jefes. Además, muchos necesitaban el audio y el vídeo para sus informativos. ¿Qué vas a hacer? ¿Salirte para luego pedirlo? Es absurdo. El problema no tiene una solución fácil. Con la que está cayendo, no podemos aceptar comparecencias del presidente sin preguntas. Ni de él ni de nadie.
Cuando estrenó el programa, dijo que había pedido una entrevista con Sánchez, pero que no se la daba. El resto de políticos sí fue pasando por el plató. Algunos de ellos ya lo han hecho varias veces. ¿Qué pasa con Sánchez?
No ha venido ni parece que tenga previsto hacerlo. Ese es uno de los problemas de este Gobierno. Justo antes de las últimas elecciones, tuvieron una buena dinámica: fueron a programas a los que no solían ir. Y creo que les resultó eficaz. No entiendo que Sánchez no vaya adonde se lo ponen difícil porque es un tipo que lidia bien con los periodistas. En fin, es un error.
Ahora que tanto hablan de bulos, ¿qué mejor que una plataforma donde poder desmentirlos? No pedimos a Moncloa la entrevista todos los días, pero sí casi todos. Cuando íbamos a estrenar el programa, pensé que lo haríamos con él. Es la máxima aspiración: empezar con el presidente del Gobierno. Qué ilusa fui. Todavía no nos hemos besado [se parte de risa].
¿Se lo ha cruzado? ¿Ha podido decírselo a la cara?
Sí, sí. Coincidí un día con él y se lo dije. Se mostró receptivo, me contestó que ya lo hablaría con su equipo. Nada.
A este periódico hace muchísimo que tampoco viene. A otros lugares sí va en varias ocasiones. ¿Cómo cree que hace la selección el presidente?
Va adonde se lo ponen fácil. No quiero decir que no le hagan buenas preguntas, pero va adonde se siente arropado por la línea editorial.
Una vez, Luis del Olmo le recriminó a Aznar en directo que no fuera al programa de Iñaki Gabilondo. ¿Cree que hoy podría suceder algo así?
Creo que Angels Barceló ya le dijo una vez que fuera a los demás medios. Los presidentes se van encerrando conforme cumplen años en La Moncloa. Lo recuerdo con Aznar y su gente, que incluso se jactaban de no ir a la Ser. Cuando hablo más del Gobierno que de la oposición es porque tengo una cosa clara: los periodistas tenemos que dedicar el 70% de nuestro tiempo a cuestionar al Gobierno y el 30% a la oposición, gobierne quien gobierne. Nuestro deber es fiscalizar el poder.
El otro día conocimos más de la estrategia comunicativa del Gobierno: filtraron por error el argumentario que envían a sus dirigentes. ¿Qué le pareció al leerlo?
Cuando un Gobierno está acorralado, difunde argumentarios muy concretos. Y este gobierno está acorralado, tiene frentes abiertos por todas partes. Mandan ese argumentario para evitar versos sueltos y para ayudar a gente que no sabe responder. Fue curioso que se filtrara, pero no nos hacía falta para saber lo que está pasando. Basta con escuchar a los ministros: repiten las mismas frases. Ha pasado también en otras épocas.
En el Congreso Federal de Sevilla se nos transmitió a los periodistas un mensaje claro: lo que está ocurriendo es fruto de un golpe orquestado entre jueces, partidos políticos y medios de comunicación.
No estoy nada de acuerdo con esa tesis. Me parece victimista. A la política se viene llorado de casa. Podemos debatir, por supuesto, acerca de las denuncias, muchas de ellas presentadas por grupos vinculados a la extrema derecha. Pero una cosa son las denuncias y otra las imputaciones.
Yo confío en la Justicia, en la separación de poderes. Decir que hay un golpe judicial es algo gordísimo. No hay nada orquestado, es falso. Las imputaciones son reales y parten de jueces de distintos órganos y distintas adscripciones ideológicas. Creo que ese discurso que usted menciona vende entre los propios; lo utilizan para inyectar moral a la tropa.
¿Cree que ese mensaje, el del golpe, puede calar en la sociedad? Sánchez está abonando el terreno, sin esconderlo, para volver a presentarse a las próximas generales.
No sé si puede calar en la sociedad, pero sí está calando entre los suyos. Necesitan moral porque la situación es muy complicada. Tienen complicadísimo sacar adelante las leyes; su día a día en el Congreso es un sinvivir. Luego están las imputaciones, que desestabilizan mucho. El “vienen a por nosotros” entra ahí, en la moral de la tropa, que necesita ser restaurada.
"La tropa de Sánchez necesita moral porque la situación es muy complicada"
Empecemos por el caso de corrupción más grave. Cuando hacemos esta entrevista, Aldama acaba de entregar documentación que, según él, prueba los contratos que amañaba Ábalos en su favor a cambio de mordidas.
Cuando la Fiscalía Anticorrupción llega a un acuerdo con el juez para sacarlo de prisión, suele ser porque la Guardia Civil ya ha podido contrastar que esa persona dice algo verosímil. La Fiscalía lo sacó porque sabe que lo que dice Aldama puede ser verdad. Habrá que esperar. No me suena extraño lo que dice en relación a Ábalos. A ver cómo se defiende él en su declaración. Me parece que este es un caso donde hay mucha base para ser algo gordo.
No sabemos hasta dónde puede escalar la trama, pero en España existe una tradición según la cual los presidentes que han tenido casos de corrupción en su Gobierno se niegan a dimitir. ¿No se debe dimitir también por no haber sabido vigilar?
Eso es poner el listón muy alto. Otra cosa sería que hubiera habido algún caso de financiación irregular del partido. Si la historia se queda en Ábalos, en Koldo y algún funcionario más… Es cuestión de listones. Los presidentes anteriores con casos de corrupción, efectivamente, tampoco se fueron. Menciono también a Esperanza Aguirre, por extenderlo a todas las administraciones.
Me queda la duda de cuándo el Gobierno supo lo de Ábalos. ¿Por qué lo metieron en las listas del Congreso si ya sabían algo lo suficientemente importante como para cesarlo de ministro?
¿Le recuerda este caso a aquellas investigaciones periodísticas que le hicieron engancharse a esta profesión a principios de los noventa?
Iba a la universidad con El Mundo bajo el brazo. Cada día, un escándalo. Era muy joven, no sabía ver más allá de la información: qué estrategias había y todo eso. Pero estaba enganchada a aquellos titulares. Estos días, varios tertulianos han comparado lo de hoy con la situación del gobierno en el 93.
Después están las presuntas irregularidades de Begoña Gómez.
Me parece que en Moncloa faltó mucho sentido común. Faltó sentido de la ética y de la responsabilidad. Grabarse un vídeo en Moncloa para captar fondos, recibir al rector en Moncloa… ¡Es que ha faltado sentido común!
Veremos qué dirime la Justicia, a mí se me escapa. Lo más complicado para Begoña Gómez es la apropiación indebida por el tema del software, creo que el resto no va a ser delictivo. Sin embargo, una actuación así no debe volver a repetirse.
¿Se equivoca al PP al colocar la expectativa en una condena? ¿No es suficientemente falto de moral que una mujer sin currículum académico se valiera de su posición de primera dama para conseguir una cátedra en la Complutense y distintas inversiones?
Sí, estoy de acuerdo con eso que dice. El PP empezó bien porque puso el punto de mira en la dimensión ética del asunto. Pero, de repente, aunque fuera en otro caso, se lanzaron a poner una querella por financiación irregular después de que una denunciante anónima apareciera en los medios diciendo que había llevado bolsas de dinero a Ferraz. Se la tumbaron y fue un mazazo. Dejó entre los suyos una sensación de vacío.
Usted ha sido periodista de investigación. Estamos ante un caso extraño porque la Justicia está investigando una filtración, cosa que no suele suceder: hablo del fiscal general y el novio de Ayuso. Tengo la sensación de que es por desgracia normal que un gobierno se valga de documentos privados para triturar a un adversario, lo que pasa es que ahora les han pillado.
Sí, puede ser. Recuerde cuando Esperanza contó que Montoro había filtrado su declaración de la renta. Sea o no habitual, me parece muy grave que se filtre un documento de ese tipo para dañar a un adversario. Es un delito, es jugar sucio. No es una filtración como la mayoría; es un arma mayor.
Todo empieza con una información falsa difundida por Miguel Ángel Rodríguez. El Gobierno no mide y comete una presunta revelación de secretos al contrarrestar la intoxicación de MAR.
Yo no diría que fuera una información falsa. La noticia de El Mundo era correcta.
Me refería al hecho de que MAR filtrara que era la Fiscalía quien había ofrecido el acuerdo al novio de Ayuso, cuando fue justo al revés: el novio intentó llegar a un acuerdo con la Fiscalía para evitar una condena contundente.
Le han llamado a declarar, a ver qué dice. Vivimos un momento en que todos intentan vender mercancías averiadas.
¿La principal mancha del bipartidismo es la corrupción? Cuando el que gobierna se corrompe, el opositor ve cómo le sacan su pasado corrupto a modo de defensa.
Esto le ha hecho mucho daño a Sánchez porque tenía una imagen impoluta desde el punto de vista de la corrupción. Llegó al Gobierno con una moción de censura contra la corrupción del PP. Por eso el caso Aldama le está haciendo, creo, mucho más daño que el caso Begoña.
A la gente le cabrea mucho la corrupción. La sentencia de la calle es rápida, generalizada y a veces injusta, pero está ahí. El PSOE había tardado muchos años en quitarse la etiqueta de la corrupción… y ahora esto. Al PP también le persiguen sus sombras, pero está en ese camino de limpieza.
¿Cree que la fotografía de Feijóo con el narco sigue teniendo utilidad política para Moncloa?
Creo que sólo entre los suyos. La han utilizado ya tanto… Les ha pasado como con el amor, de tanto usarlo… Es una foto muy desafortunada desde luego, a nadie le gustaría tener una foto así. Pero aquello no llegó a nada.
Esta semana entrevistó a Feijóo teniendo usted anginas y no le dio dos besos para no contagiarle. Le perdonó la vida. ¿Qué tal le vio? ¿Ha cumplido con las expectativas que generó a su llegada de Galicia?
Empieza a asumir que ha perdido y a afrontar su papel de líder de la oposición. Le vi con ganas y se lo dije. Es normal que haya tardado. En las últimas generales, el PP se llevó un tortazo increíble. Todas las encuestas lo veían azul. Veo a Feijóo asentado y dispuesto a luchar el tiempo que quede hasta las próximas elecciones. Además, quienes cuestionaron desde dentro su llegada están mucho más calmados.
Habla implícitamente de Ayuso, de todos esos que, en la derecha, exigen un golpe de mano: la llegada de Ayuso a la presidencia del PP para combatir a Sánchez en una especie de batalla final.
Moreno Bonilla también sonaba… Creo que ahora no es Ayuso, sino la gente que le pide que dé esa batalla. Ayuso es muy aclamada en Madrid; tengo dudas de que funcione en otros sitios de España. La gente quiere mucho a Ayuso aquí en Madrid. Gusta mucho esa manera de hacer política tan cercana. Pero respecto a Feijóo, las aguas están calmadas. Él lo sabe y le da fuerza.
¿Por qué el PP tiene muchos más escrúpulos para pactar con Vox de los que tuvo el PSOE con Podemos y los nacionalistas?
Qué buena pregunta. El PSOE lo vio de forma más inteligente. La división de la derecha ha castigado mucho a Feijóo. Hubiese sido distinto si hubieran concurrido de la mano.
La inmigración es el asunto que más los separa. También el reparto de los menas. Vox quiere expulsarlos y el PP acepta negociar con el PSOE. Usted conoció la inmigración ilegal desde el otro lado, cuando hizo reportajes de investigación. ¿Qué piensa?
No me gusta que se les llame menas. Es un asunto muy complicado, que requiere una legislación calmada. Creo que debe haber aperturismo y comprensión por parte de las demás Comunidades autónomas. Me fastidia que se utilice a estos menores como guerra política. Yo no comparto con Vox prácticamente nada, y menos en inmigración. En este caso, meto a Vox y a Junts en el mismo saco.
A lo largo de este año, la vez que más cabreada le he visto fue con aquellas listas electorales de Bildu donde había terroristas. Entiendo que ahí entra en juego su memoria particular: haber nacido en San Sebastián, haber ejercido el periodismo en Euskadi durante un tiempo de muchos asesinatos…
Algunos me han achacado síndrome de Estocolmo. No es eso. Voy a intentar explicar mi visión global de todo esto… No coincido en nada con Bildu. Si se fuese Otegi, todo iría mejor. Bildu es una conglomeración de marcas. Dentro hay gente que siempre ha condenado el terrorismo. ETA ha muerto afortunadamente para todos. No tenemos que darles las gracias, es lo que tenían que hacer.
Bildu está haciendo lo que muchos pedimos a ETA durante tanto tiempo: que dejaran de poner bombas, de amedrentarnos, que se presentaran a las elecciones. Y ahí está Batasuna, pero también otra gente. Euskadi tiene por delante un camino muy amplio, nos queda mucho de lo que hablar. Necesitamos tiempo para dialogar, secar heridas y emocionarnos.
El vínculo de Bildu con ETA es sobre todo Otegi, por eso digo que si se fuera, todo iría mejor. Pero Otegi, por pagar las universidades de sus hijas o por lo que fuera, hizo lo posible al final para que la banda dejase de matar. Muchos le premian ese salto. Es complejo.
Pero eso es clave: los que mandan tienen un pasado muy oscuro. Otegi, pero también Mertxe Aizpurua en el Congreso.
El IRA empezó a hacer buena política cuando los líderes terroristas se fueron.
Usted escribió un libro que consta de entrevistas muy interesantes a etarras arrepentidos. ¿Estamos escribiendo bien, como sociedad, la memoria respecto a ETA? Los chavales, según las encuestas, no saben quién fue Miguel Ángel Blanco.
Cuando le decía que hace falta tiempo para que las heridas se cierren, también quiero decir que no hace falta tiempo para educar a los jóvenes en la memoria de lo que fue ETA. Eso hay que hacerlo ya. Es indispensable que los chavales sepan quién fue Miguel Ángel Blanco. Esto no se está haciendo bien.
La sociedad española tiene una deuda muy gorda con las víctimas de ETA. Una manera de empezar a saldarla es contar a los que vienen su sufrimiento. En Euskadi, cuando se enterraba a un guardia civil, la gente cerraba las ventanas. Eso tiene que contarse.
Usted es muy casera, regresa a San Sebastián cada vez que puede. ¿Cómo describiría el clima hoy allí?
Cuando estudiaba en la Universidad de Navarra, en los noventa, volvía a Donosti para salir de fiesta con mis amigas. No hablábamos de nuevas amistades, de los chicos que nos gustaban, del futuro… Nos tomábamos las copas hablando de Aznar y de Arzallus. Eso no era sano. Una sociedad tan politizada. Hoy hablamos de todo y muy poco de política. La gente camina sin miedo, la gente va sin escolta, la gente ya no teme decir dónde trabaja su padre. Quienes vimos en directo las coordenadas que tantos tenían que seguir para sobrevivir sabemos que el clima ha mejorado mucho.