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Esta mañana, hemos estrenado en el Congreso la legislatura rectal. Míriam Nogueras, diputada-emisaria de Puigdemont en Madrid, le ha dicho al presidente del Gobierno que "mueva el culo". La culpa de la degeneración la ha tenido, como siempre, la extrema derecha. ¡Qué dura es la extrema derecha catalana con Sánchez! Menos mal que vamos a celebrar entre todos cien actos a lo largo de 2025 para rematar a Franco

La invocación ortográfica de Míriam nos ha provocado tres cosas, como el apretón que te lleva al baño a la carrera. La primera, desconcierto. Qué ruido más raro, qué revoltijo. ¿Es cierto? ¿Está sucediendo? ¿Un diputado hablando así al presidente? La segunda, urgencia. Esto se va de las manos; hay que evacuar inmediatamente. Y la tercera, dignidad. Si nos bajamos los pantalones, que sea a puerta cerrada.

Al presidente, este miércoles 11 de diciembre de 2024, le han dejado el culo al aire en la sede de la soberanía nacional. Sin ironía, podemos decir que no nos gusta. Porque Sánchez es nuestro presidente y hurgar públicamente en su agujero negro es hurgar públicamente en el agujero negro de todos los españoles.

Ocurre como con las negociaciones entre Moncloa y los independentistas. Lo que les dan no sale de la cartera del Consejo de Ministros; sale de la de todos. Tras su sodomítica alocución, Míriam se ha marchado del Congreso, muy digna, sin escuchar a los demás. Eran las 9:22 –habíamos empezado a las nueve– cuando la diputada de Junts se ha cruzado el bolso sobre los hombros y se ha ido.

Es un bolso negro no demasiado grande, el de Míriam. Resulta admirable su capacidad organizativa. ¿Cómo es posible que todo lo que le paga Moncloa entre ahí dentro? Con tal de no facturar el equipaje para regresar a Barcelona, uno hace cualquier cosa.

Es sintomático para definir el rumbo de un país que el presidente y su socia principal tengan que comunicarse a través de auriculares. Sánchez ha hecho lo posible por comprenderla y ha agachado la cabeza ante la falta de respeto. Míriam, aparte de hablarle en una lengua que no conoce, ni siquiera lo ha escuchado a él. Cuando le hablaba el presidente, estaba charlando con sus compañeros de bancada.

No ha sido una sorpresa. Al inicio de su intervención, ¡viva Gomorra!, le ha anticipado al presidente que ella no está aquí en el Congreso para hablar de España ni dar estabilidad al Gobierno. Ella está aquí para que Moncloa "pague a los catalanes lo que les debe".

Lo único que ha hecho Sánchez para frenar a Míriam ha sido como una mano involuntaria dentro del área. Los papeles que leía el presidente estaban subrayados en rojo y gualda, como si un patriotismo le hubiera brotado repentinamente del fondo de la conciencia. Y eso, la bandera nacional, es para Míriam como los bulos para Sánchez. El anticristo.

Sánchez ha comparecido esta mañana algo desorientado. No ha estado agresivo, no se ha metido demasiado con el padre Feijóo. Se ha limitado a leer unos folios repletos de gráficos y a extender las páginas de The Economist para taparse el trasero después de lo de Míriam. Tal era su desorientación que ha confundido a su compañero Rodríguez de Celis con Francina Armengol y lo ha llamado "señora presidenta".

The Economist es para el Gobierno un kinder sorpresa. Utilizarlo para proteger zona tan sensible puede traerle problemas. Está bien, es confortable, si se trata del número que alaba la economía española, pero puede rascar mucho si el único que hay a mano es el que definió a Sánchez hace un mes como alguien "aferrado al poder a costa de la Democracia".

Mertxe Aizpurua, de Bildu, socialdemócrata sobrevenida, ha tenido que llamar a la calma y pedir política alejada del "ruido". Debe de tener un otorrino maravilloso porque, hace unas pocas décadas, el ruido de los disparos no le impedía escribir concentradísima los ditirambos a ETA. En cualquier caso, y tampoco hay ironía en esto, es una alegría que Mertxe se haya hecho socialdemócrata. Ya casi no quedan en el Congreso.

"La gente necesita certezas, presidente", le ha dicho Mertxe a Sánchez. ¡Joder, pero si vamos a tener que hacerla MVP de la mañana! El presidente ha prometido que cumplirá sus acuerdos "con todos los grupos parlamentarios". Podemos prometer y prometemos que no le han creído ni sus socios ni la oposición.

Míriam, ten piedad, que hace mucho frío. Déjanos que salgamos a la calle aunque sea en calzoncillos.