“Necesito parar y reflexionar. Me urge responderme a la pregunta de si merece la pena, pese al fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir la política. Si debo continuar al frente del Gobierno o renunciar a este alto honor. A pesar de la caricatura que la derecha y la ultraderecha política y mediática han tratado de hacer de mí, nunca he tenido apego al cargo. Sí lo tengo al deber, al compromiso político y al servicio público. Yo no paso por los cargos, hago valer la legitimidad de esas altas responsabilidades para transformar y hacer avanzar al país que quiero”.
Este párrafo estaba incluido en la insólita carta que Pedro Sánchez dirigió a los ciudadanos el pasado 24 de abril para explicar que se tomaba cinco días de retiro para reflexionar sobre si dimitía o seguía.
El paso, sin precedentes, estaba motivado por la noticia de que un juzgado de Madrid había admitido a trámite una denuncia contra Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, por diferentes delitos vinculados a su actividad profesional privada.
En esa carta y en esa inusitada decisión estaba apuntado lo que ha sido luego el mensaje principal del presidente, del Gobierno y del PSOE: el acoso judicial, mediático y político contra Sánchez para sacarle de la Moncloa.
Obviamente, tras esos cinco días de retiro, Sánchez anunció que seguía en el cargo. Ese largo fin de semana dio para ver la angustia de colaboradores, ministros y dirigentes socialistas que constataron que su líder podía irse y que no les consultaba nada y para celebrar un Comité Federal (Comité Funeral, según la jerga posterior que hizo fortuna en el PSOE) con lágrimas, mensajes dramáticos, constatación de falta de relevo en caso de abandono de Sánchez y una exigua manifestación de apoyo a las puertas de la sede de la calle Ferraz.
En esos días se creó un relato basado en expresiones como “máquina del fango”, bulos o pseudomedios y en la descripción con eufemismos de una especie de lawfare o guerra judicial contra el PSOE. Sánchez encontró esos días una narrativa que le sirve para cerrar filas, para lograr apoyo de los suyos con lenguaje victimista, para construir un burladero tras el que refugiarse de decisiones judiciales y noticias incómodas y para tener una épica del eccehomo atacado por los tentáculos de la derecha y la ultraderecha.
Ese mensaje se ha prolongado durante meses y ha dado lugar a un plan de regeneración democrática con medidas teóricamente dirigidas a acabar con los bulos y basadas en una directiva europea, pero en la práctica trufadas de minas para medios de comunicación, como los límites a la publicidad institucional y cambios en los criterios de reparto, entre otras.
Con esa estrategia, Sánchez ha hecho frente a procesos judiciales como el caso que afecta a José Luis Ábalos, que era su mano derecha en el Gobierno y en el partido, y que sigue vivo tras las acusaciones del empresario y comisionista Víctor de Aldama.
El año se cierra con Ábalos acusado por el Tribunal Supremo de los delitos de integración en organización criminal, tráfico de influencias, cohecho y malversación. Nada menos.
Acaba también con Begoña Gómez imputada por tráfico de influencias, corrupción en los negocios privados, apropiación indebida e intrusismo profesional.
Acaba con el hermano del presidente del Gobierno citado para declarar como imputado en enero.
Y también con el fiscal general del Estado, Álvaro García, imputado por revelación de secretos en el Tribunal Supremo, acusado de filtrar un correo que demostraba que el novio de Isabel Díaz Ayuso admitía haber cometido fraude fiscal.
El año 2024 es el de la agenda política marcada y condicionada por la actuación judicial en el entorno familiar y político de Sánchez y con éste refugiado en el discurso de la conspiración judicial, mediática y política. El relato del “acoso golpista” de la derecha y la ultraderecha para sacarle de la Moncloa.
Es el año en el que se han celebrado cuatro elecciones: autonómicas en Galicia, País Vasco y Cataluña; y europeas.
En Galicia, el PP revalidó su mayoría absoluta en las primeras sin Alberto Núñez Feijóo al frente; en las vascas el PNV logró ganar y evitó ser superado por el empuje de Bildu; y en Cataluña el PSC logró un triunfo histórico.
Salvador Illa fue investido president de la Generalitat tras un acuerdo difícil con ERC que incluye un concierto económico para Cataluña muy difícil de implementar. Esa investidura da sentido a gran parte de la estrategia de Sánchez basada en lo que llama la reconciliación y la normalización de Cataluña, que incluye la ley de amnistía que permite que Junts facilite el Gobierno de coalición.
En las europeas ganó de nuevo el PP, dando alas políticas a Feijóo, pero afianzando la idea de que esa mejor expectativa electoral no se puede traducir en un cambio en la Moncloa.
Porque Sánchez ha podido sostener su Gobierno pese a la fragmentación parlamentaria y los difíciles pactos que se ve obligado a cerrar cada día. Por eso aprobó una difícil ley de amnistía que ha quedado varada en gran parte en el Tribunal Supremo, a falta de lo que diga el Tribunal Constitucional, y que monopolizó la agenda política en la primera parte del año.
Por eso, el Gobierno firmó acuerdos aún no ejecutados como el que cede a Cataluña la competencia sobre inmigración y por eso acepta que cada mes viaje a Suiza una delegación encabezada por el número tres del PSOE, Santos Cerdán, para negociar con Carles Puigdemont, fugado de nuevo en julio en una rocambolesca representación a las puertas del Parlament de Cataluña. Se negocia ante un mediador salvadoreño, con José Luis Rodríguez Zapatero al quite para hablar con Puigdemont cuando no se avanza.
Y por eso Sánchez ha incumplido la exigencia constitucional y termina el año sin presentar ni aprobar los Presupuestos de 2025. Así es por falta de mayoría, lo que le ha llevado a bloquear normas, frenar votaciones o suspender comisiones del Congreso para evitar derrotas. Este año a Sánchez le ha valido el rechazo de sus socios a un posible gobierno de PP y Vox y el miedo a la extrema derecha para sostener al Gobierno.
A pesar de todo, Moncloa saca pecho por la estabilidad de su gobierno, en contra de lo que ocurre en Francia o Alemania o en comunidades autónomas donde gobierna el PP en solitario, tras romper sus acuerdos con Vox. Sánchez ha superado ya a Mariano Rajoy en días de permanencia en la Moncloa, con muchos menos diputados.
Sobre esto, el principal mensaje de Sánchez ha sido el de sostener que está dispuesto a llegar a 2027, aunque no haya Presupuestos. Como dijo en septiembre ante el Comité Federal del PSOE, está dispuesto a seguir gobernando “con o sin un concurso del Poder Legislativo".
Las mayores alegrías le han llegado a Sánchez a través de los datos económicos, especialmente, los macro ligados al crecimiento y la creación de empleo. Aunque no pueda exhibirlos porque todo lo tapan los escándalos y los procesos judiciales.
En este año salió del Gobierno camino del Banco de España José Luis Escrivá en un polémico nombramiento para ser sustituido por Óscar López como ministro de Transformación Digital y Función Pública. Y Teresa Ribera pasó de vicepresidenta tercera a vicepresidenta de la Comisión Europea para ser sustituida por Sara Aagesen.
Sánchez anticipó el Congreso Federal del PSOE y lo celebró a finales de noviembre sin apenas cambios, a la espera de los que sí se producirán en el partido en diferentes comunidades. Así se llega a 2025 con al menos cuatro ministros que, a su vez, serán candidatos en elecciones en sus comunidades.