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Tomás Serrano
Lío en Moncloa: los ministros en una sala, la negociación con Junts en otra y Planas diciendo en TV que el decreto 'no se toca'
María Jesús Montero, Félix Bolaños y José Luis Rodríguez Zapatero formaron el tridente que logró el nuevo abrazo entre Junts y todos los demás socios.
Más información: Doble cesión de Sánchez a Junts: trocea el ómnibus para aprobar medidas sociales y acepta debatir la cuestión de confianza
Martes por la mañana. La desavenencia entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont parecía de verdad. El resto de la cuadrilla –Bildu, Esquerra y compañía– daba por muerta la legislatura. Se había intentado negociar, pero esta vez Junts iba en serio.
De pronto, los medios detectaron que algo se movía, que se negociaba de verdad. Estaba previsto el Consejo de Ministros para las 9:30, después había Consejo de Seguridad. Con esa agenda se organizaron los periodistas, la oposición y los socios.
Súbitamente cambió el orden del día. Primero el Consejo de Seguridad y después el de Ministros. Así se ganaba tiempo para negociar. Total, que los ministros tuvieron que instalarse en la sala del café a esperar.
Pero Luis Planas... Planas había ido a ver a Susanna Griso y se habían olvidado de avisarle de que el argumentario cambiaba. Porque el argumentario cambiaba del todo si había un acuerdo que vender. Si no, se habría contado que Sánchez no había cedido ante Puigdemont.
El ministro de Agricultura tuvo que responder por el ómnibus. Parecía Miquel Iceta cuando le tocaba ir al fútbol y luego trataba de contar el partido. Y Planas le dijo a Susanna que no, que no se tocaba el decreto.
Como todos los ministros siempre dicen lo mismo, muchos cronistas pensaron que aunque había negociación, iba fatal. Pero Planas era tan sólo el remedo de María Jesús Montero en ataque de pánico durante aquella manifestación que organizó a las puertas de Ferraz pensando que Sánchez dimitía.
Habían montado el siguiente escenario en la sala de prensa de Moncloa: comparecencia de tres ministros a la 13:00. La portavoz, Pilar Alegría; Carlos Cuerpo y Óscar López.
A eso de la 13:15 había cambio de planes. Se desmantelaba la mesa donde iban a sentarse los tres ministros y se preparaba un solo atril. Estaba claro: iba a salir Sánchez. Y Sánchez sólo sale cuando ha ganado. ¡Hasta iba a contestar a los periodistas! (Al final, sólo a dos).
'El Ángel Exterminador'
Pero las horas que fueron de las 9:00 a la 13:00 recordaron a El ángel exterminador, de Buñuel. Unos en la salita de café, Montero y Félix Bolaños en el despacho de al lado, al teléfono con Puigdemont y compañía. De vez en cuando, escribían al resto de socios para informarles de los cambios que se iban gestando.
Eran los personajes de Buñuel porque, por una fuerza extraña, en este caso de nombre Sánchez, no podían salir de las habitaciones en las que estaban encerrados. Aparentemente, no había nada que lo impidiera, pero se acercaban al rellano y algo, alguien, los mandaba para dentro.
Llegó antes el comunicado de Junts que el del Gobierno. Puigdemont logró la tramitación de la proposición para que el Congreso inste a Sánchez a someterse a una cuestión de confianza y un decreto sin las medidas "contra bancos y empresas".
El otro día, nos explicaba Paul Preston a los lectores y periodistas de este diario que los británicos tienen una expresión para elevar al cuadrado el evangélico "poner la otra mejilla". Se dice poner "the four cheeks". Las cuatro mejillas. Dos en la cara y otras dos en la zona mullidita bajo la cintura. Sánchez se tomó muy en serio el "mueva el culo" que le arreó Míriam Nogueras en el Congreso: acabó troceando el decreto a gusto de Junts para que fuera aprobado.
Fue el día del gran desconcierto: eso que llaman "sanchismo" llevado al extremo. Pura esquizofrenia política. Ministros yendo al Consejo, ministros saliendo del Consejo. Ministros importantes negociando con Waterloo, ministros menos importantes diciendo en la tele que no había nada que negociar. Y en el luminoso, un resultado que cambiaba cada minuto, como si fuera una tanda de penaltis: sí se trocea, no se trocea, sí se trocea...
Tras la derrota en la que cayó el decreto ómnibus la semana pasada, Moncloa había puesto la maquinaria a funcionar y contó, a quien quiso escuchar, que no trocearía el decreto y que no buscaría remedio al desastre –pensiones sin revalorizar, ausencia de ayudas a la dana y al transporte público– hasta el mes que viene. Que se "cuezan en su propia salsa", decían refiriéndose al PP y a Junts.
Incluso se vio a Sánchez, subido a un escenario, acusando al PP de generar un terrible "dolor social" y dejando en el tejado de Génova la posibilidad de retractarse.
Pero algo hizo crac en el Gobierno. Quizás se percataron de que empezaba a calar en la opinión pública que el empecinamiento por no tocar el ómnibus, cuando Junts y el PP daban su voto para revalorizar las pensiones, el transporte y las ayudas por la dana, se les estaba volviendo en contra.
Entonces, Moncloa bañó sus expectativas en Ginebra. Había que volver a negociar con Junts. Y volvió a entrar en liza José Luis Rodríguez Zapatero. Sánchez había decidido que había que aprobar como fuere el decreto ómnibus. En caso contrario, el riesgo de implosión era altísimo. Prueba superada. ¿Hasta cuándo?