
Crecen los desencantados con la democracia entre los jóvenes de más de 25 años: para el 16% "no es el mejor sistema de gobierno"
El porcentaje de personas que no cree que la democracia sea el mejor sistema ha subido 5 puntos desde 2007 y ya representa a más de uno de cada 10 españoles.
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En España hay cada vez más personas que consideran que la democracia no es el mejor sistema político. Ya son el 11,4% de los españoles. Y este crecimiento se está apuntalando gracias a un sector muy concreto de la población: los jóvenes. El 16,2% de los jóvenes entre los 25 y 34 años no están de acuerdo con que la democracia sea lo preferible.
Así lo refleja el último estudio de Participación política publicado por el CIS, que pregunta a los ciudadanos si están de acuerdo con que la democracia "es el mejor sistema de gobierno". Casi dos de cada diez jóvenes de entre 25 y 34 años está "en desacuerdo" o "muy en desacuerdo".
El rango de edad no es baladí, porque entre los jóvenes de 18 y 24 años el escepticismo hacia la democracia se sitúa en el 10,7%, una cifra elevada pero por debajo de la media española. ¿Qué cambia de una edad a otra?
Todo apunta a que se debe a la entrada en la vida adulta desde una posición de vulnerabilidad y el darse cuenta de que las expectativas que se tenían pueden no cumplirse. "Hay una insatisfacción creciente porque la democracia no está respondiendo a las necesidades de ese sector concreto de la población", explica Jordi Rodríguez Virgili, profesor de Comunicación Política en la Universidad de Navarra.
Dos ejemplos. Estas últimas semanas, el debate político ha estado en el decreto ómnibus cuya caída provocaba, entre otras cuestiones, la subida del precio del transporte público. También se lleva semanas hablando de la crisis de la vivienda. En ambos asuntos, los jóvenes salen mal parados.
Necesidades no cubiertas
A estos elementos hay que sumar la dificultad para encontrar trabajo a esas edades, la precariedad laboral, la dificultad para formar una familia, para tener ahorros, para pagar una cesta de la compra cada vez más cara y un largo etcétera que empuja a los jóvenes a no creer en el sistema.
"Del voto libre no se come, y cuando ves que tus necesidades básicas no están cubiertas, que no estás cumpliendo tus expectativas, que además son mucho más altas que las de las generaciones anteriores, y que no estás viviendo bien… eso genera desafección hacia el sistema", comenta Virgili.
"Se unen un presente complicado y ausencia de futuro. Los jóvenes están dispuestos, por ejemplo, a trabajar mucho y cobrar poco. Pero durante unos años. Ahora ven que ya llevan trabajando así 8 años y que no hay una alternativa", añade.
Virgili también apunta a que entre la política y los medios de comunicación hay un discurso muy autorreferencial y que los jóvenes no sienten que se esté hablando de sus problemas. Además, cuando sí se habla, suele ser en términos muy negativos y de enfrentamiento.
Sumando eso a que la mayoría se informa a través de las redes sociales, donde los contenidos polarizantes son la norma, lo cierto es que es muy difícil ser optimista para una parte muy grande de la población.
Los más mayores
Otro elemento al que se suele hacer referencia al analizar la ideología de los más jóvenes es aquel que dice que no tienen memoria de la dictadura y que, por eso, son menos inmunes a discursos totalitarios. Si bien puede ser cierto, en el estudio del CIS también destacan por encima de la media otros sectores más envejecidos.
Estos son aquellos con edades entre los 55 y 64 años (el 12,4% de estos no está de acuerdo con que la democracia sea el mejor sistema) y los mayores de 75 años (el 13,7%, la segunda cifra más alta tras la de los jóvenes).
"Hay que tener en cuenta que en el sector más envejecido, el de los mayores de 75, se encuentra esa gente que durante la dictadura no vivió mal y pudo prosperar, además de los que estaban abiertamente a favor del régimen", comenta Ana Salazar, politóloga y directora de Idus3.
"Pero lo más sorprendente es lo que opina el rango de edad de los 55 a los 64 años. Podría deberse a una frustración con el sistema actual y que piensen que la democracia les ha fallado", añade, exactamente igual que en el caso de los jóvenes.
Crece cinco puntos
El CIS también publica una serie histórica de sus datos y ha estado preguntando si la democracia es el mejor sistema desde 2007, aunque con interrupciones entre 2013 y 2024. Pero los datos son claros: en 2007, el 7% de los españoles consideraba que la democracia no era el mejor sistema y en 2024 el porcentaje había aumentado cinco puntos, hasta el 11,9%.
Aunque el CIS ha cambiado la pregunta en su estudio de enero y no es exactamente comparable con la serie, actualmente sigue por encima del 11%, en línea con las cifras de 2024.
Ana Salazar subraya que la interrupción en la serie impide ver si el crecimiento se debe a hechos políticos concretos, como la aparición de Vox o la pandemia, "pero no deja de ser un crecimiento alto y preocupante y sitúa a España en el contexto occidental, donde vemos que también se están produciendo este tipo de dinámicas".
"España no es una excepción", completa Jordi Rodríguez Virgili. "Tenemos una democracia más joven y eso se notaba en rechazar ese tipo de discursos. Pero ahora ya hemos asimilado nuestra democracia, tanto para lo bueno como para lo malo", añade.
Perfil del desencantado
Sin embargo, la crisis por la que pueden estar pasando los jóvenes no es el único factor que explica este crecimiento.
Si hubiera que hacer un perfil del español escéptico con la democracia sería el de un hombre (los desencantados ahí son el 13,2%), residente en una ciudad pequeña (14,2% en los municipios entre 10.000 y 50.000 habitantes), sin estudios (17,9%), de clase baja (18,8%)... y que votó a Vox en las pasadas elecciones generales (22,5%).
Para Virgili, esta situación es idéntica a la que ha pasado en Estados Unidos, donde el voto rural es el que ha aupado a Donald Trump, frente al voto demócrata que se concentra en las grandes ciudades. Se trata de la dicotomía de David Goodhart entre "la gente de cualquier parte y la gente de alguna parte".
"La gente de cualquier parte son los triunfadores de la globalización, los que pueden vivir en Madrid igual que en Londres. Tienen mucho en común, en cuanto a forma de vida y expectativas. Pero en un pueblo de Soria… esa es la gente de alguna parte. Es la gente a la que le cuesta moverse, que están anclados a su trabajo, etcétera", dice Virgili.
"Se está produciendo un enfrentamiento entre los preocupados por el fin del mundo, preocupados por cuestiones como el ecologismo, y los preocupados por llegar a fin de mes", añade. Es en el segundo caso donde se produce una mayor desafección hacia el sistema democrático.
"Es gente que puede estar de acuerdo en que hay que salvar a las ballenas, pero que no llega a fin de mes y eso pesa más en el día a día y en las ideas políticas", apuntala.
Tal y como apunta el estudio, el gran beneficiado en este contexto es Vox. Según el CIS, uno de cada cinco votantes del partido de Santiago Abascal no considera que la democracia sea el mejor sistema. Es una cifra elevada que sube la media española, en el resto de partidos está por debajo de ese 11%.
En Vox lo saben y por eso dirigen su discurso a nichos como la agricultura o hablan de la inmigración, que puede afectar más a las clases más bajas o rurales, ya sea por cuestiones laborales o por una mayor presencia de inmigrantes en sus lugares de residencia.
"Todos los partidos que se consideran demócratas deberían ocuparse de esto", reflexiona Ana Salazar. "Lo que hoy es minoritario, mañana podría no serlo y la polarización acaba beneficiando sólo a unos, y esos no son precisamente los más demócratas", concluye.