Toni Simón, en una mesa de La Penela, durante la entrevista.

Toni Simón, en una mesa de La Penela, durante la entrevista. Virginia D. García

Política ENTREVISTA

El escritor de discursos de Rajoy que hoy es famoso por la tortilla: "¡Nos conspiraron la moción de censura en este restaurante!"

Toni Simón, anfitrión de La Penela –restaurante de su familia–, fue antes escritor de discursos en Moncloa para Mariano Rajoy. Iván Redondo le confesó que planearon la moción de censura en su propia casa.

Esta es la historia de un diletante genial y de un lugar que ha acabado convertido en un mentidero de escritores, políticos y periodistas de todo signo: "¡También hay restaurantes de centro! Aquí nos juntamos todos".

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El hombre del fular que te recita, con Borges, el cantar de la tortilla poco hecha y que te explica, con Maquiavelo, que a la ensalada de tomate le puedes añadir ventresca... era hace un telediario el escritor de discursos de Mariano Rajoy.

Entramos en La Penela, una taberna gallega de la calle Velázquez, y nos dice Luis Alberto de Cuenca, un premio nacional de poesía, que sí, que ese tipo de ahí, tan simpático, el que atiende a los que entran, se llama Toni Simón y tenía un despacho en Moncloa... hasta que llegó la moción de censura.

Este es un lugar como salido de Betanzos, bastante grande, como para unas doscientas personas, y donde se come por treinta euros. Decimos lo del precio porque nos sorprende encontrarnos el mismo día con Ana Botella, dos exministros socialistas, un mandamás del PP, un actual dirigente del PSOE, un escritor famoso y hasta un antiguo jefe de los espías. Es raro porque esta gente suele ir a restaurantes caros y con reservados. La Penela se aparece como el paraíso perdido del centro reformista.

Empezamos a escribir, ya sentados en la mesa, porque Toni nos asalta con un giro de guion que hace de la política, por un momento, un relato divertido, de lazarillos, de extrañas coincidencias. Este hombre que va a cumplir sesenta años y se crio en Betanzos –por eso le gusta la tortilla como una piscina– fue víctima de una de esas conspiraciones que, creíamos, sólo ocurrían en la cabeza de Woody Allen.

Esperamos al momento exacto, a que no haya nadie. Nos sentamos. Y empieza a contarnos su vida Toni, que huye del "usted" como si fuera una nueva pandemia, aunque él sí trata de usted a sus comensales. Toni Simón estaba metiendo sus cosas en cajas. Había prosperado la moción de censura de Pedro Sánchez a su jefe, a "Mariano".

Toni Simón y Mariano Rajoy, el día de la moción de censura.

Toni Simón y Mariano Rajoy, el día de la moción de censura. Cedida por el entrevistado

Se había despedido del presidente saliente, se habían hecho una foto, se habían encomendado un buen futuro. "Mariano tenía la mirada del boxeador noqueado. Creyó hasta el último momento que la moción iba a fracasar", nos dice.

–¿Tú también lo pensabas?

–Yo tenía claro que la moción salía. No quiero parecer torero de salón, pero lo pensé. De hecho, me encargaron un discurso que se iba a pronunciar días después de la moción y me dije: "Que lo escriba su padre. Si Sánchez no consigue los votos, me jodo el fin de semana y lo escribo". Nunca tuve que escribirlo.

Toni habla muy rápido, como empujado por el ruido de los platos y los cubiertos. Como si tuviera que colocar a toda esa gente que entra en estampida a eso de las dos de la tarde. Y sigue: "Bueno, eso, ya había hecho las cajas, pero antes de irme quería saludar a Iván Redondo. Yo sabía que él era un gran cliente de este restaurante, que es de mi hermano. Yo no trabajaba entonces aquí, claro, pero venía mucho. Nos veíamos, pero no nos saludábamos. Uno y otro sabíamos de nuestras funciones en el Gobierno y la oposición".

–¿Y entonces?

–Me pareció un detalle saludarlo en el traspaso de poderes. Él llegaba con mucha responsabilidad como jefe de gabinete, pero Paco Salazar, que era su número 2 y que también venía a comer aquí, me dijo que esperara, que me recibiría.

Redondo recibió a Toni cuando los socialistas ya se habían instalado en Palacio y el único que quedaba allí era él, nuestro Toni, el último de Filipinas. Se dijeron buenas palabras, se desearon suerte y hasta otra.

Total que Toni, que luego acabó en Génova escribiendo discursos para Teodoro García Egea y que casi la palma por el Covid, iba contando la anécdota a sus amigos: "Joder, el jefe de gabinete del presidente es cliente del restaurante de mi familia".

Un día, cinco años después de la moción de censura, Toni Simón e Iván Redondo se cruzaron en la puerta de La Penela. En esta puerta. Y Toni le dijo a Iván que solía contar su anécdota por ahí. Entonces, Iván le respondió: "Toni, yo cuento una anécdota mucho mejor".

–¿Y cuál es?

–El cabrón me dice... Perdón, Iván, que es muy simpático, me dice: "Toni, aquí, en este restaurante, conspirábamos para que triunfara la moción de censura".

–¡No jodas!

–Me jodieron a mí. ¡Lo que es la vida! Mientras yo estaba en Moncloa, ¡nos montaban una moción de censura en el restaurante de mi familia! ¡Me llevaron al paro gracias a este restaurante! ¡Y yo al lado, mientras conspiraban, tomándome una tortilla!

–Lo que es la vida, Toni.

–La vida es increíble. Es el divino laberinto de los efectos y las causas. ¿Lo veis? ¡Otra vez Borges!

Toni Simón, durante un momento de la entrevista.

Toni Simón, durante un momento de la entrevista. Virginia D. García

Borges nos puede servir para contar la historia de este hombre que habla bien de todo el mundo, que consigue recitar sin ser pedante y que atesora una mochila de poderosas anécdotas sobre los poderosos. Hoy, escribe en Artículo 14.

Nació en La Coruña, año 1965. Hijo de una maestra gallega y de un marino melillense. Los años de Rilke, los de la patria y la infancia, los pasó en Betanzos, en el instituto público: "Betanzos es, junto a París, la mejor ciudad de Europa".

–O del mundo. Gustavo de Maeztu, después de vivir unos años en Estella, dijo: "Estella es más grande que Jerusalén". Pues Betanzos también, ¿no?

–Hombre, Betanzos está a la altura de París, pero de Jerusalén... Es que en Jerusalén coinciden las esencias de las tres religiones monoteístas. Digamos que primero Jerusalén y luego París y Betanzos.

Se marchó a estudiar Derecho a Madrid. Al acabar, se puso a opositar. Opositar –y no aprobar– era la excusa perfecta para el diletante que sólo quería leer. "Los diletantes humildes seguimos los preceptos de Montaigne, que fue el diletante supremo, el dios del pensamiento libre".

Para aprobar una oposición –dice Toni– hay que obsesionarse con ella. Teresa, su novia de entonces, hoy su mujer, sí lo hizo y aprobó. Él siguió procrastinando, leyendo, escribiendo...

"Un año estuve a punto de aprobar, pero se murió mi hermano Juan y fue un palo tremendo. No me concentraba. Hoy me acuerdo mucho de Juan y nada de la oposición", dice mientras bebe un vaso de agua y juguetea con la cola de su fular.

A ratos, Toni se detiene, alza el cuello como si fuera a despegar hacia el cielo, y entona los grandes discursos de la Historia: Churchill, De Gaulle, Fidel, Luther King, Rajoy. Nosotros pensamos: "Qué pena que Toni le escribiera a Rajoy las cosas que pensaba Rajoy y no las que pensaba el propio Toni". ¡Cómo se lo habrían pasado España, el alcalde y los vecinos que eligen al alcalde!".

Descartó dedicarse a la abogacía y quiso intentarlo en otra de sus pasiones, la política. Ideológicamente, se define como un nostálgico de la combinación de economía de mercado y socialdemocracia: "Crecí en ese paraíso europeo que salió de la Segunda Guerra Mundial. Eso es en lo que creo".

Utiliza para presentarse políticamente la dedicatoria crítica de Hayek en su "Camino de servidumbre": "A los socialistas de todos los partidos". "Yo era un socialista en el PP. Eso me situaba en el centro. ¡En el centro somos muchos más de lo que parece! Este restaurante funciona, en la práctica, como el centro. Vosotros lo habéis visto, viene todo el mundo, de todas las ideas, de todos los partidos. Y vuestro periódico, diciéndose de centro, es líder. Lo pone hasta en los autobuses".

Toni Simón, en la barra de La Penela.

Toni Simón, en la barra de La Penela. Virginia D. García

Se fue a ver a José Manuel Romay Beccaría, padrino de Rajoy y Feijóo, "el cardenal Richelieu de la política".

–¿Lo conocías?

–Sí. Es de la misma aldea en que crecí, soy amigo de sus hijos. Le dije que quería entrar en política. Me preguntó: "¿Qué sabes hacer?". Le dije: "Hablar y escribir". "Pues hablar, no vas a hablar. Mira, Toni, existen dos maneras de crecer en política... Que te enchufen o que hagas papeles, que aportes valor añadido. Si te enchufo, caerás cuando yo caiga. Si haces buenos papeles, serás indestructible".

–Y te pusieron a hacer papeles.

–Romay sucedió a Bárcenas como tesorero del PP. Mi primer sitio era en el despacho frente al que había sido el despacho de Bárcenas. Era 2011. No sabía ni encender el ordenador.

–¿Entonces?

–Había unas secretarias fantásticas y yo dictaba, como mi ídolo Churchill. Volvieron a preguntarme los de la dirección si sabía hacer algo más. Les dije: "Sé hablar, escribir y hacer niños" [tiene cinco hijos con Teresa, su mujer]. Me contestaron: "Aquí no vas a hablar ni a hacer niños. Ponte a escribir".

Romay Beccaría fue nombrado presidente del Consejo de Estado pocos meses después y nuestro Toni se fue con él a seguir haciéndole discursos: "Tenía 45 años y era la primera vez que trabajaba en mi vida. Trabajé y aprendí un montón. Era como escribirle discursos al Rey. Muy elevados, sobre los valores del Estado y la nación. Escribir para Romay era una gozada porque, al ser tan culto, podías meter todas las referencias poéticas, culturales e históricas que quisieras".

Paralelamente a todo esto, sus padres montaron en La Coruña un restaurante llamado "La Penela". Arrasaron. Uno de sus hijos, Javier, extendió esa taberna gallega a Madrid, Barcelona, París e incluso Colombia. "La Penela", "Ocafú"... Son del hermano de Toni.

Poco después, Ignacio Peyró –escritor y actual director del Instituto Cervantes en Londres– dejó su puesto como hacedor de discursos de Rajoy. Entonces, llevaron a Toni a Moncloa. Se integró en el equipo de José Luis Ayllón, Pilar Marcos, José Barros... Quien lo fichó fue Jorge Moragas, entonces jefe de gabinete del presidente. También escribían para Rajoy Carmen Martínez-Castro, secretaria de Estado de Comunicación, y su grupo de periodistas.

–Y Pedro Arriola en la sombra, ¿no?

–Sí. Estábamos todos los que he mencionado y Arriola en la sombra. Era un equipo relativamente pequeño en comparación con lo que tiene ahora Sánchez. A Sánchez le gusta todo a lo grande. Se lo dije una vez al presidente Rajoy: "Las cosas de Arriola le hacen sonar a usted al siglo XVI". Fui generoso, era más bien del siglo XII, parecía Gonzalo de Berceo. Arriola era un genio. Consiguió que le pagaran muy bien.

–¿Se paga mal la escritura de discursos?

–En Moncloa se está muy bien. Yo ganaba 72.000 euros al año. Pero en la oposición... En Génova casi no llegas a la mitad. La oposición es muy difícil porque no tienes dinero ni poder.

–Cambia mucho escribir en el poder a escribir en la oposición.

–Cuando estás en Moncloa y te encargan un discurso sobre una materia, el ministerio correspondiente ya te manda unos papeles con una propuesta, unos datos... Entonces, tú sólo tienes que poner la poética... y quitar todos los datos que puedas. Eso es muy bonito. En la oposición, sólo tienes a los asesores del Congreso, que están desbordados porque también trabajan para el partido.

–Pon un ejemplo.

–Inauguración del Ave en Castellón. Te manda Fomento todos los datos, el histórico... Y tú escribes... –lo dice con voz de Rajoy– "España es una gran nación. Una mezcla de viejas piedras y modernos aves".

–¿Qué frases le escribiste a Rajoy? No será tuyo lo del vecino, el alcalde y todo eso.

–Mis hijos se reían de mí, me acusaban de haber escrito esas frases, pero eran gazapos geniales de Rajoy, creo. Mariano tenía una gran virtud, poco frecuente en los políticos: sabe reírse de sí mismo. Le escribí lo de "el procés es un viaje a una Ítaca que no existe", lo de "el 155 ha dejado de ser un fantasma jurídico"... Una cosa es ser un gran orador y otra un gran parlamentario.

–Explícalo.

–Rajoy no era un gran orador. El gran orador español de la democracia ha sido Felipe González. Pero Rajoy era un parlamentario extraordinario. Igual que Pablo Iglesias. ¡Cómo disfrutaban los dos con sus intercambios en el Congreso! La ironía, la retranca, las pausas... Rajoy a veces se escribía sus cosas. Pedía papel y dictaba a su secretaria. Además, ha escrito él solo sus libros, estoy seguro. Leía el Marca y el As, es cierto. Yo también. Pero leía mucho más de lo que la gente piensa.

–No hace falta ser muy culto para ser un gran presidente.

–Exacto. Mirad la intuición y la integridad de Suárez; formidable. El más culto con diferencia, nuestro presidente más ilustrado, fue Leopoldo Calvo-Sotelo. Un presidente a la francesa. Tenía las virtudes de Giscard y carecía de sus vicios. Pero insisto: Rajoy es muy trabajador y tiene más cultura de lo que la gente piensa.

–¿Cambió mucho la manera de escribir respecto a cuando estabas con Romay?

–Rajoy era más sujeto, verbo y predicado. Además, no le gustaba personalizar. Por ejemplo, propones una ley y lo haces contando la historia de un joven que... Eso lo hacen muy bien en Estados Unidos. Aquí, la izquierda se atreve más. A Rajoy no le gustaba.

Un momento de la entrevista.

Un momento de la entrevista. Virginia D. García

Le dijo Peyró a Toni el día que le dio el relevo: "Disfruta mucho estas primeras semanas. Te acordarás siempre de la luz del despacho, del toldo, de los jardines...". Y tres días después de aquello Puigdemont proclamó la independencia de Cataluña.

"Fue un terremoto. Verlo por dentro resultó increíble. Todos corriendo, desbordados... Sucedió como con la moción de censura, nadie esperaba que se pudiera llegar a ese punto", cuenta.

Toni, hechizado por la humanidad de las cosas, quiere resaltar "cómo es la política por dentro": "Nosotros éramos cien personas, de las cuales setenta éramos eventuales. Es decir, si cae el Gobierno, te vas. Familias con hipotecas y todo eso. Pues en diez días pasamos de aprobar los Presupuestos y creer que acabábamos la legislatura a meter las cosas en cajas".

Toni Simón, llevándose sus cosas en cajas de Moncloa tras la moción de censura.

Toni Simón, llevándose sus cosas en cajas de Moncloa tras la moción de censura. Cedida por el entrevistado

Citando a Julio César, Toni reconoce la tradicional dificultad de la derecha española para "sublevar el corazón de los hombres". La justifica en parte de esta manera: "La izquierda lo tiene más fácil porque habla de valores. Los nacionalistas ni te cuento porque se centran en los sentimientos. Y luego va el PP con la prima de riesgo, la deuda pública...".

A eso se une que los líderes del PP no han sido demasiado carismáticos.

–¡El Rey Lear!

–¿Cómo que El Rey Lear, Toni?

–Seguro que Feijóo piensa como Cornelia: "No consigo elevar el corazón hasta los labios". Pero quiero ser optimista. Le contesto con Hamlet: "Sabemos lo que somos, más no sabemos lo que podemos llegar a ser".

–¿Cómo tienen que escribirse hoy los discursos del PP?

–Vox está haciendo mejor eso de sublevar la sangre de los hombres. Tienen a Kiko Méndez-Monasterio escribiendo para Abascal, que es un tipo culto, listo, un buen escritor. Sabe qué teclas tocar con la inmigración, el panorama internacional... Por cierto, las cosas que dicen de inmigración me sacan de mis casillas. ¿Cómo sostienen la mirada a la gente que se ahoga en el mar? El PP debe ser más contundente contra el Gobierno en el fondo, pero mantener las formas. Debe tocar más emociones, ilusionar. Lo veo en la taberna. Del PSOE, los votos no se van al PP. Se van a casa o se quedan, pero no van al PP. Feijóo debe ser el Mbappé que el centro-derecha necesita, el hombre que ilusione a todos los que no quieren a Sánchez.

–¿Qué es lo que te genera dudas?

–Primero lo fiaron todo a un hipotético hundimiento económico. No sucedió tal cosa. Ahora lo están fiando todo al fiscal general y a los demás casos judiciales. Pero... ¿y si eso tarda? ¿Y si Sánchez sortea esos problemas? Hay que ilusionar con un proyecto de país.

Le pedimos ahora que trace un retrato de Pedro Sánchez. Lo compara con Julien Sorel, el protagonista de Rojo y negro, la gran novela de Stendhal. Un hombre inteligente y ambicioso que logra escalar socialmente hasta llegar a la cima.

Sánchez, como Sorel, nos explica Toni, pensó que cualquier niño de la nación puede ponerse el traje de Napoleón. "De niño, le leyeron 'El Príncipe', y no 'El Principito'. Le contaron el homo hominis lupus de Plauto, y no el lobo de Caperucita. ¡Tuvo que ser un pequeño Tayllerand!", desgrana.

–¿Y qué más?

–La pulsión más importante del alma de Sorel es que no soporta los desprecios. Es guapo, es listo, es un gran arribista. Sánchez no olvida los desprecios. Lo dejaron medio muerto, tanto dentro del PSOE como en la campaña de las generales. Y luego fue él quien mató a todos. ¿Sabéis lo que dice Sorel en la novela?

–Dilo.

–"¿Por qué quieren que diga lo mismo que hace seis semanas? Entonces, mi palabra sería mi tirana". Sánchez es la política en estado puro.

Tras la caída de Rajoy, Toni Simón escribió discursos para Cospedal, pero perdió las primarias con Casado. Paradójicamente, fueron Casado y Teodoro quienes lo metieron en Génova. Escribió para el secretario general. Vivió otra guerra, esta vez civil, la que enfrentó al partido con Isabel Díaz Ayuso. Cogió el covid, neumonía bilateral, casi se muere. Tras recuperarse, Toni decidió dejar la política.

"Creo que Pablo y Teo, que son muy buenos chavales, buena gente, no supieron gestionar el fenómeno social de Ayuso. Se obsesionaron con ella y acabaron haciéndose el hara-kiri", sintetiza.

Llega la hora. Vuelven los comensales, que se lanzan a la puerta de "La Penela" como los espartanos a las termópilas. Dejamos a este enamorado del Papa, de Maradona y de Borges que se ponga a trabajar.

Nos dice Luis Alberto de Cuenca que, si Toni sigue así, esto se convertirá en "el Lhardy del siglo XXI". A Toni le parece demasiado, pero se despide con otra cita, esta vez de Hölderlin: "Lo que permanece lo fundan los poetas".

Y ahí va Toni Simón, saltamontes entre las mesas, al ritmo de las tortillas temblorosas, a la búsqueda de un tiempo encontrado donde la belleza y la palabra precisa gobiernen el mundo. Qué personaje este Toni. Como en el discurso de Fidel, estamos seguros, la Historia lo absolverá.