
Gustavo Suárez Pertierra fue el último ministro de Defensa de Felipe González. Cedida por el entrevistado
Gustavo Suárez Pertierra: "No estamos preparados para un Ejército europeo, pero sí para un sistema de mando integrado"
Hoy preside Unicef. Fue ministro con Felipe González. También presidió el Real Instituto Elcano. Es especialista en las relaciones Iglesia-Estado.
Reclama que Europa sea autónoma porque la OTAN no volverá a ser como antes. Acusa a Trump de provocar el resurgir de los nacionalismos "que tanto daño hicieron a Europa".
EL ESPAÑOL publica un serial de entrevistas con los ministros de Defensa de la Democracia. Las conversaciones giran en torno al nuevo orden mundial que se ha estrenado con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.
Todos ellos reflexionan acerca de estas tres cuestiones: la inversión de España en Defensa, el posible envío de tropas a Ucrania por parte de las naciones europeas y las implicaciones de la diplomacia estadounidense en la resolución de la guerra.
Gustavo Suárez Pertierra (Asturias, 1949) nació en uno de los pueblos más bonitos de España, Cudillero; ése que llevó a Armando Palacio Valdés a escribir una de las novelas más bonitas sobre la marinería. No suele dar entrevistas porque protege con gran celo la institucionalidad de la entidad que preside, Unicef. Hace una excepción porque participan en este serial quienes le han precedido y sucedido en la cartera de Defensa.
Doctor en Derecho, escaló en política de la mano de Felipe González, que lo nombró director de asuntos religiosos al llegar al Gobierno. Es el gran especialista en las relaciones Iglesia-Estado. Fue ministro de Educación primero (1993-1995) y de Defensa después (1995-1996).
Es un hombre templado, de consensos. Se aleja de los extremos como se alejan de las tormentas los marineros de su pueblo. Fue el encargado de regular –sin sectarismos– la educación religiosa para ponerla al corriente de la aconfesionalidad que nacía con la Democracia.
Rehúye el "usteo" cuando lo localizamos. Insistimos un par de veces, como manda el protocolo, pero al tratarle de usted parece que lo estamos insultando. Sin embargo, ahora que no se da cuenta y estamos escribiendo, lo tratamos sintácticamente de usted.
España está en el 1,28% del gasto en Defensa en relación al PIB. Tenemos firmado llegar al 2% y parece que Sánchez, fruto de los últimos acuerdos europeos, va a pisar el acelerador para que lo hagamos antes de 2029. ¿Hasta dónde deber llegar esa velocidad? ¿El 2% es suficiente?
Se ha hecho un gran esfuerzo en el gasto en Defensa y, seguramente, sea todavía poco en relación a las necesidades de seguridad. Pensar hoy en porcentajes del 3%, que aún no alcanzarían las pretensiones de Trump, excede en mi opinión las posibilidades y hasta la conveniencia de nuestro presupuesto, sin perjuicio de la que parece ser la nueva disposición de la Unión Europea. A pesar del buen comportamiento de nuestra economía, tenemos muchas necesidades sociales que atender. Creo que estamos ante un doble problema.
¿A qué se refiere?
El gasto tiene que ser integrado entre los 27 países miembros de la Unión Europea. Es necesario desarrollar una industria de defensa europea. Creo que es ahí adonde deberían conducirse los esfuerzos. Los fondos de la UE debería fijar estas prioridades.
Por otra parte, me parece necesario que nos paremos a pensar y a reflexionar sobre el nuevo significado de la OTAN ante esta situación novedosa. Las cosas están de tal modo que no parece que la implicación de Estados Unidos vaya a ser de la misma naturaleza que hasta ahora.
¿Habrá que repartirse las funciones?
El esfuerzo de la Unión Europea debe ir dirigido a dotarse de mecanismos eficaces de complementariedad pero, sobre todo, a dotarse de una vez de la conveniente autonomía estratégica, puesto que ya está claro que nuestra seguridad va a depender de nosotros mismos. Sin ella, no podremos ser un actor global.
Llevamos décadas hablando conceptualmente de la posibilidad de lanzar un ejército europeo. Ahora, eso ha tomado carta de naturaleza debido a la invasión de Ucrania. ¿Qué le parece la idea? ¿España debe participar de algún modo en un envío de tropas a Kiev una vez se produzca un alto el fuego?
Sinceramente, creo que no estamos en ese escenario. Ni hay acuerdo suficiente ni estamos preparados para semejante tirón. Ahora bien, la autonomía estratégica de Europa no depende primariamente de la conformación de un ejército propio, sino de profundizar en la puesta en marcha de una política exterior y de una seguridad bien definidas.
Esa autonomía debe ir de acuerdo con los tiempos, debe ser decidida y con horizontes más amplios de los que ofrece el corsé de la unanimidad. Habría que combinar un conglomerado consistente en un sistema de mando integrado, políticas de seguridad bien compenetradas, sistemas militares compatibles, una producción propia de recursos estratégicos y la disposición de unas estructuras ágiles, dispuestas para desplazarse con rapidez y con un mandato claro.
¿Y en cuanto al envío de tropas? Aunque no sea a través de la creación de un ejército europeo.
Me parece imprescindible contar con suficientes garantías de seguridad y con un mandato claro para ello.
¿Cómo está influyendo en el orden mundial el regreso de Trump a la Casa Blanca?
El orden global barruntaba cambios. Sin perjuicio de todos los conflictos abiertos, en los que por cierto están implicados nada menos que casi la mitad de los países del mundo, el hecho de combinar los intereses de los bloques anunciaba un nuevo reparto de zonas de influencia.
La llegada de la Administración Trump ha agravado todo por la brutalidad del impacto, pero lo más importante, lo que ha traído mayores consecuencias, es la radical puesta en cuestión de valores y la reversión de la cultura de reglas que esto significa en el mundo occidental.
¿Eso qué quiere decir exactamente?
La quiebra del multilateralismo y la emergencia de los nacionalismos que tanto daño hicieron en Europa.
¿Cómo está afectando a la guerra de Ucrania la diplomacia de Trump?
La nueva situación nos ha provocado un feroz baño de realidad: la guerra no puede continuar indefinidamente a riesgo de cronificarse o de que a alguien se le ocurra dar un salto hacia delante.
Tampoco parece que, sin el apoyo de Estados Unidos, la guerra pueda continuar como hasta ahora. Trump ya ha decidido pactar con Rusia sin contar con el país agredido ni con la coalición internacional de treinta Estados que ha apoyado la reacción frente a tan injustificada agresión. No queda mucho campo para actuar.
¿Entonces? En este campo tan estrechado, ¿qué hacemos?
Creo que hay que ayudar a Ucrania para encarar en la mejor posición posible el exiguo espacio de negociación que le quede, teniendo como referencia final un alto el fuego y la integración en el espacio europeo de una Ucrania reconstruida.