Oriol Junqueras se anudó este jueves una corbata -de la que había prescindido en las dos primeras jornadas del juicio- para declarar ante los siete magistrados del Tribunal Supremo que decidirán si le condenan- o no- por rebelión, sedición, malversación de fondos públicos y asociación criminal.
La corbata negra que Junqueras escogió dio un toque solemne, de más seriedad a un momento cumbre del juicio: el que el ordenamiento jurídico le ofrece para decir todo lo que le parezca sobre los graves hechos que se le atribuyen y que se resumen en su participación esencial en el plan llevado a cabo desde la Generalitat para apartar a Cataluña de España por la vía de los hechos y al margen del más mínimo respeto a la legalidad (a ojos de las acusaciones).
Su discurso era esperado con expectación, pero la sorpresa saltó al primer minuto: no contestaría a ninguno de los acusadores alegando que "yo no voy a renunciar a mis convicciones democráticas y las acusaciones no van a dejar de perseguirme por ello".
Así que Junqueras, el político catalán más relevante del banquillo, se ha dedicado durante los 90 minutos que duró el descafeinado interrogatorio de su defensor, Andreu van den Eyden, a reiterar el mítin político ya conocido, más dirigido a los medios de comunicación -a los que mencionó varias veces- que al tribunal.
El argumentario resultó déjà vu: lo "único" que ha hecho ha sido "cumplir un mandato democrático", "intentando generar consensos, pacíficamente, convenciendo a quienes no comparten nuestras ideas", "violencia nunca, nunca", "siempre diálogo, aunque la silla de enfrente esté siempre vacía", "no es delito votar, lo que sí es delito es impedir por la fuerza que la gente vote".
La decisión de no contestar a las acusaciones impidió a tribunal conocer si tiene alguna explicación para el hecho de que ese documento que calificó de "extravagante y apócrifo" denominado Enfocats (una detallada hoja de ruta para llegar a la independencia, según las acusaciones) fuera encontrado por la Guardia Civil en el domicilio de su número dos, Josep Maria Jové. O saber quién pagó los gastos de mantener abiertas el domingo 1-O cientos de dependencias de la Generalitat para que los catalanes pudieran votar en un referéndum prohibido por el Tribunal Constitucional. Tampoco por qué ignoró los reiterados requerimientos del TC para no seguir adelante.
El fiscal Javier Zaragoza, curtido en mil interrogatorios, guardó sus preguntas con gesto resignado. "Zaragoza le hubiera puesto en evidencia, Junqueras le tiene miedo", dicen en el Ministerio Público.
Entre algunas de las defensas tampoco se entendió la estrategia. Comprenden que no contestase a Vox y no cuentan con ninguna actitud belicosa de la abogada del Estado. Pero que el exvicepresidente del Govern renuncie a una oportunidad de oro para rebatir a los fiscales les ha preocupado porque el supuesto líder del banquillo ha dejado en la sala la impresión de una debilidad argumental sobre los hechos objeto de acusación, que son, al fin y al cabo, lo que importa de cara a la sentencia.
Junqueras no ha vuelto al banquillo. Desde ahora se sienta detrás de su abogado.
Van den Eynde explicó a los periodistas al término de la sesión el sentido de su estrategia. "No vamos a darle minutos a las acusaciones para que expliquen a través de sus preguntas su teoría artificiosa de lo que ha sucedido en Cataluña, porque es se desmontará por las pruebas".