Diez miembros de la Guardia Civil que estaban destinados en distintos puntos de Cataluña durante los días en los que el Estado intentaba desactivar el referéndum ilegal del 1-O y el mundo independentista se preparaba para celebrarlo a toda costa han narrado este jueves en el Tribunal Supremo los escraches que sufrieron en las casas-cuartel en las que vivían con sus familias o en los hoteles donde fueron alojados.
La Sala escuchó testimonios de lo sucedido en La Seu d'Urgell, Lleida, Gerona, Manresa, Valls, Barcelona, Gandesa e Igualada, un recorrido con el que los fiscales Jaime Moreno y Fidel Cadena trataron de demostrar -ante unas defensas que apenas formularon preguntas- un clima de violencia generalizada en aquellas fechas.
Guardias alojados en dos hoteles de La Seu relataron que tuvieron que marcharse porque el propietario de uno de los establecimientos no les renovó la estancia y el otro les dijo que "él y su mujer tenían miedo, porque nosotros nos íbamos a marchar pero ellos se quedaban allí". Habían sufrido escraches constantes.
"Animales en mi país"
Otros dos agentes contaron que fueron perseguidos por un ciudadano que les hizo fotos cuando daban un paseo por Lleida el 2 de octubre. Iban de paisano, pero fueron reconocidos como guardias civiles. Al poco tiempo vieron sus fotografías en un muro de Facebook "rodeadas por un circulo rojo" y un mensaje que decía: "Encontrarme a dos de los personajes (GC) que ayer vinieron a repartir a mi pueblo haciendo turismo por Lleida. A estos animales no los quiero en mi país. Las calles serán siempre nuestras".
El teniente de la Guardia Civil que era responsable del acuartelamiento de Manresa relató que el 20 de septiembre unas 2.000 personas se concentraron en protesta por los registros realizados ese día en Unipost, donde fueron encontrados millones de carteles y papeletas del referéndum. "Retira la bandera y cierra la puerta", ordenó a uno de sus hombres. "Así evitamos males mayores de que alguien hiciera según qué cosas con la bandera nacional", explicó al tribunal.
Los bomberos se unieron a ese escrache, como a otros. "Les dije a mis hombres 'calma, calma, mucha calma'. Lo teníamos claro y así nos venía ordenado. Aguantar, aguantar, y si se puede aguantar un poco más. Pero, sobre todo, no protagonizar ningún incidente".
En lugar de la bandera de España se izó una 'estelada', que los manifestantes se llevaron. Lo que sí dejaron fueron unas urnas de cartón en la que los concentrados habían hecho un simulacro de votación. El teniente relató que no las retiraron hasta que pasó el servicio de limpieza. "La imagen es importante y bajo ningún concepto quería la imagen de guardias civiles retirando urnas de cartón".
La fractura social
El responsable del puesto de Valls habló de lanzamiento de huevos, pintadas, insultos. "Esos episodios creaban bastante malestar, sobre todo en las mujeres y novias de los guardias civiles. Algunos de los que asistían a las concentraciones eran compañeros de trabajo de ellas y verlos allí insultando no gusta", dijo el testigo.
Otro habló de concentraciones de estudiantes frente a casas-cuartel dentro de los cuales había otros estudiantes: los hijos de los guardias civiles.
"Nos llamaban asesinos, hijos de puta, fuera las fuerzas de ocupación", contó un agente destinado en Gandesa. "Es nuestro trabajo. Pero a los familiares no les gusta oír cómo se insulta a su esposo o a su padre o le impiden pasar por la calle".
En el cuartel de Igualada un encapuchado lanzó el 28 de septiembre un objeto incendiario (un petate con ropa militar impregnado de gasolina). "Fue una de las cosas que afectó bastante", dice el guardia que estaba en servicio de vigilancia ese día y dio la alerta. "Muchas familias cambiaron la ubicación de los dormitorios de los niños, que daban a esa zona, a otros lugares más interiores".
La jornada número 24 del juicio al procés se completó con un guardia civil y dos mossos que intervinieron en el incidente ocurrido en Sabadell durante el registro de un detenido el 20 de septiembre. El letrado Jordi Pina tentó la suerte al preguntarle a un mosso (que minutos antes había manifestado que estuvo tres semanas de baja por las lesiones que sufrió) si recordaba que "al finalizar la actuación una gran parte de los congregados allí les despidió con aplausos".
- No, no sucedió, contestó el mosso.
- ¿No sucedió o no lo recuerda?, insistió Pina.
- Cuando la comitiva judicial abandonó el sitio fue cuando se produjo el incidente más violento y nos estaban agrediendo, no hubo aplausos.