Trece ciudadanos -jubilados, ingenieros, profesores, amas de casa..- han declarado este martes en el juicio al 'procés' para apuntalar la estrategia de Jordi Pina, defensor de Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull, de que el 1-O no había una "insurrección" -como sostienen las acusaciones- sino una "fiesta" en la que "todo el mundo estaba contento porque la gente estaba ilusionada por votar", describió la propietaria de una pequeña empresa que se pasó el día del referéndum ilegal en el centro Ausiàs March, en Barcelona.
Chocolatadas, paellas, talleres para niños, recitales de poesía, cinefórum, charlas, debates..."Fue un día muy bonito, lo pasamos muy bien", dice una abogada que decidió quedarse a dormir con su prole en un centro de La llotja, en Balaguer. "No era mi idea pero al ver tanto ambiente nos quedamos. Fue muy espontáneo".
Todo fue "autoorganizado": ayudaban a los más ancianos a votar, ordenaban las colas de gente esperando bajo la lluvia, nadie les dijo qué centro de votación les correspondía ni les dio instrucciones, pero todos acudieron "para salvaguardar nuestros derechos" y "por dignidad". Aun sabiendo que estaba suspendido por el Tribunal Constitucional y que el Tribunal Superior de Cataluña había resuelto que no debía celebrarse.
Los testigos coincidieron en los "problemas informáticos" de la votación y en el "miedo" que empezaron a sentir los votantes cuando les llegaron a sus teléfonos móviles imágenes "de lo que estaban haciendo la Guardia Civil y la Policía Nacional en varios colegios".
Otros seis testigos de Pina lo contaron porque estuvieron en centros de votación donde actuaron las fuerzas de seguridad que trataron de impedir la votación ilegal. Describieron un empleo de la fuerza brutal y gratuito, desplegado con personas mayores, con jóvenes con muletas "y con todo el que se pusiera por delante", incluidos dos alcaldes que fueron a "interlocutar" con los agentes y fueron "arrollados" sin mediar palabra.
Segundo mensaje de la defensa: solo hubo violencia donde actuaron policías nacionales y guardias civiles. Y fue la que ellos emplearon con los ciudadanos "que sólo queríamos votar". Ninguno de los testigos vio, ni por asomo, el más leve acto agresivo de los concentrados contra los agentes. "Entre ellos mismos se debieron dar el tortazo", dice un empleado de una empresa textil que estuvo en la escuela Joventut Callús (Barcelona), cuando la fiscal Consuelo Madrigal le recuerda que hubo guardias civiles que resultaron heridos.
Hubo una tercera línea de defensa: los Mossos d'Esquadra, utilizando la mediación, se llevaron algunas urnas. Lo relató un testigo que estuvo en un instituto de Manresa: "los mossos hicieron un cordón y estuvieron mediando con unos abogados que estaban allí. Al final entraron [en el centro de votación] y al cabo de un rato los vimos salir con unas bolsas que llevaban las urnas".
Pero la tónica general descrita por los propios testigos fue que la multitud impidió a los mossos acceder a los centros de votación. "Vinieron, se presentaron, dijeron que venían a clausurar el colegio y la gente no se lo permitió", declaró un votante en local social de Cànoves i Samalús. "Los mossos nos dijeron que teníamos que cerrar el centro y desalojar. Les dijimos que no y que tampoco les dejaríamos pasar", dice un testigo de lo que ocurrió en el instituto L'Alzina, de Barcelona.
Fuentes de la acusación recordaron este martes el tipo penal de sedición (acción pública y tumultuaria para impedir, fuera de las vías legales, a cualquier autoridad ejercicio de sus funciones), cuando no algo más: "¿Vio que la gente aplaudió a los mossos?", preguntó la fiscal a la testigo que se pasó el día en el colegio de Ausiàs March. "No", dijo ella. Los mossos ni intentaron acceder al lugar de la votación ilegal.