La Audiencia Nacional vuelve a juzgar desde el lunes al conocido como "talibán español", Hamed Abderrahman Ahmed, extraditado a España desde Guantánamo y que resultó absuelto en 2006 por el Tribunal Supremo de integrar Al Qaeda, librándose de la pena de 6 años de cárcel que le fue impuesta por terrorismo.
Esta vez se le acusa de liderar una célula que captaba menores para el ISIS (el autodenominado Estado Islámico) y reunirse en "la tienda del Guantanamero" -en alusión a su estancia en la base estadounidense-, que él regentaba en Ceuta.
Se enfrenta a una petición del fiscal de 12 años de cárcel por integración en organización terrorista o, de forma alternativa, a 9 años por adoctrinamiento, así como a 10 años de libertad vigilada.
Junto a él se sentarán en el banquillo otros dos presuntos miembros de la célula desarticulada en febrero de 2016, Morad Duas Mohamed, alias Poti, y Hamsa Lachayi Abdeslam, su hermano.
Los dos encaran la misma petición por integración o adoctrinamiento que el "talibán español", si bien en el caso del primero el fiscal le pide dos años más por el robo de dos motos y al tercero cuatro años más por tráfico de drogas, ya que cuando fue detenido se le intervinieron 18 kilos de cannabis.
Según las conclusiones provisionales de la Fiscalía, los acusados, que se encuentran en prisión provisional, conformaban una "célula estable, homogénea y radicalizada, ideológicamente próxima al Dáesh [ISIS], dedicada a la captación" de adeptos "dispuestos a llevar a cabo acciones violentas en la línea proclamada por la Yihad", entre ellos menores.
Además, "estaban estrechamente relacionados con líderes de otras células ya desarticuladas [...] y mantenían contacto con yihadistas afincados en Siria".
El conocido como 'talibán español' tenía relación con Lahcen Ikassrien, con el que coincidió en Guantánamo y que en 2014 fue detenido por liderar una célula de captación en la mezquita madrileña de la M-30, por lo que fue condenado a 12 años de cárcel.
También con Karim Abdeselam Mohamed, 'Marquitos', condenado en 2015 por reclutar yihadistas, o con terroristas suicidas como Mustafa Mohamed Layachi, que además es hermano de uno de los acusados.
Éste, Hamsa Layachi, fue identificado en dos ocasiones en la frontera del Tarajal cuando se disponía a entrar en Marruecos acompañado, entre otros, por Abdelah Abdeselam Ahmed, El Cojo, detenido en 2013 por pertenencia a una red de envío de yihadistas a Siria.
Entrenado parra el combate
El talibán español, que recibió entrenamiento en tácticas de combate en 2001 en campos de Afganistán, está considerado el líder espiritual de los otros dos acusados, a los que instruyó "acerca de la estructura y funcionamiento de Dáesh, de los distintos modos de llevar a cabo acciones violentas, y de las medidas de seguridad que deben adoptar para evitar ser detectados".
Morad Duas, considerado su lugarteniente, era el encargado de "inculcar esas bases sobre menores de edad" utilizando para ello material audiovisual producido por el Estado Islámico, mientras que Hamasa Layachi se convirtió en "un referente ideológico" en la barriada ceutí de El Príncipe, "posición de la que se valió para captar y acercar la célula a jóvenes".
Previamente había sido "adoctrinado y formado en los idearios de la yihad por los otros dos procesados" con los que "colaboraba activamente" en la captación de menores para que acudiesen a las reuniones en la "tienda del Guantanamero", el establecimiento que el talibán español regentaba en Ceuta.
Allí, se dedicaban a "formarse y compartir vídeos" haciendo hincapié "en aquellas interpretaciones que justifican las acciones violentas".
En una conversación intervenida, Morad pregunta al "talibán español" qué es una "trampa explosiva" y el otro le responde: "es como trampa y rellenarla con [...] explosivos, lo dejas que alguien que lo estalle o haces con él una operación".
En noviembre de 2015, hablaron también sobre los atentados perpetrados días antes en París, "llegando a decir que ha de ser objeto de estudio", destaca el fiscal.
En cuanto a la transmisión del ideario yihadista a los menores, se hacía de forma "sutil", pero "efectiva "desde la aparente inocencia de un establecimiento mercantil, y de forma aparentemente casual, aun cuando obedecía a una planificación previa".