Con el mismo tono desafiante con el que comparecieron ante el Tribunal Supremo hace cuatro meses, mezclado ahora con alusiones emotivas a sus familiares, los 12 acusados de haber liquidado el orden constitucional en Cataluña en el otoño de 2017 para llevar a cabo un referéndum de autodeterminación y proclamar la independencia pusieron punto final a un juicio histórico que, pese a los temores, ha concluido con toda normalidad.
"Muchísimas gracias a todos. Visto para sentencia", dijo lacónicamente el presidente del tribunal, Manuel Marchena. Eran las 19:02 horas. Durante las dos horas y media anteriores los acusados hicieron uso de la última palabra para dejar las cosas claras: están ahora "más comprometidos con Cataluña" que antes, volverían a actuar como lo hicieron y tienen la seguridad de que, antes o después, habrá un referéndum de autodeterminación.
"Si la violencia policial no pudo contra miles de personas el 1-O. ¿alguien se cree que alguna sentencia va a hacer que los catalanes dejen de luchar por su derecho a la autodeterminación? Ho tornarem a fer. Lo volveremos a hacer. Pacíficamente, pero con toda la determinación". Palabra de Jordi Cuixart.
El presidente de Ómnium Cultural compartió contundencia con Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull. El primero expresó su convencimiento de que volverá a haber urnas para que Cataluña decida su futuro "de acuerdo con el Estado".
Turull aprovechó su turno para manifestar que "Cataluña no conoce la palabra resignación. Descabezándonos a nosotros no se va a descabezar el independentismo, ni mucho menos se va a descabezar la voluntad de tantos y tantos catalanes de decidir su futuro político. Sólo un mínimo conocimiento de la historia de Cataluña, de los continuos y cíclicos embates contra su autogobierno, su cultura...todo el mundo sabe que no es así como se solucionan los problemas".
Rull -el único que citó al gran ausente, Carles Puigdemont, "el presidente legítimo"-advirtió, en la misma línea, de que "después de nosotros siempre vendrán más, no hay suficientes cárceles para encerrar la dignidad de un pueblo".
El que estuvo llamativamente plano fue el exvicepresidente Oriol Junqueras, que no agotó su tiempo (utilizó sólo seis minutos de los 15 de que disponía) y lo aprovechó para insistir en su perfil de "padre de familia, profesor y cristiano". El mensaje político vino al final, cuando, leyendo un papel, dijo que "la mejor solución para todos, para Cataluña, para España, para Europa, es devolver la cuestión al terreno de la política, de la buena política, de donde nunca debería haber salido, al terreno del diálogo, la negociación y el acuerdo".
El talante "pacifista" fue resaltado por todos los acusados, particularmente críticos con una Fiscalía que ha mantenido de principio a fin su acusación de rebelión y a la que censuraron por "exagerar" lo ocurrido en Cataluña y "buscar un escarmiento" no por los hechos sucedidos, sino "por nuestra actividad política" y "nuestra ideología independentista". "El Estado ha optado por la represión", sintetizó Rull. Ni una alusión, sin embargo, a la Abogacía del Estado, que pide severas penas por sedición.
Cuixart, Raül Romeva, Rull, Turull y Sànchez reivindicaron de nuevo su condición de "presos políticos" o de haber sido sometidos a un "juicio político" que, en su opinión, será un test a la democracia española y al nivel de protección de los derechos fundamentales.
Y hubo, finalmente, apelaciones al tribunal. "Les han traspasado a ustedes la responsabilidad de dictar sentencia", lamentó Junqueras. "Ustedes tienen la responsabilidad de no agravar una crisis política", les manifestó Sànchez. Dolors Bassa puso el punto final emotivo: "Las generaciones que vienen dependen de su sentencia. La sentencia no sólo determinará la etapa final de mi vida sino que puede ser el principio de una solución".